Por Marino Alvarado
Parecía una locura. Una idea
descabellada. Convocar un cacerolazo en plena festividad del 31
de diciembre. No sé de quién fue la iniciativa. Pero sea quien haya sido,
logró motivar algunos sectores de la población. Lo que parecía imposible se
hizo realidad. En varias ciudades del país los tradicionales cohetones fueron
sustituidos por cacerolazos en rechazo al gobierno. La ineficacia e
indolencia de este gobierno, produjo que hasta en plena celebración de año
nuevo la gente no dejara de protestar.
Una acción tan pacífica como
tocar cacerolas ya es en Venezuela un acto subversivo en la narrativa
autoritaria del gobierno. Pero el nivel de angustia y desespero
en las familias sobre todo las más pobres, va transformando el hambre en protesta y resistencia.
Por eso, las cacerolas del 31 de diciembre son sólo un titular de lo que viene
en cuanto a disposición de lucha.
2017 fue un año de lucha. Fue
el año de la Rebelión Popular abril-julio. Una Rebelión
lamentablemente derrotada, pero que dejó importantes experiencias de lucha
colectiva. Una experiencia de acción pacífica colectiva masiva que
servirá para las luchas que vienen por exigibilidad de los derechos y
por el rescate de la democracia.
2018 se perfila como un año de
continuidad de esa lucha por un mejor país. La resignación y desanimo que
dejó la derrota de la Rebelión empieza a sacudirse y las acciones reclamando
derechos empiezan a incrementarse progresivamente. El galopante costo de
la vida que evapora los ingresos familiares con rapidez y el caos que se
vive en los servicios públicos impulsa a la población a salir de
nuevo a las calles. Pero una protesta descoordinada, sin objetivos claros,
puede ser capitalizada por intereses nada positivos para las mayorías.
Será vital este año reafirmar
el carácter pacífico de la acción de calle para sumar más y más
sectores. Debemos rechazar todo intento de conducir el descontento a saqueosque
terminan enfrentando pueblo contra pueblo. Escucho a veces en el transporte
público cómo personas, con mucha tranquilidad, se refieren a esa opción, que al
final solo terminará agravando las penurias de la mayoría, justificando la acción
represiva del gobierno y generando más violencia en un país azotado por la
violencia. Lucha firme, coordinada y pacífica debe ser el propósito.
El 31 de diciembre se constató
la otra particularidad del año que expiró. La de la represión despiadada contra
la población. El año terminó con el asesinato, por parte de la Guardia
Nacional Bolivariana, que impuso el terror todo el año, de la joven embarazada
Alexandra Conopoi cuando trataba de obtener un poco de carne en el sector
Mamera, Distrito Capital. Se conoció igualmente de la presunta ejecución, por
parte de este mismo cuerpo armado del Estado, de cinco personas a quienes
habían detenido unas horas antes.
2017 fue un año de represión.
De días y noches de terror. De masivas detenciones arbitrarias. De cientos
de presos políticos, de juicios masivos de civiles en tribunales
militares, de mujeres y hombres torturados, de personas asesinadas por el
excesivo y abusivo uso de la fuerza para responder a la protesta
social. El año en que quedó más que evidenciado que esa aspiración de construir
un nuevo modelo policial respetuoso de los derechos humanos fue
echada a la basura por el gobierno. Reaparecieron las viejas prácticas
represivas, las que supuestamente no se repetirían, pero que no solo se
volvieron a aplicar sino que se ejecutaron con más saña.
2017 fue el año en que el
gobierno mostró con toda nitidez su rostro de dictadura. El 31 de
diciembre, con las acciones de la GNB se confirmó.
Recordemos que, dos días
antes, Maduro había ordenado a la fuerza armada usar todo su poder de
fuego contra el pueblo. En la narrativa de la élite que gobierna toda
persona que en la calle reclama derechos es un subversivo. La protesta
legítima de la población rechazando el costo de la vida, reclamando mejores
servicios públicos o seguridad ciudadana, es calificada como desestabilizadora.
Un gobierno empeñado en mantenerse en el poder a costa de lo que sea,
posiblemente seguirá produciendo graves violaciones a los derechos humanos.
El último día de este año fue
una combinación de protesta social con represión. Pero, lo más importante a
destacar es que un pueblo que cambia la celebración de fin de año por repudio a
la dictadura, es un pueblo que está dando una buena señal en el esfuerzo
de recuperar la democracia y seguir empeñado en lograr a mediano
plazo una mejor Venezuela. Sigamos adelante. Por más que repriman no podrán con
la disposición de lucha del pueblo. Nos espera un 2018 de victorias.
03-01-18
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