Por Rafael Antonio Sanabria Martínez
La voz hallaca procede,
según el naturalista Adolfo Ernst, del guaraní, derivado del verbo ayúa o ayuar
que significa revolver o mezclar. Se presume viene del término ayuaca, cosa
mezclada y que por deformación lingüística pasó a ser ayaca en el siglo XVIII.
De acuerdo a dato
aportado por el Archivo General de la Nación (Encomiendas, tomo V, pág 165)
publica en un documento del 13 de septiembre de 1608, una lista de personas que
acudieron a reprimir la sublevación de Nirgua. Y en ella leemos: “Salvador
Rodríguez, el cual lleva para su avío (…) dos rolletes, tres hayacas de sal
grandes, calcetas, calzones y otras menudencias de casa y de la guerra”.
Tulio Febres Cordero afirma
que existe un texto aún más viejo, que aparece en Los Welzer en la Conquista de
Venezuela, de Juan Freide.
En el juicio de
residencia contra el gobernador Ambrosio de Alfinger, llevado a cabo en Coro
por el doctor Nicolás Navarro en 1538, se acusó de crueldad a Luis González de
Leyva teniente general y alcalde mayor de Maracaibo: “Hizo atar a un palo al
soldado Francisco de San Martín y le mandó a colgar del pescuezo dos hayacas de
maíz… porque cogió unos indios, unos ovillos de hilo de algodón y unas auyamas
para comer”. Las referidas hayacas eran evidentemente paquetes o bojotes.
Morinigo apunta en su
Diccionario de Americanismos la relación con el Tupí-guaraní ayacá, que
significa bulto, lío y últimamente cesta en el guaraní sur occidental. Ángel Rosenblat
sugiere que hallaca procede de una especie de envoltorio, paquete o envoltorio.
Él dice que tenemos que partir, pues de la hayaca como envoltorio o bojote. Una
vez que hallaca sustituyese a la palabra tamal, es natural que hallaquita
designase al tamal más pequeño.
Incluso encontramos la
palabra hayacas en la autobiografía de José Antonio Páez. Allí cuenta que en
1831 “procuré atraerme a los campesinos (…) dándoles grandes comilonas de
hayacas, que siempre terminaban con el baile carrizo, a que eran aquellos
aficionados”.
Núñez de Cáceres
refiere que en 1850 se podían comprar en los bodegones ayacas de tomate y carne
zocata que le parecían desagradables y plebeyas. A fines de 1852 llegó a Cumaná
el consejero Lisboa para quien en la Nochebuena “entran todos en la iglesia a
oír la misa, después sigue la cena, en la que es de rigor -dice- que figure la
ayaca, especie de pastel de carne con pasas muy caliente y cubierto de pasta de
maíz”.
En el preludio de una
sesión gastronómica en Caracas, Juan Vicente González (El Monitor Industrial, 4
de enero de 1860) exaltó la belleza de su plato preferido, “de fragancia
heliotrópica”, el cual era considerada ambrosía y lanzó una humorística
etimología: “hallar +arca”.
El etimologismo de
aficionados generalizó desde entonces la “ll” contra la que reaccionó Adolfo
Ernst en 1885 (La Opinión Nacional, Caracas, 31 de diciembre)
Bolet Peraza dice del
mercado de Caracas: “Se vendían las imponderables hallacas, especie de
paquetitos envueltos en la hoja del banano, dentro de la cual se guarda,
cobijado por telliz de masa, el guiso sin par, sabrosísimo manjar que no
conocieron ni cataron los dioses del Olimpo, por lo que no pudieron continuar
siendo inmortales”
En algunas partes del
país todavía se oye esa “h” con aspiración (jayaca, que era seguramente la
pronunciación indígena del siglo XVI). Pero ¿no es un disparate escribirlo con
una ll que no existía en las lenguas indígenas de Venezuela? En los testimonios
más antiguos aparece sistemáticamente con “y”, así con “y” la ha adoptado la
Academia Española.
Más allá del origen de
la palabra y de la grafía que adoptemos, así como de la sazón con la que las
preparemos, las hallacas son bastión característico de la venezolanidad. En el
país no se concibe Navidad sin hallacas.
Algunos suelen decir
“voy a hacer aunque sea unas peloticas para que no se pierda la
tradición” (con humor negro también se dice que un fulano “como que no va a
comer hallacas este año”). Entre los venezolanos hallaca suele ser sinónimo de
Navidad.
Las hallacas conllevan
una alta carga emocional debido a que se asocia a las fiestas cuando
preferentemente las disfrutamos, pero también por lo complejo de su preparación
que involucra la participación de todos los miembros del hogar, por lo que las
hallacas fomentan la unión familiar.
Nuestras suculentas
hallacas son obra cumbre de la cocina venezolana criolla y es blasón de cada
uno de nuestros hogares.
Rafael Sanabria es
Profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
rafaelsanabria17091979@gmail.com
31-12-20
https://talcualdigital.com/es-ayaca-hayaca-o-hallaca-por-rafael-antonio-sanabria-martinez/
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