Américo Martín 08 de octubre de 2018
Promete
el doctor Escarrá que en la Constitución no habrá “cacería de brujas”. Confiesa
así ser co-autor del texto por aprobarse, lo que anticipa un estilo alambicado,
cimentado –supongo- en argumentos que enloquecerán a sus alumnos de Derecho
Público.
No hay
en las 26 Constituciones que hemos tenido, algo como lo que el doctor Escarrá
dice que desterrará. Al presidente Monagas se atribuyó erróneamente haber dicho
que la Constitución es un librito amarillo nacida para ser violada. De color
amarillo se vistió todo pero no con Monagas sino desde Guzmán Blanco hasta
Ignacio Andrade, último liberal amarillo, desterrado por la Restauración
Liberal de Cipriano Castro. Ahora todo se pinta de rojo, quizá hasta que su
último adalid tome el derrotero de Andrade.
Para
ser violada se dictó la de 1999, y de allí nace llamar falaces a los gobiernos
socialistas-siglo-XXI. Pero es de presumir que algo más diabólico incluirá la
que se gesta: ¿Qué hacer para impedirlo? El dilema no es voto o rechazo
adornado de alegaciones principistas destinadas al olvido. Hay que diseñar
políticas serenas y bien meditadas. En eso están muchos.
Por
miedo a la Justicia el oficialismo pretende perpetuarse. El fraude depende de
la fuerza relativa que en el momento preciso conserve cada quien. Sí finalmente
la trampa funcionara, dado el duro aislamiento que a duras penas soportan,
quizá esa malévola Constitución salga más averiada que la insostenible ANC,
nunca sometida a referendum ni con el actual CNE. Le temen a la opinión más de
lo que admiten.
El
peso de la opinión vuelve a la carga con la deserción de la jueza militar,
agredida hasta el absurdo por quienes no reflexionan sobre el significado de su
ruptura. Se había visto ya en el Aula Magna, cuando opositores inteligentes
hicieron oír la voz de Alí Primera en correcto intento de atraer hacia la
unidad nacional el intenso malestar reinante en la entraña del régimen. Cierto
radicalismo reaccionó maltratando a Primera con odio inaudito.
– Admito mis errores, dirá infructuosamente
Miraflores a sus osados críticos, pero si me abandonan encontrarán puños y no
manos abiertas.
El
Estado de Derecho se cimenta en la Justicia, no en la Venganza. Y la Justicia
no tolera la impunidad pero tampoco que el odio y la venganza la sustituyan. Si
eso no se cumple, digámosle adiós a la democracia y resignémonos al círculo
vicioso de dictaduras sucediéndose unas a otras. La suprema justicia exige el
salto de la dictadura a la democracia. Y ese cambio fundamental pide sabia
conducción, más que retórica encendida. Hablar como colectivos, puede
transmutarlos, sin quererlo, en colectivos. Puesto que en el oficialismo
tienden a desasirse, no es tiempo de agredir a las primeras sino de alentar a
intensificar el pluralismo y fuerza de cambio.
Los
perseguidos, torturados, deudos y hundidos en el infierno del hambre preferirán
un liderazgo firme, inteligente, capaz de lograr la más amplia unidad nacional
en busca de logros que la gente vea, en lugar de perderse en sonoridades
inocuas.
¿”Impunidad”
o Miopía Política? That´s the question.
Américo
Martín
@AmericoMartin
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