Por Andrés Stambouli
¿Qué tan factible resulta que
la negociación entre Gobierno y oposición produzca un viraje importante en la
conducción política del país y que implicaría que no se logre avance alguno?
Imaginarse el futuro prescindiendo de las características del momento presente,
da para lo que uno quiera y para lo que dé la imaginación; más complicado e
incierto es hacerlo considerando el presente en toda su complejidad.
Puesto coloquialmente, éramos
menos, con menos problemas y necesidades y mucho más recursos; ahora somos
mucho más, con bastante más problemas y necesidades y mucho menos recursos de
todo tipo. Generar riqueza y talentos, generar convivencia y confianza, generar
democracia y Estado de derecho, generar mucho mejor calidad de vida para todos,
debe ser, sin duda alguna, el “por hacer” en una situación de viraje importante
en la conducción política del país, a raíz de la negociación que está por
empezar, pero no es tan evidente que este sea el “por venir”.
El núcleo central del mapa
ideológico y cognitivo de los actuales gobernantes presenta severas
limitaciones para generar todo lo anteriormente mencionado, amén de bienestar
anímico; es más bien un generador de malestar y mal vivir, angustia, ansiedad,
temor, incertidumbre, desesperanza, en una gran porción de la población. Su
revolucionarismo anti liberal desprecia la convivencia, vivir y trabajar junto
con, y solo aboga, a lo sumo y a regañadientes, por la coexistencia, existir al
lado de…
Estamos en presencia de dos
cosmovisiones enfrentadas, la revolucionaria confrontacional, excluyente y
antipolítica, y la democrática liberal, pluralista, convivente y política, cada
una con su respectiva narrativa de autolegitimación, ambas, hasta ahora, en
combate permanente, sin que ninguna de las dos haya logrado anular y eliminar a
la otra; ambas existen y se resisten recíprocamente, como diría Ortega y
Gasset, y tal como están las cosas, de permanecer el país bajo los lineamientos
políticos actuales, lo más probable es que esta coexistencia tensa y
conflictiva entre ambas cosmovisiones, se prolongue en el tiempo, con su
secuela de enormes carencias vitales para la población.
La negociación está llamada a
procurar un viraje importante en la conducción política del país, mediante un
entendimiento inédito de gobernabilidad entre ambas cosmovisiones,
independientemente de cual de las dos sea gobierno; sólo así pudiera pensarse
en un país más amable que el actual. Y al revés, de no ocurrir tal
viraje, gobierne quien gobierne, nada bueno se puede vislumbrar en el
porvenir del país. El gran reto es el de pasar de la intolerancia recíproca,
paliado por momentos de coexistencia, a una convivencia que nos vuelva a
integrar en comunidad política nacional. ¿Deseable? Sí, ¿Realizable? No tan
seguro ni fácil.
¿Qué probabilidad de
ocurrencia tiene tal viraje? Dependerá de lo observado en el día a día del
comportamiento de los actores del poder y su disposición y voluntad en poner el
país por delante, en los eventos que están próximos: la negociación en marcha y
la elección presidencial. Cada uno de estos eventos puede producir variados
resultados que condicionarán el desenlace de diferentes maneras pero en
general, el monto de apremios, necesidades, crisis, calamidades nacionales es
tal, que debería imponerse un entendimiento mínimo entre los dos actores con
cosmovisiones confrontadas, en función de la gestión de la crisis nacional; es
lo deseable.
Sólo un acuerdo de gobernabilidad
suscrito entre las dos visiones en pugna podrá sacar al país del marasmo.
18-12-17
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