Luis Manuel Esculpi 14 de noviembre de 2017
@lmesculpi
Llueven
las críticas. El cuestionamiento está en agenda. Su escenario predilecto
parecieran ser las redes sociales. Como suele suceder en estos casos las hay de
variados signos y de diversa intencionalidad. Justas e injustas. Ahora solo se
destacan los desaciertos. Esta vez la orfandad no acompañaría la derrota. La
responsabilidad de la conducción es sentenciada. Obvio que ella no es ajena a
la situación. Se evidencian errores. Su silencio resulta a menudo inoportuno.
La polémica innecesaria entre los dirigentes contribuye al desconcierto y la
desazón.
Se
olvidan los éxitos alcanzados. Los logros se minimizan. En la incertidumbre se
desata el desahogo. El raciocinio está distante. Las explicaciones resultan
insuficientes e ineficientes su narrativa.
Tiempo
de recomposición y de redefiniciones. La plataforma unitaria así tendría que
asumirlo. Hay que atender el reclamo social. Movimientos vecinales han
emplazado a los partidos a propósito de la elección de Alcaldes. Resulta
comprensible tal exigencia. Ella no puede conducir a conclusiones aventuradas.
No se puede subestimar -con todo y sus limitaciones- el rol de las
organizaciones políticas. Resulta impensable reformular la alianza opositora
sin contar con ellas.
La
Mesa de la Unidad en su desenvolvimiento como conductora de la lucha
democrática ha tenido carencias y limitaciones, ha cometido importantes errores
– como en toda lucha social y política- lo que no niega los importantes logros
alcanzados en un proceso complejo de acumulación de fuerzas, consolidando una
nueva mayoría, que le ha permitido el reconocimiento internacional con que
cuenta la oposición venezolana en la actualidad.
Quienes
elucubran y desde posturas extremas imaginan una concertación de componentes en
una alianza excluyendo a los partidos de la MUD están absolutamente separados
de la realidad, cuando en la valoración del apoyo recibido de la comunidad
internacional, ignoran o pretenden ignorar, que ese respaldo ha sido labrado
desde las organizaciones políticas que integran la Mesa de la Unidad.
El
reconocimiento de esa evidente realidad no significa desconocer las falencias
en el comportamiento de las organizaciones políticas principales, en su
relación con los otros partidos y en su comunicación con las organizaciones no
partidistas y con la sociedad en general.
Está
planteado constituir canales y vínculos fluidos más allá de quienes constituyen
lo que podríamos denominar el primer anillo de la MUD, lo que supone
necesariamente una óptica más amplia, distante del sectarismo y de la
arrogancia. Requisito indispensable para ampliar la alianza con sectores
sociales y políticos que trasciendan el actual territorio opositor, susceptible
de atraer e incorporar disidencias y evoluciones que se producen y producirán
en el campo oficialista.
Resulta
comprensible ante el cuadro que hoy presentan las fuerzas opositoras, la
renuencia y aprehensión que existen en esas potenciales disidencias del
oficialismo para producir desprendimientos significativos, pues no perciben de
nuestra parte una actitud alejada de la retaliación, del pase de facturas y de
la repetición del viejo refrán “tarde piaste, pajarito”. Resulta errónea la
creencia que en el campo adversario todo está descompuesto e irrecuperable,
concebir el cambio y la futura estabilidad, tan solo con las fuerzas que ahora
conforman nuestro bloque, implica una estrecha visión que desconoce los
fenómenos inherentes a procesos de transición de regímenes autoritarios a
gobiernos democráticos.
Ampliar
el frente opositor comporta un propósito político estratégico, para superar la
tragedia actual, alcanzar el cambio político, lograr la gobernabilidad
necesaria para posibilitar el reencuentro entre los venezolanos y garantizar un
rumbo de progreso en paz.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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