Por Gregorio Salazar
Uno de esos capítulos inverosímiles y vergonzosos que nos dejó
la historia venezolana del siglo XX es aquel vinculado a la aparatosa huida del
dictador Marcos Pérez Jiménez en el avión “La vaca sagrada” dejando en tierra,
olvidada o porque no pudo con tanto botín, una maleta contentiva de un millón
de dólares o un monto aproximado.
No le hizo falta la abultada suma, es verdad, en su dorado exilio,
primero en Miami y luego en Madrid, con un breve intermedio no tan confortante
en la Penitenciaría General de Venezuela en San Juan de Los Morros, pues él
como otros personeros de su régimen vivieron opulentamente hasta el fin de sus
días con los dineros robados a los venezolanos.
El episodio se mencionaba a lo largo de los gobiernos de la
democracia como un hecho emblemático de la corrupción durante los diez años de
la tiranía y perduraba en la memoria de los venezolanos, por lo menos hasta
tiempos recientes, pues en nuestros días la historia, y mucho más esos detalles
menores, se difuminan y se deforma, se deja de enseñar o, simplemente, comienza
a partir de la aparición de Chávez en escena. Nada más importa, como no sea
para convertirla en una narrativa envilecida.
Lo que
sí no se nombraba y mucho menos se recuerda es que la cuantiosa suma en dólares
que dejó el dictador no pudo escapar de la rapiña militar y a comienzos de
1959, ya durante el gobierno de Rómulo Betancourt, se dio inicio al juicio a
dos militares: el capitán Villarroel y el teniente Plaza que no se resistieron
a la tentación de meter las manitas en aquella valija abandonada repleta de la
codiciada verdolaga.
La corrupción ha sido una invitada de lujo a lo largo de nuestra
historia. Uno de los generales más renombrados y más leales a Bolívar en la
guerra de independencia perdió a los naipes reales que eran para financiar la
guerra. El
Libertador dictó pena de muerte para los corruptos en 1824. Muy
pocos gobernantes no han sido salpicados por el lodo de esa inveterada
práctica.
A la lucha contra la corrupción o a su utilización como arma de
destrucción política debemos importantes giros de nuestra historia. Tal vez el
más protuberante sea la polémica destitución y enjuiciamiento de Carlos Andrés
Pérez, cuyo gobierno si se juzgara por algunos medios de la época había llevado
a Venezuela a niveles exorbitantes de corrupción, pese a que al final no
proliferaron denuncias o juicios de relativa importancia contra otros de sus
ministro o personeros de importancia.
Sin embargo, con el antecedente del Sierra Nevada encima y el
nuevo caso que se ventilaba no fue difícil que el estigma de la corrupción
arropara a CAP II, embarcado además en una combatida reforma económica.
A la
postre, en ese clima convulso del acontecer nacional la lucha contra la
corrupción fue el gran estandarte con el que se justificaron los golpistas del
4-F y el 27-N.
Ya en el poder, Chávez demostró que no venía precisamente a
combatir el terrible flagelo, proclama por la que se había rasgado las
vestiduras y ganado el favor popular. Nombró a un parcial suyo, obsecuente
seguidor, Clodosvaldo Russian, como Contralor General y lo reeligió en el
cargo. Rompió una regla que mantenían los viejos partidos: el contralor y la presidencia
de la Comisión de Contraloría de Diputados le pertenecía por regla de terreno a
la oposición, dentro del necesario juego de contrapesos democráticos.
Lo demás es historia muy reciente: lo que era robo, rapiña,
raterismo, peculado, se convirtió en un saqueo milmillonario que aunado al
despilfarro, la regaladera con fines clientelares dentro y fuera del país, la
ineptitud y la persecución a la empresa privada ha traído a Venezuela a la
ruina y a condiciones abyectas de vida para sus ciudadanos.
No deja de ser llamativo que la corrupción que tantos costos
políticos acarreó a los partidos tradicionales fuera asumida de manera tan
pasiva e indulgente por vastos sectores de la sociedad venezolana durante estos
20 años de corrupción generalizada.
La
corrupción no va a desaparecer de Venezuela y seguramente de la mayoría de los
países del mundo. Lo que la ciudadanía exige es que sea enfrentada y castigada
con firmeza, con transparencia y de la manera más oportuna.
La Asamblea Nacional enfrenta por primera vez presuntos hechos
irregularidades y de corrupción en su propio seno. Guaidó, el joven que llegó sin pasado
a la presidencia de la AN y de la República, se juega su prestigio, las
presidencias que ejerce y su futuro político inmediato. El 18 de diciembre se
darán a conocer los resultados de la investigación. Venezuela está expectante.
08-12-19
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