Editorial Revista SIC 819
Vivimos en una época en la
cual la democracia como sistema y cultura está en crisis. Hay un resurgir de
los modelos autocráticos. Esta tendencia crece globalmente. En este contexto,
en los últimos años según Benigno Alarcón1, director del Centro de
Investigaciones Políticas de la UCAB, aplicando la categoría del politólogo
norteamericano Steven Levitsky, Venezuela ha transitado del “autoritarismo
competitivo” al “autoritarismo hegemónico”. Lo propio del autoritarismo
competitivo es que se impone por la vía electoral, mientras el autoritarismo
hegemónico se impone de facto y se instala hasta enquistarse y, para ello,
cierra el camino de la vía electoral, construye discrecionalmente su propia
legalidad y desconoce los mecanismos de legitimidad democrática. Por su parte,
la historiadora y analista Margarita López Maya afirma que “vamos camino a un
autoritarismo hegemónico de vocación totalitaria”2. En SIC, desde hace un
tiempo sostenemos que en Venezuela hemos transitado de un “totalitarismo
carismático fallido” a la dictadura per se. El primero se impuso por la vía de
la seducción de las mayorías en un contexto económico favorable dada la bonanza
petrolera, y el segundo por la vía de la fuerza. Más allá de las categorías que
apliquemos para definir el modelo político que se ha instalado en el país, lo
que nos queda claro es que no estamos en democracia. Más aún, si consideramos
los tutelajes y alianzas estratégicas con China, Rusia, Irán, Turquía y Cuba, y
sumamos la radiografía que el informe de derechos humanos del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas, realizado por Michelle Bachelet, hace de nuestra
situación interna, no cabe la menor duda de que estamos ante un régimen de
facto, autocrático y violador sistemático de los derechos humanos.
Esta tendencia creciente
hacia la autocracia a nivel global, en pleno siglo XXI, donde acontece la
revolución digital, se ha convertido en una guerra por la información y la
imposición del mensaje. Hoy más que nunca se evidencia que la “información es poder”.
El control del acceso a la información, de los medios de comunicación y la
imposición del mensaje, son políticamente estratégicos para este tipo de
regímenes. Al poder no le interesa la verdad, la mentira es su estrategia. Esta
mentira tiene tres aristas: ocultamiento, difamación y ficción.
Mentira como ocultamiento
En Venezuela la restricción
del acceso a la información pública es una política sistemática e integral, en
todas las áreas la ausencia de información es el pan nuestro de cada día. El 30
de mayo de 2019, finalmente, el Banco Central de Venezuela publicó las cifras
que dan cuenta del estado económico del país; para el momento llevaba cuatro
años sin ofrecer informes. También, según la ONG Espacio Público (EP), “130
personas fueron detenidas o retenidas en su intento de buscar, recibir o
difundir información durante el año 2018”3. De igual modo, afirma EP que:
… la censura estuvo
vinculada al cese de circulación de impresos por escasez de insumos,
impedimento de cobertura por parte de funcionarios, en especial durante
manifestaciones públicas, exhortos y sanciones por parte de Conatel, así como
ataques cibernéticos y bloqueos a sitios web4.
También destaca:
… el desalojo de lugares e
instituciones públicas, agresiones físicas contra reporteros y trabajadores de
la prensa, detenciones arbitrarias, retenciones y requisas por el hecho de
buscar información, revisión, confiscación, o robos de equipos y material.
Ataques de sedes de medios de comunicación.
La experiencia de las
diversas organizaciones de DD.HH. dan cuenta que en todas las áreas (salud,
educación, economía, medioambiente, seguridad ciudadana, migración, ente otras)
la política del Estado ha sido ocultar y desinformar para generar incertidumbre
y producir mediáticamente –vía propaganda– una falsa realidad desde el poder.
Por eso, el desafío de la sociedad civil es ser fuente de información creíble a
través de investigaciones en las distintas dimensiones de la vida, para generar
confianza y certidumbre, y vislumbrar alternativas y propuestas reales a la
crisis sistémica.
Mentira como difamación
La frase atribuida a
Voltaire “miente que algo queda” es un recurso recurrente de los regímenes
autocráticos para difamar a sus adversarios políticos y sacarlos del escenario,
minando la confianza en su liderazgo. Programas televisivos como “La Hojilla”,
“Con el mazo dando” y “Zurda conducta”, entre otros, pretenden por la vía de la
difamación y la burla destruir la imagen pública de sus adversarios políticos.
Mofarse, ridiculizar e irrespetar la dignidad del otro, busca restarle
credibilidad a quien con su liderazgo ponga en jaque el statu quo.
El poder orquesta campañas
tanto por los medios tradicionales como por las redes sociales, para generar
desconfianza en el liderazgo opositor y en las ONG de derechos humanos que
evidencian las políticas de terror. Lamentablemente, este modo de proceder y
denigrar al adversario va ganando adeptos y configurando el accionar de algunos
voceros políticos de la oposición, generando una atmósfera hostil, de guerra sucia,
distante de la política de altura.
Los actores de la sociedad
civil estamos convocados a rescatar el respeto por el otro, más allá de las
diferencias ideológicas, porque lo que está en juego, no solo es el Estado de
derecho, sino, sobre todo, la cultura democrática y el valor de los derechos
humanos cuya base es el respeto por la dignidad del otro.
La mentira como ficción
ideológica
Aunque el descontento a la
gestión del gobierno raya en un 85 %, las élites del régimen saben que cuentan
con una minoría dura presente en todos los estratos sociales. Esa minoría
necesita de un relato que la cohesione y dote de sentido, y esto lo provee el
adoctrinamiento y la ficción ideológica. Esa minoría se experimenta en una
cruzada revolucionaria y es capaz de exculpar al régimen del desastre
humanitario que vivimos. Hay una línea argumentativa que se repite en este
grupo, independientemente de su formación académica o de su procedencia
socio-económica: la culpa es del imperio, de la guerra económica y otras tantas
más que no vale la pena acotar acá…
Ante la mentira como
estrategia del poder (ocultamiento, difamación, ficción), nos toca como
sociedad civil organizada, y a cada persona en concreto, propiciar la búsqueda
y construcción de la verdad. Esto se hace a través de la creación de espacios
para el diálogo, donde los ciudadanos podamos concertar acuerdos y construir
mensajes movilizadores. De igual modo, investigar y producir información
pública alternativa y, sobre todo, recuperar el reconocimiento y respeto por el
otro.
Si la mentira del poder
pretende encubrir, fragmentar, generar desconfianza para desmovilizar, a
nosotros como cuerpo social nos toca unir, restablecer la confianza y
movilizarnos para transformar social, política y económicamente esta situación.
Urge la búsqueda colectiva de la verdad pues, “la verdad nos hará libres” (Jn
8,31).
Notas:
ALARCÓN, Benigno (2014):
“Vamos hacia un autoritarismo hegemónico”. En: Politika UCAB.
LEÓN, Ibis (1 de septiembre
2017): Afirma Margarita López Maya: “Vamos camino a un autoritarismo hegemónico
de vocación totalitaria”. En: Efecto Cocuyo.
Espacio Público (febrero 12,
2019): Situación del derecho a la libertad de expresión e información en
Venezuela 2018.
Ídem.
10-12-19
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