Ángel Arellano 17 de julio de 2022
@angelarellano
La
presencia venezolana en este país entre Argentina y Brasil creció
dramáticamente en los últimos dos años, como un signo más de un patrón cada vez
más visible: la segunda migración de quienes no encontraron lo que buscaban en
la región andina
La migración de venezolanos al Uruguay aumentó un 31 por ciento en los últimos seis meses (de noviembre de 2021 a mayo 2022). De acuerdo con la Organización Internacional de Migraciones (OIM) esto representa el crecimiento porcentual más alto del Cono Sur. Hay indicios de que podría ser el aumento, relativo a su población, más alto en América Latina.
La
contundente cifra ha puesto el tema en la prensa nacional y también ha hecho
que medios interesados en el asunto miren hacia Uruguay.
En
este país de tres millones y medio de habitantes, la comunidad venezolana no es
tan grande como en sus vecinos Argentina y Brasil. En mayo de 2022, la Dirección Nacional de Migraciones confirmó que un
total de 20.400 ciudadanos de nacionalidad venezolana residían legalmente en
territorio uruguayo; 4.900 más que en el semestre anterior. Y esos números no
incluyen a los que están en el país solicitando refugio o asilo.
¿Por
qué ocurre esto en un país que no ha sido el destino por excelencia de la
diáspora venezolana como sí lo son Colombia, Perú, Ecuador o Chile?
La
reemigración
La
diáspora venezolana en América Latina, sobre todo en Sudamérica, está compuesta
sobre todo de casos convencionales en la migración internacional: personas que
cambian de país con el objetivo de sobrevivir y encontrar oportunidades que ven
imposibles en su lugar de origen. Es decir, gente que emigra forzada sobre todo por circunstancias
económicas.
Pero el contexto de intenso conflicto sociopolítico y de crisis económica y humanitaria agrega al caso venezolano dos particularidades especiales. Primero, el volumen de su migración, que en unos cinco años sobrepasa los cinco millones de personas en la región, de acuerdo con la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela. Segundo, la creación de rutas de tránsito que empezaron con la de los caminantes hacia Colombia y hoy se extienden no solo por el corredor de países andinos o más recientemente buscan un camino hacia el norte, sino que atraviesan Brasil hasta conectar con el Cono Sur.
Este
último detalle es relevante para comprender la migración venezolana hacia
Uruguay, el país más pequeño en territorio y población de la subregión, y que
ha recibido desde principios de 2015 una migración de ciudadanos venezolanos
que en un primer momento estaba constituida por personas jóvenes y
universitarias. De igual forma, Uruguay ha estado recibiendo en el mismo
periodo migrantes cubanos, dominicanos y de otras nacionalidades.
En
febrero de 2021, según la Organización Internacional para las Migraciones, 14.926
venezolanos se habían establecido en Uruguay: un 25 por ciento con grado
técnico superior y un 42 por ciento con grado universitario. El 79 por ciento trabajaba
en el sector formal, un 17 por ciento en el informal, y un 19 por ciento de
forma independiente. Este perfil se ha ido diversificando progresivamente con
las reunificaciones familiares y el aumento de refugiados y asilados.
Los
cierres de fronteras que causó la pandemia desde marzo de 2020 provocaron una
disminución importante en el ingreso de migrantes venezolanos al país. Pero por
los pasos fronterizos con Brasil y Argentina siguieron llegando ciudadanos que
solicitaron refugio o asilo en Uruguay. Según un reporte de la ONG Manos
Veneguayas, que trabaja en el apoyo y la organización de la comunidad
venezolana, la mayoría de estos solicitantes provenían de países donde ya
habían migrado: Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina y Brasil.
¿Por
qué Uruguay?
Las
causas de su presencia en Uruguay son diversas. Van desde la búsqueda de nuevas
perspectivas laborales y económicas hasta dificultades de integración y
xenofobia en los otros países de la región.
La
multiplicación de historias de rechazo y fracaso migratorio ha generado un
efecto rebote en dirección a Uruguay, que cada vez recibe más atención como
destino para reemigrar.
Uruguay
es el que puntea mejor entre los miembros del Mercosur en
materia de integración de los migrantes que llegan a su territorio:
formalización, acceso al mercado de trabajo, educación y residencia legal.
