Luis Manuel Esculpi 14 de enero de 2020
@lmesculpi
No
debería ser objeto de mucha controversia. Lo sucedido no se presta a diversas
interpretaciones, salvo naturalmente para quienes por razones políticas tienen
interés en tergiversar los hechos. Sorprendente es que han surgido posiciones
pretendidamente equilibradas, pero no hacen otra cosa que desconocer la
realidad y colocar en igualdad de condiciones dos eventos con características
absolutamente distintas y contrastantes.
No les pareciera suficiente la legitimidad del acto que aprobó legalmente él
acta de su instalación, comprobando la asistencia, verificando el quórum
reglamentario, votando por cada cargo nominalmente; e instalado por quien tenía
la competencia para hacerlo, trasmitido en vivo por canales de internet y en
presencia de representantes del cuerpo diplomático acreditado en el país.
Algunas
posiciones supuestamente “objetivas”, para equiparar ambos actos, recurren
arbitrariamente a la presunta existencia de quórum, en la reunión promovida por
los tránsfugas tarifados con respaldo del oficialismo, cuando no hay ninguna
constancia de la asistencia y sus principales protagonistas se contradicen al
señalar el número, de los presentes, opinan distinta sobre la forma en que
según ellos se votó y si eso no fuera suficiente ahora señalan con el mayor
descaro que les robaron la lista de asistencia.
Cuando se pretende levantar una polémica basada en cálculos aritmético sin
ningún basamento, y se mide con un mismo rasero las conductas de las fuerzas
democráticas que legítimamente sesionaron y eligieron a Juan Guaido como
Presidente de la Asamblea Nacional, no sólo se está cometiendo una injusticia,
sino se está favoreciendo -consciente e inconscientemente- la patraña
oficialista.
Olvidan
todas las trampas, trapisondas y marramuncias ejecutadas contra el poder
legislativo, desde inventar una figura como el “desacato” para cercenar sus
facultades, elegir de manera fraudulenta la ilegítima constituyente, violar
constantemente la inmunidad parlamentaria al perseguir y apresar diputados;
pasando por alto el gigantesco abuso del destacamento de la Guardia Nacional al
impedir el ingreso a parlamentarios, determinando quienes podían acceder y
quienes no al acto de instalación, el de disponer de numerosos recursos para la
denominada “Operación Alacrán” dirigida a captar varios diputados, la mayoría
de ellos investigados por hechos de corrupción.
Algunos
de los autores de esos análisis presumibles de “equilibrados y objetivos”,
sitúan el problema como resultado de las divergencias existentes en el
territorio opositor, coincidiendo con el discurso del oficialismo y obviando el
verdadero meollo de la cuestión, como lo es la legitimidad de una elección,
claramente demostrada contra la usurpación ilegítima de los tránsfugas y sus
aliados.
Los
integrantes de la denominada mesita se reunieron al día siguiente del atropello
contra la Asamblea con los representantes de Maduro, de haber sido consecuentes
con sus declaraciones iniciales, de las cuales parecen haberse retractado, han
debido plantear públicamente, o condicionar su asistencia al reconocimiento de
la elección de Guaido, muy por el contrario el vocero Bertucci reconoció a los
usurpadores. Sin duda era mucho pedir, sobre todo después de conocer las
posturas de algunos dirigentes, que inexplicablemente le atribuyen la
responsabilidad de los sucesos a las fuerzas democráticas.
Hay situaciones en política que no admiten argumentaciones ambivalentes, son
definitorias. Los protagonistas de la trastada del cinco de enero, no sólo
perdieron una lista, sino el menor sentido de la decencia y la dignidad. A la
hora de pronunciarse sobre los acontecimientos esa característica no puede ser
ignorada, resulta extremadamente reveladora de una actuación no sólo
inescrupulosa, anti-democrática y violatoria de la Constitución, las leyes y el
reglamento interior y de debates que rige el funcionamiento de la Asamblea
Nacional.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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