Alexander MARTINEZ 03 de octubre de 2018
Nuevas
sanciones, una denuncia por crímenes de lesa humanidad, amenazas de
intervención armada. El cerco internacional sobre el gobierno de Nicolás Maduro
se estrecha, pero ¿acelerará un desenlace de la crisis venezolana?
- Apretando la soga -
Washington
sancionó la semana pasada a la primera dama Cilia Flores y a tres ministros,
incluido Vladimir Padrino (Defensa), sumándolos a Maduro y decenas de
funcionarios acusados de destruir la democracia, violar derechos humanos y
narcotráfico.
Por
las sanciones, Venezuela y su petrolera PDVSA no pueden transar deuda en
Estados Unidos, lo que cerró el financiamiento en medio de la devastadora
crisis del país con las mayores reservas de crudo.
"Estados
Unidos y países de América Latina y la Unión Europea están coordinando e
intensificando su presión", señaló Peter Hakim, de Diálogo Interamericano.
Maduro,
reelegido hasta 2025, también enfrentó la semana pasada una descarga de
presidentes en la Asamblea General de Naciones Unidas, donde denunciaron que su
"dictadura" generó una crisis humanitaria.
El
mandatario estadounidense, Donald Trump, amenazó incluso con una intervención
militar para resolver la crisis que -según la ONU- expulsó a 1,9 millones de
venezolanos desde 2015.
Además,
cinco naciones latinoamericanas y Canadá -apoyadas por Francia- solicitaron a
la Corte Penal Internacional investigar al gobierno socialista por crímenes de
lesa humanidad, mientras el Consejo de Derechos Humanos de la ONU le pidió
aceptar ayuda humanitaria.
- Medidas insuficientes -
A
última hora, luego de que Trump abriera la puerta a un encuentro, Maduro viajó
a la Asamblea General. Aunque buscaba probar que en Venezuela no hay crisis
humanitaria, puso el acento en una reunión con su homólogo estadounidense que
nunca se dio.
Al
contrario, Trump advirtió que las "opciones más fuertes" están sobre
la mesa.
"No
creo que las medidas tomadas hasta ahora por la comunidad internacional
obliguen a Maduro a retroceder y negociar. Está dispuesto a lo que sea para no
abandonar el poder", dijo el internacionalista Mariano de Alba.
Maduro
emprendió un plan para superar la recesión de cinco años y la hiperfinflación,
pero según expertos mantiene el modelo intervencionista que redujo a la mitad
la economía desde 2013.
El
presidente atribuye la debacle a una "guerra económica" para
derrocarlo.
"Es
poco probable que la presión cambie la dinámica política y económica", a
menos que se restrinjan las exportaciones petroleras, consideró Hakim.
Pero
Washington y otros países temen el "efecto desastroso que esto podría
tener en la población y las consecuencias para los mercados petroleros",
añadió.
El
crudo aporta 96% de los ingresos de Venezuela (una tercera parte proviene de
Estados Unidos). La caída de la producción, de 3,2 a 1,4 millones de barriles
diarios en una década, agravó la crisis.
- Quiebre, golpe, invasión... -
Como
un guiño, Washington advierte que las sanciones podrían suspenderse si los
afectados por ellas rectifican el rumbo.
"La
comunidad internacional busca un quiebre en el régimen, sin esperanza de que
Maduro corrija el rumbo", indicó De Alba.
Confrontado
a un gran rechazo popular, el principal sostén de Maduro es la Fuerza Armada,
con amplio poder y oficiales sancionados.
Trump
dijo que Maduro podría ser "derrocado" si los militares quisieran.
Días antes, The New York Times reveló que diplomáticos estadounidenses se
reunieron con militares que tramaban un golpe -uno de ellos sancionado- sin
concretar un apoyo.
Decenas
de oficiales han sido encarcelados este año, incluido un general acusado de
participar en un presunto atentando contra Maduro el 4 de agosto.
Washington
"puede estar dispuesto a trabajar con militares disidentes, pero
preferiría que Perú, Argentina, Colombia, etcétera, hagan el trabajo
pesado" en el plano diplomático, opinó Paul Hare, exembajador británico en
Cuba.
Una
invasión es rechazada en Latinoamérica -con largo historial de intervenciones
norteamericanas-, incluidos los países críticos de Maduro, que tiene como
mayores aliados a China y Rusia.
"Parece
lejana, aunque no puede descartarse", comentó De Alba.
El
fantasma de una invasión alimenta la retórica antiimperialista y -según De
Alba- "hace daño a lo interno" pues desestimula la presión social por
un cambio.
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