Henry M. Paulson Jr. 19 de octubre de 2021
@Henry_M_Paulson
Hay
dos crisis que afectan al mundo natural. La primera es el cambio climático. Sus
causas y consecuencias potencialmente catastróficas son bien conocidas. La segunda
crisis ha recibido mucha menos atención y es menos conocida, pero sigue
requiriendo la atención urgente de los gobernantes mundiales. Se trata del
colapso de la biodiversidad,
la suma de todas las cosas que viven en el planeta.
A medida que las especies desaparecen y las complejas relaciones entre los seres vivos y los sistemas se desgastan y rompen, el creciente daño a la biodiversidad del mundo presenta graves riesgos para las sociedades humanas.
La
extinción de plantas y animales se está acelerando, se estima que va mil veces más rápido que los índices
naturales anteriores a la aparición de los humanos. Los insectos en nuestros
parabrisas ya no son usuales en el verano; las poblaciones de insectos
disminuyen de manera drástica. Casi 3000 millones de aves se
han perdido en Norteamérica desde 1970, lo cual ha disminuido la
polinización de los cultivos alimentarios. En la India, miles de personas mueren a causa de la rabia porque la
población de buitres que se alimentan de la basura se está reduciendo, lo que
ha provocado un aumento enorme de los perros silvestres que se comen estos
restos de comida en ausencia de las aves.
La
semana pasada, los funcionarios estadounidenses encargados de la vida silvestre
a nivel federal, como para subrayar el punto, recomendaron que
se declararan extintos 22 animales y una planta. Incluyeron 11 aves, ocho
mejillones de agua dulce, dos peces y un murciélago.
Se
trata de un futuro en el que las enfermedades zoonóticas
se vuelven cada vez más comunes y la seguridad alimentaria mundial está en peligro.
El
cambio climático y la pérdida de biodiversidad están unidos en un ciclo de
destrucción y deben ser tratados en conjunto. La desaparición de los arrecifes
de coral del mundo es un ejemplo. Los científicos predicen que entre el 70 y el 90 por
ciento de los arrecifes de coral desaparecerán en los próximos 20 años debido
al aumento de la temperatura del mar, la acidez del agua y la contaminación.
Esto pondrá en peligro a 4000 especies de peces y aproximadamente
500 millones de personas en todo el mundo que dependen de los
ecosistemas de los arrecifes de coral para su alimentación, protección de las
costas y empleo. Tan solo los daños en la Gran Barrera de Coral de
Australia podrían costar 1000 millones de dólares al año en
ingresos derivados del turismo y 10.000 empleos.
El informe más
reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
advierte que el margen de maniobra para evitar los peores resultados climáticos
se está reduciendo con rapidez. Pero la crisis de la biodiversidad es aún más
inmediata y al menos igual de alarmante. Con el cambio climático, tenemos una
estrategia factible, aunque imperfecta, para evitar los peores resultados. El
mundo tiene que llegar a cero emisiones netas de gases de efecto invernadero
para el año 2050, con la reducción de las emisiones y la eliminación del
carbono de la atmósfera.
Pero
para la crisis de la biodiversidad no existe un marco comparable. No hay
soluciones tecnológicas para recuperar las especies que se extinguen. Y no hay
un sustituto rentable, hecho por el hombre, para los sistemas naturales como
los humedales, que proporcionan protección contra las inundaciones, reponen las
reservas de agua subterránea y filtran el agua que fluye a través de ellos. Y
lo que es peor, algunas soluciones al cambio climático agravan la destrucción
de la biodiversidad. Por ejemplo, la presión para ampliar las infraestructuras
de energía renovable en tierras federales despejaría terrenos gestionados y, en
última instancia, destruiría hábitats. Abordar conjuntamente el clima y la
biodiversidad podría mejorar los resultados de ambos.
Este
otoño, los líderes mundiales tienen dos oportunidades para actuar sobre la
biodiversidad antes de que sea demasiado tarde en la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow y en una
conferencia virtual de la ONU sobre
biodiversidad.
En
primer lugar, los dirigentes gubernamentales y empresariales deberían hacer un
juramento similar al de Hipócrates para proteger el medioambiente. Este
compromiso debería abarcar las decisiones de inversión, las prácticas
empresariales y el gasto público, que incluya los subsidios a la industria.
Los
gobiernos miden ahora las emisiones de dióxido de carbono y establecen
objetivos y políticas para reducirlas. Del mismo modo, los gobiernos deben
desarrollar estrategias para proteger la biosfera natural. Los que dañan la
naturaleza deben ser penalizados; los que la protegen deben ser recompensados.
La
gama de herramientas incluye estrategias que generan financiamiento para la
restauración ecológica, como las tarifas pagadas por los buques cisterna y las
políticas que promueven sistemas basados en el mercado para proteger los
humedales y los bosques. Y así como el Acuerdo de París exigió la divulgación
de los riesgos climáticos, los líderes de Glasgow deberían pedir que se obligue
a las empresas a divulgar los impactos de sus acciones sobre la biodiversidad.
En
Estados Unidos deben reformarse las subvenciones a las industrias agrícola,
forestal y pesquera que aceleran la destrucción de nuestro capital natural. Se ha calculado que el valor de la naturaleza para los seres
humanos es de más de 125 billones de dólares. Entonces, es un sinsentido
fomentar prácticas que pongan en peligro nuestro suministro de alimentos a
largo plazo.
Los
gobiernos también deben crear incentivos para impulsar el financiamiento del
sector privado para proteger y restaurar la naturaleza, ya que los recursos
financieros que puede aportar el sector privado superan con creces los del
sector público.
La conferencia sobre
el cambio climático de Glasgow debería animar a todos los gobiernos a invertir
en soluciones al cambio climático basadas en la naturaleza. La conservación y
restauración de praderas, humedales y bosques como “depósitos de carbono” que
absorben el dióxido de carbono de la atmósfera podría proporcionar hasta un tercio de las reducciones
de emisiones necesarias para 2030.
Con
demasiada frecuencia se considera que los beneficios de la naturaleza son
“gratuitos”. Este es un camino peligroso. Es mucho menos costoso proteger y
conservar la naturaleza que restaurarla o sufrir las consecuencias de su
destrucción.
La
protección de la naturaleza tiene claros argumentos económicos, sanitarios y
climáticos. Pero igual de importante es el argumento para preservar la
naturaleza por su propio bien. Es una fuente de muchas cosas buenas de la vida:
belleza, inspiración, innovación y curiosidad intelectual.
El
mundo se encuentra en medio de uno de los episodios de extinción más explosivos
de la historia. Pero también estamos experimentando una transformación cultural
en la conciencia. He observado un nuevo sentido de urgencia en torno a las cuestiones
de conservación de la naturaleza, un interés creciente en el campo de las
finanzas verdes y sostenibles, así como un sentido renovado de que el esfuerzo
colectivo puede marcar la diferencia. La combinación de estas fuerzas tiene el
potencial de impulsar al mundo.
Tomado
de: https://www.nytimes.com/es/2021/10/07/espanol/opinion/extincion-especies-biodiversidad.html
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