Luis Manuel Esculpi 16 de abril de 2019
@lmesculpi
La
crispación de ánimos pareciera ser uno de los signos en la aguda crisis que
vivimos. El detalle más insignificante en un lugar público puede ser motivo de
una trifulca. En Caracas los usuarios de transporte colectivo, tanto
subterráneo como superficial, pueden
atestiguar sobre las peleas que se producen a diario por banales motivos. Un
simple tropezón o una mirada mal interpretada podría originar desde una agria
discusión hasta un intercambio de golpes.
El
discurso desde el poder durante dos décadas ha sido indubitablemente un
elemento fundamental en la siembra del clima de intolerancia del presente. Si
bien lo podemos observar en las vivencias cotidianas, las redes sociales
expresan de manera destacada ese ambiente que se respira en la sociedad.
El debate
político entre analistas, dirigentes,
militantes e intelectuales, en el campo de los que propugnan el cambio,
sin llegar al extremo de quienes
pretendieron imponer un modelo político inviable, sin embargo no están exentos
del comportamiento intransigente al que nos referimos.
Así
como se puede observar sin mayor esfuerzo la existencia de posiciones extremas
en ambos sentidos, llegando a coincidir en determinadas conductas políticas,
también en el territorio de la alternativa parecieran comenzar a manifestarse
posturas aparentemente irreconciliables.
Un
común denominador de la polémica es el de discutir construyendo “argumentos” que el interlocutor
no ha hecho suyos, igual al no aceptar reflexionar sobre las razones expuestas
distintas a las de uno, asumiendo una actitud inflexible mientras señalamos a
otros de intolerantes. El debate necesario para ser fructífero entre
representantes de la opción por el cambio debiera admitir y comprender la diversidad, distanciado de
quienes se comportan como dueños de la verdad.
La
política en progreso debe ser afinada para poder continuar avanzando, en ese
ámbito la contribución no está confinada tan solo a los principales
protagonistas del quehacer político,
debiera ser ampliada a diversos actores sociales, por supuesto sin desconocer
los logros alcanzados hasta ahora y el papel determinante de la actual
conducción en los aciertos alcanzados.
Una
simple mirada hacia el pasado reciente contrasta objetivamente con el
transcurso del presente año, la renovación de las expectativas de cambio, las
manifestaciones de su amplio respaldo y el sostenido apoyo de la comunidad
democratiza internacional, no han sido fruto de la improvisación, constituyen
en buena medida la paciente labor de ensamblaje de reflexiones y elaboración
del grupo dirigente ha adelantado el desarrollo de una política. Se puede
criticar o diferir de ella, lo que no pareciera justo es negar su existencia y
alcances, en todo caso la realidad arroja datos que evidencian un importante
cambio en la cantidad y calidad de la política alternativa.
El
diseño y desarrollo de una estrategia política no debe, en ningún sentido,
adoptarse como dogmas, adoptando ideas fijas con las que pretenden pontificar,
al contrario requiere de la flexibilidad táctica a tono con la obtención de metas y objetivos para
conquistar el propósito esencial, no se trata de confiar ciegamente en la
conducción, solo de apoyar, sin sacrificar el espíritu crítico, el desarrollo
de la acción desplegada exitosamente.
Vivimos
un proceso inédito, incomparable con situaciones anteriores, visualizar la
continuidad de repeticiones episódicas, no se corresponde con la verdad. La
flexibilidad que se reclama no es tan solo para la opinión ajena, es también
necesaria para la adaptación de la conducta política a las nuevas situaciones.
Las transiciones y sus preludios son procesos originales, no pueden abordarse
desde un manual o recetario, la creatividad en la reflexión y la formulación
del planteamiento estratégico es, en nuestra opinión, lo que puede garantizar
el éxito
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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