Fernando Camino Peñalver 30 de diciembre de 2017
@fernandocaminop
Con
estas sagradas palabras altos jerarcas del régimen intentan frenar el
movimiento telúrico que estremece las bases chavistas. El epicentro del sacudón
fue el “embarque” del gobierno que dejó
a sus seguidores con “el bate en el hombro”, por el incumplimiento de
“picharles” el pernil de navidad. Dios y pueblo repetía insistentemente el
creador del Socialismo del Siglo Veintiuno, pero el pueblo chavista al parecer
por los últimos acontecimientos, no los librará del pecado de no honrar la
porcina promesa electoral.
No es
tan sencillo como algunos tweeteros pretenden interpretar “la primavera del
pernil” y la influencia que tendrá en el venidero proceso de las elecciones
presidenciales: no es el pernil, es la economía. Resulta que el engaño del
pernil es la gota que rebasó el vaso de la paciencia, de esa población de un
25% del electorado que inexplicablemente junto a la cúpula militar sostiene al
oficialismo.
Desde
la implantación del régimen y a pesar de la destrucción sistemática del sector
productivo privado, el gobierno gracias a los petrodólares pudo mantener a
nuestra población con niveles
aceptables de abastecimiento y de consumo. Pero llegó un momento que el
régimen, ni siquiera con el barril de petróleo a un precio promedio de cien
dólares, pudo solventar la falta de producción del sector privado. Para poder
seguir con un abastecimiento basado en importaciones el gobierno opto por la
vía del endeudamiento, generando de esta manera una deuda externa pública de un
monto aproximado a los cien mil millones de dólares y de cincuenta mil millones
de dólares contraída por Pdvsa.
La
caída de los precios y de la producción de petróleo, la corrupción en el
otorgamiento de divisas, el pago de la absurda deuda externa, la contracción de
la demanda interna de bienes y servicios, la falta de seguridad jurídica, entre
otros males, crearon la “tormenta perfecta” que hoy azota nuestro país:
Estancamiento económico con hiperinflación de precios. La peor pesadilla para
cualquier nación.
Nuestra
población más humilde que vivió cierto bienestar, debido a las migajas
sobrantes del festín del despilfarro y la corrupción del régimen, enfrentó la
realidad: escasez y carestía de bienes y servicios. La base chavista fue
descendiendo de un sesenta por ciento de electores a un 25%. Esta población
votante en gran parte es de los sectores más vulnerables de nuestra población,
son los que hoy protestan por hambre y frustración.
El
proceso de industrialización que tuvo nuestro país a partir de la década de los
sesenta del siglo pasado, generó un fuerte impulso al sector de la producción
porcina y avícola, reduciendo las importaciones hasta llegar al pleno
abastecimiento tanto de consumo directo como de los elaborados. Este
crecimiento se debe al desarrollo agroindustrial de las empresas fabricantes de
alimentos balaceados para cerdos y aves. Y también al trabajo diario de
porcicultores, avicultores y de los productores agrícolas.
La
materia prima del alimento balanceado: maíz amarillo, sorgo, subproducto de la
extracción de aceite de soya y otros rubros en menor cantidad, fue suplida
hasta en un ochenta por ciento con producción nacional, hasta que la
boliburguesía importadora decidió acabar con esta producción.
El
sector de la producción avícola y porcina, fue la única actividad de la
producción agrícola animal que deliberadamente el régimen quiso que
sobreviviera. Esta actividad sobrevivió porque la boliburguesía
importadora vio en la importación de
materia prima del alimento balanceado un filón para sus negociados con el
otorgamiento de los dólares preferenciales. Al destruir la producción nacional
y mantener activas las granjas de cerdos y de aves, tendrían donde colocar la materia
prima importada por ellos.
En
2012 el sector porcino produjo 350 mil toneladas de carne de cerdo. Este año la
producción solo alcanzó unas noventa mil toneladas, la oferta nacional de carne
de cerdo por persona al año se redujo de doce kilos en 2012 a tres kilos por
persona en 2017. Sin la abundancia de dólares para importar la materia prima,
el régimen abandonó a su suerte a la anteriormente protegida actividad porcina.
La falta de alimentos balanceados, de medicinas veterinarias, de energía eléctrica
y de combustibles, terminaron de completar el cerco de la actividad porcina.
La
ausencia de una Política de Estado que ejecute un Plan Agroalimentario para el
Pleno Abastecimiento de alimentos, permitió que la producción porcina y avícola
se convirtiera en una actividad de ensamblaje. El afán de lucro de la
boliburguesía importadora ha impedido la integración de ambos circuitos con la
producción nacional, manteniendo una dependencia de la materia prima importada
que en la práctica hace que la carne de cerdo, de aves y los huevos son la
conversión de cereales y oleaginosas importadas en proteínas ensambladas en las
granjas nacionales.
Fernando
Camino Peñalver
@fernandocaminop
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