Por Marta de la Vega
A todas las familias
decentes de Venezuela
y a la del doctor J. G.
Requesens.
Es admirable que en
Venezuela no se apague la esperanza, a pesar de las penurias, carencias y
dificultades que muchas personas enfrentan a diario para asegurar su
sobrevivencia. Lo contrario, la desesperanza aprendida, es la pérdida de
motivación, la renuncia a la posibilidad de que puedan solucionarse los
problemas o de que una situación mejore porque no se tiene control y nada de lo
que se haga puede incidir en ella.
Se habla de
desesperanza aprendida cuando la impotencia e indefensión pasiva predominan;
cuando la realidad deja de ser mirada desde otra óptica y pareciera imposible
modificarla; cuando la resignación nos paraliza o ciega y nos impide mirar la
realidad de manera distinta; si perdemos la capacidad de ver más allá de
nuestro propio horizonte, si dejamos de soñar e imaginar. Cuando no se
vislumbra una nueva expectativa, cuando perdemos la capacidad de ser
visionarios, cuando la lucha no tiene más sentido, cuando el impulso hacia la
afirmación cesa, cuando la resistencia es derrotada y se pierde la voluntad, la
desesperanza irrumpe como sufrimiento, pérdida, desolación, muerte.
Hay tres factores que
parecen decisivos para que este síndrome no aplaste la conciencia ciudadana. El
primero, la solidaridad, el altruismo: superar obstáculos.
A pesar de las amenazas
y dificultades, emergen propuestas solidarias, nuevas iniciativas comunitarias,
para paliar la terrible crisis que enfrenta una mayoría de la población.
El segundo factor, la
fe en cada uno, la confianza mutua: ayudar a otros transforma la existencia.
Mediante gestos, trabajos y acciones, individuales o colectivos, se construye,
se genera valor o productos para resolver o aliviar la escasez. La sinergia
derivada del esfuerzo compartido provoca condiciones para empujar un cambio que
revierta la causa de la catástrofe humanitaria y restituya la dignidad y la
democracia en Venezuela.
El tercero y más importante
factor es no ser doblegado, a pesar de las agresiones y los horrores
convertidos en práctica cotidiana de los farsantes “redentores” del socialismo
del siglo XXI. En realidad, actúan como verdugos implacables para triturar la
esperanza de la gente.
La frase es: “Nadie se
rinde”, acuñada y repetida a diario por las redes, como una letanía que
exorciza la crueldad despiadada de un sector de la sociedad que encubre o
instiga los crímenes con tal de aferrarse al poder, no importa el más alto
precio en contra de la población inerme.
Esta convicción puede
ser la clave que articula los tres factores mencionados para mantener la
esperanza contra toda esperanza. Así nos lo mostró durante todo 2020, de manera
ejemplar y con firme tenacidad, el honorable médico Requesens, jefe de familia,
padre heroico y amoroso que no ha bajado la guardia a favor de la libertad y la
decencia. Aunque ya logró con su lucha al hijo excarcelado, este no está aún
liberado, pues, pese a ser inocente, pese a haber sufrido con total impunidad
humillación, vejámenes, violencia, tortura física y psicológica, a pesar de
haber visto vulnerada, violentada, pisoteada la inmunidad parlamentaria
constitucional que le otorga su rango como representante de muchos electores,
hoy sigue bajo cadenas, en prisión domiciliaria.
La Encíclica del Papa
Benedicto XVI, Spe Salvi, (49), de 2007
(“Salvados por la esperanza”), nos da una pista de por qué 2021 llega contra
toda esperanza para nuestra sufrida Venezuela. Dice: “La vida es como un viaje
por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que
escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de
nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces
de esperanza”.
El doctor Juan G.
Requesens es un ejemplo vivo. La crítica situación de tantas familias en
Venezuela, la confusión política incluso de agudos analistas, que siguen
otorgando validez al régimen usurpador y tiránico al hablar de dos AN y dos
presidentes de la república a partir de mañana, 5 de enero, parecen
contradecirlo.
No olvidemos que son
una banda criminal y mafiosa que en mala hora preside Maduro seguido de sus
acólitos. Nuestra lucha, en conjunto, no acaba en el vacío. El futuro se
anuncia como realidad positiva. No desesperemos.
Marta De La Vega es
Investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora
en UCAB y USB.
04-01-21
https://talcualdigital.com/contra-toda-esperanza-por-marta-de-la-vega/
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