Luis Manuel Esculpi 09 de octubre de 2018
@lmesculpi
Una
nueva ola recorre América latina. No precisamente la que hasta hace poco era
consigna voceada en los actos del oficialismo. No es la del mal llamado
“socialismo del siglo XXI”. Tampoco la espada de Bolívar.
La
proyección de las calamidades que sufrimos los venezolanos se ha expandido por
esta parte del continente, el éxodo masivo de venezolanos hacia los países
vecinos ha ejemplificado la tragedia venezolana, sensibilizando a la opinión
pública y a la comunidad democrática internacional.
El
tema de Venezuela ha estado presente en los recientes procesos electorales en
Brasil, Argentina, Chile, Colombia y Méjico, el contenido de las campañas ocupo
un destacado lugar la situación que se confronta en nuestro país. Importantes
aliados del régimen no sólo han sido derrotados electoralmente, varios de ellos
tienen en común que han sido denunciados por hechos de corrupción.
El
escándalo de los Kischner, la pareja presidencial, donde se han señalado
cantidad de sobornos con empresarios contratistas del estado y el manejo
descarado de millones de dólares en efectivo, hechos por los cuales está siendo
procesada Cristina Kischner; recientemente un alto exfuncionario argentino
Claudio Uberti, visitante frecuente a nuestro país y quien operaba como una
especie de enlace entre el gobierno argentino y el venezolano, reveló que solo
en una operación de compra de bonos, obtuvieron 50 millones de dólares y que
les correspondió 25 millones a los responsables de la acción en cada país. Este
hecho está relacionado con el famoso caso de la maleta de Antonini Wilson.
El
caso de Lula condenado a 12 años de cárcel por corrupción, quien tenía una
limpia trayectoria como dirigente obrero (obrero de verdad, verdad) es
emblemático por los rasgos comunes, de los gobiernos que más se identificaron
con el ” socialismo del siglo XXI”.
Una
empresa de construcción brasileña Odebrecht si “recorría América latina” con
contratos y comisiones y según declaró el testigo Euzenando Azevedo, Venezuela
fue el segundo país donde se repartió más comisiones; señalando que entregó 35
millones de dólares solo para una campaña presidencial del oficialismo, no es
de extrañar que sea así porque las obras de construcción más importantes
proyectada en el país fueron asignadas a esa empresa, la mayoría de ellas no
fueron entregadas en los plazos previstos y no han sido concluidas.
El
expresidente ecuatoriano también ha sido investigado en su país por presuntos
hechos de corrupción hasta el punto que señala: ” Soy responsable político de
la corrupción, pero no en lo judicial”.
Es
destacar que en los casos mencionados, esos mandatarios -igual que en
Venezuela- llegaron al poder denunciando hechos de corrupción, y también igual
que acá luego desde el gobierno incurrieron en delitos incluso más graves a los
que antes denunciaron.
Cuando
en las controversias electorales se menciona a Venezuela, es porque no lo
consideran un ejemplo a seguir, muy al contrario los adversarios de quienes se
asocian al modelo que se pretende implantar en nuestro país, lo utilizan como
una referencia de lo que no desean para sus respectivos países.
Los
resultados electorales recientes -con la excepción de Méjico- muestran una
tendencia pendular, frente a los fracasos de gobiernos supuestamente de
izquierda, tiende a favorecerse a las posiciones más conservadoras. El desastre
del gobierno de Maduro le ha hecho un gran favor a las fuerzas que dicen
combatir, perjudicando no sólo a la izquierda que pretenden representar,
aquella que Teodoro designa como “borbónica” por lo de que “ni olvidan, ni
aprenden”; sino también a las opciones democráticas, progresistas y de avanzada
que el imaginario colectivo la vinculan con un modelo fracasado en todos los
lugares donde se ha intentado imponer.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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