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lunes, 2 de diciembre de 2019

Ante el 5 de enero, por @fariasjoseluis




José Luis Farías 01 de diciembre de 2019
@fariasjoseluis

La otra cara:

La proximidad del 5 de enero de 2020 ha elevado las tensiones en el amplio y diverso movimiento democrático venezolano debido a lo que todo el mundo sabe: cumpliremos un año con el mantra a cuestas y el tirano continúa aferrado al poder.

El retraso en el logro de los objetivos planteados (cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres) han convertido al presidente encargado, Juan Gerardo Guaidó Márquez, en centro de todos los ataques, en particular los provenientes del mundo opositor.

Destaca recientemente en ese asedio contra Guaidó, el uso pernicioso de la polémica destitución del ex-embajador en Colombia, Humberto Calderón Berti, su controversial rueda de prensa y la guerra sucia desatada en torno al suceso, alentada en gran medida por el régimen con su poderosa maquinaria en las redes sociales. Un episodio de mucha estridencia en el logro del objetivo principal de sus adversarios: lograr que Guaidó llegue al 5 de enero profundamente debilitado para así imponerle sus líneas políticas, todos bajo la samaritana advertencia de que ¡Guaidó no se deja ayudar!

Ciertamente, caben los señalamientos críticos en la conducción política, sobre todo a la sarta de improvisaciones posteriores al 16 de noviembre, y también la atención cuidadosa a los cuestionamientos éticos sobre presuntos hechos de corrupción que han rodeado el desempeño de algunos dirigentes políticos y funcionarios. Quién puede negarlos.

Pero sin perder la perspectiva de quién es el enemigo principal ni descuidar la necesidad de preservar nuestros principales activos políticos: el liderazgo de Guaidó, la fortaleza de la Asamblea Nacional, el apoyo internacional y el respaldo de los ciudadanos.

La necesidad de un cambio político hacia el restablecimiento de las instituciones democráticas en Venezuela, es un consenso del que solo disiente la pandilla usurpadora del poder trocada en un Pranato, impuesta a sangre y fuego del control del Estado y de la sociedad.

Paradójica y desgraciadamente, es ese un acuerdo general ampliado en los últimos años a casi todo el conjunto del país cuya realización se ha retrasado más de lo debido y deseado por la inmensa mayoría de los ciudadanos generando un cuadro de abatimiento que favorece al déspota Nicolás Maduro.

La euforia que envolvió a la mayoría de los venezolanos desde comienzos del año, despertada sobre todo a partir del 23 de enero de este 2019, con la decisión tomada ese día por el diputado Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, de asumir la presidencia encargada de república con base a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución Nacional, se ha apagado en gran medida.

Ese acto de coraje y audacia política en medio de la más grande concentración humana de la historia del país, ha debilitado su impacto con el transcurrir del tiempo al no haber logrado su propósito final y ante la proximidad del cumplimiento de un año de su ejercicio el próximo 5 de enero fecha en la cual estaría planteada su ratificación o remoción del cargo que obstenta.

Son muchos y variados los factores que explican el debilitamiento de esa enorme expectativa, levantada incluso en sectores adeptos al régimen, que vieron con simpatía la posibilidad de una salida a la terrible crisis que nos agobia.

En términos políticos y de opinión pública la responsabilidad de no haber alcanzado el objetivo de poner cese a la usurpación se achaca con fuerza al principal protagonista de esta historia, el todavía presidente encargado Juan Guaidó.

Pero pongamos los pies sobre la tierra y digamos las cosas de modo sencillo y directo: el cambio no se ha producido porque no se ha podido y no se ha podido no por falta de una estrategia ni del ajuste necesario a la mismos, sino porque enfrentamos a una banda criminal sin ningún tipo de escrúpulos que se ha atrincherado y se resiste a salir del poder

El régimen ha logrado construir una suerte de burbuja creando una sensación de mejoramiento de la situación económica a través de la brutal dolarización de la economía y con artificios de todo orden para contener que el descontento social se troque en acción política.

¿Qué hacer? Corresponde a Guaidó la iniciativa por ser el líder de esta cruzada y haber puesto en ello un inmenso sacrificio que todos debemos reconocer.

Las pautas de esa actuación son sencillas y claras: evitar nuevas improvisaciones , hablarle pronto y con la verdad por delante al país, asumir su responsabilidad ante lo sucedido con un gran gesto de desprendimiento y plantear su disposición a revisar totalmente la ruta política planteada para hacer todos los ajustes necesarios que deberán ser anunciados el próximo 5 de enero de 2020 .

José Luis Farías
@fariasjoseluis

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