El Nacional 13 de marzo de 2021
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Carmen
Pérez (nombre supuesto para proteger su identidad), de 40 años de edad, viajó
durante 13 días. Salió del Zulia con destino a Santiago. Afrontó peligros.
Tambi{en aguató frío y calor. Asegura sin embargo que valió la pena con tal de
escapar de la crisis que azota su país
Una venezolana, oriunda de Maracaibo, estado
Zulia, viajó durante 13 días en compañía de su hija de 4 años
de edad para migrar a Chile en procura de mejores oportunidades. Carmen Pérez,
identificada así para proteger su identidad, cruzó cinco trochas que separan
Venezuela de Chile. Solo llevó dos morrales, el pasaporte y el miedo ante lo
desconocido.
Foco Informativo señaló que Carmen, de 40 años
de edad, decidió dejar Venezuela y reencontrarse con su hija mayor de 15
años, radicada en Chile desde hace tiempo.
Desde 2019 Pérez tenía intención de migrar, pero la
pandemia del covid-19 se lo impidió. A su juicio, reveló Foco Informativo, lo
más difícil fue dejar a sus padres en Zulia, uno de los
estados más golpeados por la crisis que atraviesa el país. Sin embargo, sus
ganas de darle un mejor futuro a su hija menor la motivó a seguir adelante.
“Necesitaba irme. No hay futuro en mi país y cada vez
las opciones para migrar disminuían. Yo necesitaba reunirme con mi hija”,
dijo la mujer al medio.
Un tour ilegal
Migrar no le salió gratis. Carmen, que es maestra, tuvo
que reunir 950 dólares para pagar por un servicio que prometía
llevarla desde el estado Zulia hasta Chile de manera ilegal. Era lo que ella
misma calificó como un “tour ilegal para inmigrantes”.
“Con mucho sacrificio logré reunir los 950 dólares
por el paquete que incluía 2 comidas y hospedaje para cuando
no es posible cruzar las trochas por diversos inconvenientes”, explicó.
Salir de Venezuela no fue complicado. Aunque lo
primero que se encontró al pasar la frontera fue a la guerrilla.
“Me impactó el momento cuando crucé el puente
internacional Simón Bolívar, que conecta a San Antonio del Táchira con
Cúcuta y vi a la guerrilla. Pasamos un río por un puentecito muy
estrecho que cuando cruzábamos se tambaleaba por la gran cantidad de personas
que querían pasar de lado y lado. Muchos se tiraban al cauce sin importar que
se mojaran y había mujeres desesperadas por pasar con bebés en los brazos
gritando”, relató.
Al llegar a la frontera de Colombia con Ecuador pasó
en moto. “Calculo que más de 200 personas estaban a la espera para cruzar el
trecho entre Ipiales-Tulcán. Llegamos 12 personas más que soñábamos con
atravesar Ecuador”, indicó.
Luego tuvo que enfrentar el tramo entre Perú y
Bolivia. “Pasamos la trocha en la noche. Había que atravesar el
lago Titicaca en balsas pequeñas, sin salvavidas”, detalló mientras
describió el momento como lo más traumático de la travesía.
Como eran inmigrantes, debían moverse rápido por entre
las trochas. Estaba lloviendo, era de noche y el lago le pareció el más hondo
del mundo.
“La embarcación donde iba mi hija arrancó, todas se
empezaron a mover. Mi pequeña viajó esos 15 minutos lejos de mí. No
paré de llorar por todo el camino. Se me cruzaban muchas ideas por la
cabeza”, contó.
Recibidas por un desierto y condiciones extremas
Cuando finalmente llegaron a Chile tuvieron que
enfrentarse con el desierto Atacama, por el cual caminaron durante
cinco horas.
“Mi hija me pedía que la cargara en ciertos tramos,
pero yo no podía más. La inocencia de mi hija hacía que yo secara mis lágrimas
y continuara el camino. Ella cantaba canciones, y en medio del
desierto se sentó en la árida explanada para hacer un huequito y sembrar una
plantica”, manifestó.
Su hija sobrevivió el trayecto. Pero no todos lo
logran. Pérez dijo que mientras caminaban vieron a un niño de 8 años de
edad descompensado, con vómitos y diarrea. “Se desmayaba, estaba muy débil,
no podía caminar y su papá lo cargaba y le colocaba alcohol en la nariz”,
narró.
Familias enteras con niños, adultos mayores, personas
deshidratadas, todas escapaban de Venezuela.
Tras superar la dura caminata por el desierto llegaron
a Huara, una ciudad chilena a 160 kilómetros de la frontera Colchane-Pisiga, en
el límite con Bolivia. Allí había un punto de control, y quien
los trasladaba no podía pasar en carro. así que la dejaron en el sitio.
Continuó el trayecto caminando y pudo eludir los controles migratorios para
llegar a la capital chilena.
Al caer la noche caminó en busca de un refugio.
Encontró una plaza que había sido habilitada para varios coterráneos. En ese
lugar se recostó con su pequeña hija.
“El frío era insoportable, yo había dejado mi chaqueta
en el desierto y algunas cosas con las que me podría arropar. Fueron
momentos muy duros”, expresó.
Finalmente llegó a Santiago, donde recordó todo lo que
había vivido en 13 días que concluyó en tener la posibilidad de volver a
abrazar a su hija mayor. “Valió todo el esfuerzo y el peligro”, aseguró.
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