Laureano Márquez 08 de febrero de 2019
Fuera
de Venezuela, a muchos les cuesta comprender lo que sucede en nuestro país. Es común
ver a comentaristas en los espacios de opinión e incluso a sesudos analistas
que siguen sin enterarse de lo que acontece en la patria de Bolívar. No es de
culpar -incluso a los que llevamos 20 años padeciendo esta tragedia, nos
cuesta-, pero es menester ayudarles.
Vamos a ver:
¿Es Venezuela una dictadura?
En
primer lugar debemos señalar que hay que distinguir cuando hablamos de
democracia entre legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio. Esto es:
para que un gobierno sea considerado democrático, no sólo debe provenir del
voto popular, sino también comportarse conforme a los principios que dan
sentido a la democracia, a saber: no encarcelar al que piensa diferente, no
asesinar al que protesta, no torturar prisioneros, tolerar la expresión libre
del pensamiento, respetar las minorías, cumplir la Constitución, acatar la
división de poderes, entre muchas otras cosas. Nicolás Maduro en Venezuela ha
perdido ambas legitimidades.
Ni
gobierna de manera democrática, ni cuenta con el respaldo popular.
¿Cómo
es eso -me preguntara usted, querido Dummie-, si el año pasado ganó unas
elecciones? Pues mire usted, le explico: efectivamente, en el año 2018, Maduro
convocó a una elecciones presidenciales que “ganó” con el 67% de los votos
(casualmente el mismo porcentaje que obtuvo Pinochet en el plebiscito de 1980,
pura coincidencia). Las elecciones fueron desconocidas por la oposición y la
comunidad internacional. ¿Y por qué?, pues bueno, le explico con un ejemplo a
ver si le queda claro a la gente de Podemos en España, por nombrar a algún
grupo de los que menos entienden (o quizá entienden muy bien): en 1966
Francisco Franco ganó un referéndum en España para seguir en el poder, ganó con
el 98% de los votos a favor suyo, ¿diría usted por tal razón que Franco no era
un dictador?, pues es exactamente lo mismo, las elecciones venezolanas fueron
tan poco transparentes como las de Franco en 1966, realizadas con la misma
parcialidad, con similar exclusión de las opciones contrarias e idéntica
presión sobre los votantes. Venezuela es una dictadura, tanto como la de
Pinochet y la de Franco, aunque a muchos les cueste entenderlo porque la hallan
más simpática y próxima ideológicamente.
¿Hubo golpe de Estado en Venezuela?
Veamos
primero qué es un golpe de Estado: “Un golpe de Estado es la toma del poder
político de un modo repentino y violento -con el apoyo de la fuerza armada-,
por parte de un grupo de poder, vulnerando las normas legales de sucesión en el
poder vigente con anterioridad”. Pues sí, hubo un golpe de Estado en Venezuela
el 10 de enero de este año -no habiendo sido reconocidos los resultados de las
elecciones fraudulentas del 2018- el periodo constitucional de Nicolás Maduro
se venció, como establece la Constitución y sin la existencia de sucesor electo
legítima y democráticamente en elecciones libres, se produce un vacío
constitucional y Maduro se convierte en usurpador de la presidencia de la
república, amparado en la represión y el apoyo de la fuerza armada. Dicho de
otra manera: de forma violenta Maduro vulnera el ordenamiento legal vigente.
Por tanto sí que hubo un golpe: lo dio Nicolás Maduro. Hasta este momento las
fuerzas armadas de Venezuela son cómplices de este golpe de Estado. ¿Qué les
pide en este momento el presidente encargado Juan Guaidó a los militares? ¿Que
intervengan? No, exactamente todo lo contrario, los venezolanos estamos muy
claros en relación con el daño que la intervención de la fuerza armada ha
producido en la política nacional a lo largo de nuestra historia. Así que lo
que se les pide es, justamente, que dejen de participar en la defensa de un
régimen dictatorial y acaten el mandato de la Constitución, que no se
involucren en política partidista, que no obstaculicen la salida democrática.
¿Juan Guaidó se autoproclamó presidente?
Algunos
comunicadores hablan aún del “autoproclamado presidente de Venezuela”. El
ordenamiento constitucional venezolano establece que la falta absoluta del
presidente será suplida por el presidente de turno de la Asamblea Nacional. No
habiendo presidente electo, por las razones señaladas, se verifica un vacío de
poder, una “falta absoluta” de presidente y corresponde al presidente de la
Asamblea, Juan Guaidó, asumir la presidencia. La Constitución no habla ni de
proclamación, ni siquiera de juramentación, señala que el presidente de la
Asamblea se encarga de la presidencia para convocar nuevas elecciones, se
encarga de manera automática, porque consideró el constituyente que la Asamblea
Nacional, un poder electo por votación popular, es el que puede suplir el vacío
de poder existente. Es decir, Juan Guaidó no se autoproclamó, sino que asume el
cargo como establece la Constitución.
¿Se puede negociar con Maduro o pedirle
que convoque a elecciones?
Como
bien ha señalado el ex-presidente español Felipe González, Maduro ha dado
muestras suficientes de que usa el diálogo para perpetuarse en el poder. Cada
minuto que permanezca en el poder se convierte en un minuto más de muerte para
el pueblo venezolano: bien por la ausencia de alimentos y medicinas, bien por
la dura y cruel represión que cada día se lleva nuevas vidas, especialmente las
de los más jóvenes. Por otro lado, unas elecciones convocadas por Maduro, con
el mismo consejo electoral, no haría sino repetir el escenario del año pasado.
Entonces,
la única solución constitucional y además sensata y pacífica es que (1) cese en
la usurpación, que se constituya, como ya el mundo democrático reconoce, un (2)
gobierno de transición, para que convoque y lleve a cabo unas (3) nuevas
elecciones, esta vez limpias, imparciales y supervisadas por la comunidad
internacional. A los que tanto temen -con justificada razón- “el derramamiento
de sangre en Venezuela”, aquí tienen la ruta para evitarlo que propone la única
representación legal y legítima del pueblo venezolano que existe en este
momento.
Cualquier
otra extrema unción que proponga el régimen que agoniza para prolongar la
dictadura, se traducirá en mayor derramamiento de sangre y violencia en contra
el pueblo de Venezuela y convertiría a los que la avalen en cómplices.
Laureano
Márquez
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