Por Carmen Beatriz Fernández
Mientras escribo estas
líneas y aún el órgano electoral venezolano deshoja la margarita con
la fecha de unas próxima elecciones presidenciales adelantadas, pierdo la
cuenta de cuántas estampitas y mensajes de aliento he leído, pidiéndole
a Lorenzo Mendoza que se lance al ruedo electoral. Imágenes gráficas
con toque más o menos profesional, un grupo de apoyo en Facebook con más de 50
mil seguidores, lo que parece un sofisticado “jingle” de campaña, una
importante encuestadora que lo ubica como claro “frontrunner”, y hasta una
marcha en peregrinación a las oficinas del exitoso empresario, son sólo algunas
de las muestras de soporte a un candidato que en ningún momento dice
que quiera serlo…
Aunque las redes sociales no
son técnicamente la referencia más adecuada para realizar una medición
política, son un submundo del país bastante más parecido al país
opositor que al del elector en general, y, precisamente por ello, son
indudablemente indicadores para medir las simpatías hacia el empresario. Que
Lorenzo Mendoza suene como puntero es un claro un indicador de lo que opina el
elector opositor y lo molesto que pueda estar con su clase política.
Un outsider aparece
cuando hay hartazgo en la sociedad. En 1998 tanto Hugo
Chávez como Irene Sáez fueron outsiders y lograron captar a un
sector de la disidencia de la vieja política. Aparecen en la periferia de los
partidos tradicionales. Un outsider es capaz de amalgamar el descontento y
crear una ola que gane elecciones por fuera de los partidos políticos. Los
outsiders pueden ser militares, reinas de belleza, académicos, sacerdotes, o
empresarios. En el continente y en el mundo, hay ejemplos abundantes: Alberto
Fujimori en Perú, Fernando Lugo en Paraguay, o Mauricio Macri en Argentina
fueron outsiders en su momento. Hay también casos notables de outsiders
empresarios: Martinelli en Panamá, o el mismísimo Donald Trump en los Estados
Unidos.
Pero creo que afirmar que
Lorenzo Mendoza es solamente un empresario “outsider” es banalizar el análisis.
Mendoza no es cualquier empresario, es el hombre a la cabeza de la más
importante de las industrias de alimentación del país: nada menos que la arepa
y la cerveza. Su nombre surge en el contexto de la más terrible pauperización
de la sociedad venezolana, en una sociedad en la que el tema principal que
flota por los aires y domina los pensamientos del elector es dolorosamente
concreto: HAMBRE.
Acción Democrática, el
principal partido de la democracia venezolana sedujo a la sociedad de 1947 con
un lema que se convirtió en la síntesis de su propuesta a la sociedad: “Pan,
Tierra y Trabajo”. Es verdaderamente dramático que 70 años después la oferta
que demanda los venezolanos se haya reducido sólo al pan (o la arepa).
Por otro lado, la emergencia
de Lorenzo Mendoza como actor principal de las demandas políticas de la
ciudadanía también representa otro aspecto importante: una sociedad que aún no
se resigna a ser tiranizada por un modelo socioeconómico inviable. El
apoyo espontáneo a Mendoza significa también el apoyo a un modelo
capitalista de desarrollo, que le de espacio al sector privado de la
economía, y que ofrezca oportunidades basadas en el esfuerzo y la capacitación.
Apoyar a Mendoza es rechazar lo que durante 20 años la Revolución
Bolivariana ha tratado de inculcar: un modelo socialista de subdesarrollo.
“Tener una buena educación y trabajar duro” son los dos elementos claves que en
los que confían los ciudadanos de las economías capitalistas de acuerdo al
estudio Global de Valores de Pew[1]. Pues sorpresa: ambos elementos son
certezas profundamente arraigadas entre los venezolanos. El 86% de los
venezolanos cree que tener una buena educación es fundamental para triunfar en
la vida, y otro 67% asegura que el trabajo duro es fundamental para el éxito
personal. Un 67% de los venezolanos asegura que es una economía de libre
mercado la que garantiza el bienestar de las mayorías, un porcentaje
equivalente al de Israel o el Reino Unido, y bastante superior a lo que al
respecto opinan brasileños (60%), chilenos (57%), peruanos (53%), colombianos
(49%), o incluso la media global de 62%. Es decir, un subproducto no deseado de
la revolución venezolana es que el país está deseando abrazar con fervor el
capitalismo.
¿Puede entonces ganar la elección
Lorenzo Mendoza? No necesariamente. En una democracia normal una
sociedad se puede topar con un outsider, que la enamore, y gane la elecciones
contando con experticia suficiente en términos de comunicación y marketing
político, y un esfuerzo organizativo importante. Pero la venezolana no será una
elección presidencial convencional. Será una elección hecha a la medida del
traje de dictador que estrena Maduro. Una elección con los principales
liderazgos del país inhabilitados, sin que puedan sufragar los más de dos
millones de electores que recientemente emigraron, sin renovación ni equilibrio
en el árbitro electoral, con una observación internacional no cuestionadora que
disfrute las mieles del “turismo electoral” ofrecidas por unos anfitriones gobierneros.
Tras el fracaso de los últimos esfuerzos razonables por tener condiciones
electorales mínimas, hecho en República Dominicana, muy probablemente
la elección presidencial no carecerá de condiciones electorales
competitivas y equilibradas. Será lo contrario del deber ser de un sistema
electoral equilibrado: tendremos normas flexibles y resultados muy predecibles:
la reelección del presidente más impopular que recuerde la historia.
La figura de Lorenzo Mendoza
le calza perfectamente a la sociedad, pero no basta con ello. Le
faltaría estructura política. Si bien es cierto que partidos políticos
fuertes son necesarios en democracia, en dictadura lo son más aún. En una
elección como la que veremos en Venezuela, con las preferencias políticas tan
bien definidas, hace falta un buen mensaje y el correcto mensajero que conecte
con las necesidades sentidas. Pero no es el marketing político lo más
importante. Lo vital será la presencia de estructuras, la lógica y disciplina
de partidos que actúe con fuerza en el control electoral. Mendoza es un
candidato casi-perfecto, pero jamás podría ganar una elección sin partido. Los
partidos son el vehículo indispensable para que un candidato (outsider o no)
logre concretar sus posibilidades. Una candidatura en un régimen como el
venezolano es inviable si la figura no se respalda por una estructura política
fuerte. Que sea legal o esté ilegalizada es quizás lo de menos…
06-02-18
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