Orlando Viera-Blanco 07 de julio de 2022
@ovierablanco
Foucault
nos conduce a una importantísima reflexión: Cuidado con la ilusión
tranquilizadora de los discursos. Y nos alerta: “A través de ideas generales,
ignoramos la diversidad y singularidad de cada una de ellas. Pensamos
habitualmente con tópicos abstractos, y por eso los discursos siguen siendo
para nosotros «inconscientes», escapan a nuestra mirada. Los niños llaman a
todos los hombres papá y a todas las mujeres mamá”, siendo que también llaman
padre a algunos dictadores o madre a guerras generadoras de muerte y hambrunas,
fenómenos catalogados de épicos y valiosos.
Entonces
es preciso realizar un trabajo histórico que nos lleve a lo que Foucault llama
arqueología o genealogía del saber, para sacar a la luz el discurso, su verdad
o su mentira. Dicha arqueología es un ejercicio desmitificador.
Desmitificando el populismo
Foucault
subraya la necesidad de anticipar la última palabra, la que marca la diferencia
entre un antes y un después. “Cada vez que se llega a esta differencia última
del fenómeno -que es el discurso escrito- descubrimos invariablemente que el
fenómeno es extraño, arbitrario, gratuito”. Es la palabra que comprime
realidades.
“Ser
rico es malo […]Debemos morir por la revolución […] Robar para comer es válido
[…] Debe llegar el día en los próximos años en que estemos en cero por
ciento de miseria, de pobreza extrema (…) Yo empeño mi palabra y mi vida y
comprometo a todos aquí, para que sigamos luchando con esta variable terrible,
herencia del gobierno capitalista neocolonial y herencia del capitalismo
salvaje […] Declaro que no permitiré que en Venezuela haya un sólo niño de
la calle: si no, dejo de llamarme […] Si dolarizamos nos tumban”.
Antes
Marx hablaba de explotados, proletarios, la hegemonía del capital y la lucha de
clases. Un discurso igualitario, horizontal y pobrecitista que
se hizo vetusto, falaz, extraño, arbitrario, de una costosísima gratuidad.
¿Cuánto ha pagado la humanidad en hambrunas, guerras y muerte por una
ficticia igualdad?
Al
correr del tiempo “cuando hemos ido hasta el fondo de cierto fenómeno,
descubrimos la singularidad de cada uno de ellos y su arbitrariedad
característica”. Entonces llegamos a la fase de constatación.
Evidenciamos
que ser rico no es ni bueno ni malo, el fenómeno es usar el discurso
para despojar y desquitar. Que el capitalismo no es causal de la miseria sino
por el contrario, el fenómeno es destruir todo forma de emprendimiento y
creación para crear miseria como instrumento de control. Que los niños de la
calle no son herencia neocolonial, sino que el fenómeno es que existan para
adoctrinarlos “No cabe duda de que el hombre, el sujeto del que hablan los
filósofos-advierte Foucault, no es un sujeto soberano. No domina el tiempo ni
lo verdadero”. Lo que sí domina el hombre es su voluntad, su derecho a vivir,
de ser feliz. Cuando el discurso de generalidades niega esa
voluntad, es arbitrario y costoso
«Aristóteles,
San Agustín e incluso Bossuet no fueron capaces de elevarse hasta condenar la
esclavitud…Siglos más tarde, condenarla nos parece una evidencia».
Parafraseando a Marx, “la humanidad se plantea problemas en el momento en que
los resuelve’. Cuando se derrumba la esclavitud y todo el dispositivo legal y
mental que la sostenía, se derrumba a su vez su «verdad».
Desmitificar
es desmentir discursos esotéricos como el populismo redentor y revanchista.
Lustros más tardes de discurso anticapitalista y antiimperialista, lo que ha
proliferado son los niños de la calle, los soviets oligarcas, la
propiedad-estado-miliciano y la democracia de propaganda, de opinión
prevaleciente o vituperante donde quien disiente va a la cárcel o el exilio.
Las
universalidades no existen
¿Qué
verdades se desmoronan? La caída del muro de Berlín levantó el velo del
comunismo. Atrapados en un muro de alambres de púas más luces y sirenas
de la muerte, el silencio y el aislamiento, fueron despertados por el discurso
escrito. Y llegó Ronald Reagan, al pie de la Puerta de Brandeburgo [Berlín/
junio 1987], lanzando al mundo su grito de libertad: «Sr. Gorbachov abra esta puerta…
Si la Unión Soviética busca paz, busca prosperidad y busca liberación, venga
aquí y Tear down this Wall [derriben esta pared]”.
Si
algo no resiste el pasado [1989] ni el presente es la requisa del tiempo, la
vida, los sentimientos y la razón…en una pecera. O se ahoga el pez o se rompe
la pecera. Hombres, mujeres y niños viviendo a oscuras, separados por décadas,
embriagados de miedo, no creían que el muro caería. Que esa “verdad” de pagar
el precio del exterminio, se derrumbaría. La historia nos enseñó la
singularidad del fenómeno: nadie paga el precio de un exterminio o de un
ostracismo del cual es inocente. El hombre no es soberano, no domina ni su
tiempo ni su verdad, pero si querer ser…
Alerta
Foucault: “En cada época los contemporáneos están encerrados en discursos como
en peceras falsamente transparentes […] Falsas generalidades y el discurso
varían a través de los tiempos; pero en cada época pasan por verdaderos”. Es
hora de salir de nuestra pecera, de una falsa transparencia. No es verdad que Venezuela
es libre y menos bolivariana.
Explicitar
un discurso es comprender la realidad. La generalidad es peligrosa, egoísta y
pretenciosa. En el discurso, el capitalismo es codicioso y el socialismo,
generoso. ¿La verdad? Leamos las estadísticas, las realidades de una sociedad u
otra.
Esa es
la hermenéutica de Foucault. La que comprende el sentido y la trascendencia de
los actos. No es justificar todo en el amor o en el odio, sino meterse
“en la piel del otro” y comprender por qué somos amados o somos odiados. Ese
día comprendemos el concepto y los fenómenos. Es la verdad ajustada a los
tiempos y a los hechos. “Descubrimos entonces la verdad verdadera del pasado y
la «inexistencia de los universales» ¿Qué arrojó la revolución francesa, la
industrial, el liberalismo o internet? o ¿A qué nos condujo el comunismo, el
nacionalismo, el positivismo estructuralista o la tiranía? La
ilustración y el progreso lo primero. Guerras, hambrunas, retroceso y muerte lo
segundo.
Las
universalidades no existen. La igualdad decretada no existe, pero querer
serlo si. Los fenómenos igualitarios son artificios como la socialización, la
globalización, el comunismo o la hegemonía comunicacional, el culto al
mesías. «Locuras verdaderas» a nuestros ojos, vanidosas, peligrosas, extrañas,
arbitrarias, aparentemente gratuitas, sutiles y ficticias, que nos hacen vivir
en una pecera…hasta que muere el pez o se rompen la pecera, de agua y
transparente ilusión.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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