Julio César Arreaza B. 07 de octubre de 2018
Volvamos
a los orígenes auténticos del pensamiento venezolano. Rómulo Betancourt se
erige magnífico como un pensador que desde temprano en el siglo XX tuvo una
clara concepción de la democracia y el programa modernizador de Venezuela. Allí
quedó plasmado en el Plan de Barranquillas, un sueño de país bien elaborado, si
bien es verdad lo que algunos destacan con “un cierto fervor materialista y
marxista inicial”, pero eso pasó muy
rápido.
Allí
se contempló claramente la preeminencia de la soberanía popular a través de
elecciones limpias con voto directo, secreto y universal.
Coincido
con la tesis del historiador vivo más importante del país, Germán Carrera
Damas, que el 18 de de octubre no se actuó con improvisación de parte de
Betancourt sino fue algo bien meditado. El día anterior en el Nuevo Circo,
había esbozado el programa de lo que en realidad pusieron en práctica desde el
poder. Tenían en mente los octubristas civiles y civilistas que la Democracia
nunca se ha detenido ante la muralla de los cuarteles, lo que ignominiosamente
sucedió con este régimen abyecto de 20 años.
Lamentablemente
el acuerdo tan bien labrado en torno a un candidato unitario hecho realidad con
Diógenes Escalante se desmoronó por su súbita enfermedad. Luego fue imposible
lograr con Medina un nuevo acuerdo en torno a otra figura. Se negó. Volvió a
sus fueros gomecistas al designar a su sucesor a dedo, un civil buena gente
pero anodino y andino, esto último era una rémora a la que no estaba dispuesto
a renunciar, por eso Arturo Uslar Pietri no pudo ser candidato. Tanto López
Contreras e Isaías Medina Angarita, a pesar que significaron un viento fresco
del sistema político hasta ese entonces imperante, siempre encarnaron la parte
final de un régimen autoritario y aberrante.
El 18
de octubre no fue un golpe militar. Betancourt ya había dicho que la sociedad
quería tener a un civil en el poder. El 18 de octubre fue un golpe
cívico-militar y reivindicó enseguida la soberanía popular y el establecimiento
de la república. Así como el ejercicio democrático del poder.
Veamos:
la formación del poder a través de la vigencia de la soberanía popular,
ampliaron el universo electoral con la
incorporación de las mujeres, los jóvenes mayores de 21 años y los analfabetas;
ejercieron el poder con responsabilidad y moralidad administrativa; y la
finalidad del poder con políticas nacionales no en beneficio de un determinado
sector. No se llamaron revolución porque estaban desprestigiadas con los
patéticos montoneros del siglo XIX. Pero si lo fue, porque sus conquistas
quedan y son defendidas por la sociedad, a pesar de los esfuerzos ignominiosos de este régimen
de demoler la república, pero al final será derrotados y sepultados en el
basurero de la historia.
¡Libertad
para los presos políticos y regreso de los exiliados!
Julio
César Arreaza B.
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