Luis Manuel Esculpi 17 de noviembre de 2020
Se han desvanecido las expectativas de alcanzar el
cambio político en lo inmediato. El realismo ha ocupado nuevamente el lugar que
le corresponde. Finaliza un año colmado de penurias. Los venezolanos sufrimos
el tercero con hiperinflación, el mes pasado fue la mayor de este año
tenebroso. Las terribles consecuencias sociales se manifiestan en el aumento de
la pobreza y la desnutrición. La devaluación ha pulverizado el valor del
bolívar. La crisis de los servicios públicos es ya insoportable y, para colmo,
esta se desarrolla en los tiempos de pandemia.
Está más que demostrado que los regímenes autoritarios
y dictatoriales pueden sobrevivir pese a situaciones sumamente críticas, el
régimen de Maduro no constituye una excepción. Tiene perfectamente definida su estrategia
política, la celebración de las parlamentarias y la selección de «sectores
opositores» en algunos casos aliados y en otros «leales». Se propone instalar
una nueva Asamblea Nacional en enero y deslegitimar la presidida por Juan
Guaidó.
En paralelo, con la ayuda de sus aliados logra evadir,
en buena medida, los efectos de las sanciones. Intenta ganar algunos
representantes de la empresa privada para una política de apertura económica;
mientras, en su discurso le asigna todas las causas de la crisis a las
sanciones impuestas. El diseño se corresponde con el objetivo de mantenerse en
el poder, para ello, pese a la disminución significativa, cuenta aún con una
base de apoyo popular y el respaldo fundamental de parte de los altos mandos de
la Fuerza Armada Nacional.
Independientemente de los resultados del seis de
diciembre y del desarrollo de la consulta convocada por la oposición, la mirada
de las fuerzas democráticas debe apuntar hacia el próximo año, será crucial
para la redefinición de la estrategia y la recuperación de la iniciativa
política.
Las primeras declaraciones de Leopoldo López en Madrid
pueden interpretarse como un indicio, tácitamente, de marcar un rumbo en esa
dirección. Sin embargo, en nuestra opinión, se requiere ser más explícito, subrayar
la necesidad de delinear la orientación política de las fuerzas democráticas,
en el mediano y largo plazo, superar los errores del inmediatismo y recomponer
su unidad.
Tales propósitos constituyen una tarea inaplazable y
de primer orden. Es harto conocido que los cambios no se alcanzan solo por
desearlos. La voluntad es un factor importante, pero debe estar asociada al
reconocimiento de la realidad y al diseño de lineamientos políticos que valoren
las fortalezas y debilidades del adversario, así como nuestras virtudes y
carencias.
Las redefiniciones, por lo general, conllevan el
necesario reconocimiento de los errores cometidos. En nuestro caso, además,
exigen la necesidad de reencontrarnos con la base social que, rechazando en la
actualidad al régimen de Maduro, no se identifica plenamente con la
representación de la oposición. Igualmente, resulta fundamental dotar a la
estrategia de una organización que se fortalezca con la constitución de redes
articuladas en todo el país.
Los desafíos que se vislumbran para el año próximo
requerirán, pese a las limitaciones existentes, de inventiva para la
comunicación con la base de la sociedad, de amplitud para ensanchar las
alianzas y recomponer los órganos de dirección. Igualmente, para mantener los
importantísimos respaldos que a nivel internacional se han logrado.
Al final del día, la política no es otra cosa que
actuar sobre una realidad para modificarla. Dotarla de un reconocimiento del
escenario para proyectar la acción es parte del abecé de la elaboración
política. No puede ser sustituida por los deseos, ni concebida como desahogo,
tan de moda en los grupos ultras o extremistas.
El rediseño que imaginamos supone, necesariamente,
marcar distancia de esos grupos y bocetear un perfil propio, como fuerzas que
propician una alternativa, democrática, pacífica y constitucional, a la crisis
multidimensional que confrontamos.
Luis
Manuel Esculpi
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