Uruguay también se posiciona bien en la región en estabilidad política y
económica. Para 2022 las previsiones de crecimiento de su economía son mejores
que las del escenario prepandemia, rondando el 4,5 por ciento del PBI.
También ha sido relevante su buen manejo de la pandemia y la ausencia de
escándalos de xenofobia o protestas anti inmigrantes.
En el
marco de una América Latina golpeada por crisis económicas, secuelas del
coronavirus, y tensiones políticas, el tranquilo Uruguay luce como
oportunidad.
Sin
embargo, no deja de tener desafíos por abordar. El aumento de la migración
también trae como correlato temas para la discusión y acción. A principios de 2021 insistimos
en que el efecto rebote de esta reemigración, una vez abiertas las fronteras,
iba a tener un impacto en los números. En efecto, así lo indica ese 31 por
ciento de aumento en seis meses. Si bien el tema no ha contado con un espacio
relevante en la agenda pública, es necesario que se converse esto en los
espacios de toma de decisión de Uruguay, para que la migración mantenga
una dinámica ordenada y regulada, y no devenga en crisis como sí ocurre en
algunos lugares de la región.
Panorama
actual
Luego
de la paralización que trajo la pandemia, Uruguay logró recuperarse rápidamente
e incluso crear nuevos puestos de empleo. Así, la tasa de empleo llegó a 56,9
por ciento en abril de 2022. Los sectores de las tecnologías de la
información, salud, farmacia, logística e ingeniería destacan por ofrecer
mejores perspectivas. Estas áreas han absorbido recurso humano extranjero, pero
buena parte de la migración calificada venezolana no trabaja en sus áreas de
conocimiento profesional. No solo por falta de oportunidades de empleo, sino
también por limitaciones normativas. Esto ocurre especialmente en el sector
público, por ejemplo en la educación pública primaria y secundaria; aunque
Uruguay tiene déficit de docentes, los extranjeros no pueden ingresar como
empleados hasta tres años después de aprobada su ciudadanía legal (lo que
supone ocho años de trámite en promedio).
En
Uruguay no se han generado olas de protestas contra los migrantes ni conflictos
relevantes de ese tipo, pero los temas integración, discriminación y xenofobia
no se deben perder del radar político. Respecto de que migrantes trabajen en
Uruguay, una encuesta de la consultora Cifra (2019) mostró que el 33 por ciento de la
población nacional no estaba de acuerdo con esto. Este porcentaje era del 42
por ciento en una encuesta de Opción Consultores (2018).
En un
proyecto de la ONG Manos Veneguayas (junio, 2021) con 140 jóvenes
migrantes de 16-29 años de todas las nacionalidades, el 60 por ciento afirmó no
tener amigos y conocer a poca gente de su edad y el 30 por ciento no conocer a personas
de su edad. Un informe de Ceres (diciembre, 2020) indica que 3 de cada 4
migrantes tienen percepción positiva sobre el trato de uruguayos. Sin embargo,
un 25 por ciento piensa diferente.
Los
desafíos por venir
El
panorama actual indica que la migración venezolana en Sudamérica seguirá viendo
a Uruguay como un destino promisorio. Ciudadanos venezolanos que han tenido problemas
de inserción socioeconómica en países saturados por la diáspora como Colombia,
Perú, Ecuador o Chile, circularán por el vecindario en busca de
oportunidades.
A
Uruguay le esperan algunos retos en cuanto a la migración venezolana, que va a
crecer. Llegarán más personas buscando mejores opciones de empleo y
convivencia, o para unirse a parientes que ya se establecieron.
El
país podrá encontrar impulso en una adecuación normativa para la integración
laboral de los migrantes ya instalados, en especial aquellos con perfil
profesional. La generación de espacios de involucramiento en educación, trabajo
y relacionamiento social será una fortaleza diferencial para evitar la
discriminación y la xenofobía.
En el
Uruguay de hoy es difícil comprender Montevideo y las ciudades del interior sin
el crisol de colores, acentos, gastronomía, música y expresiones que han ido
marcando las nuevas corrientes migratorias.
Los
venezolanos arribaron con el béisbol, el ron, las arepas, el programador, el
obrero, la maestra, la doctora, la vendedora. Lo que en 2015 era un pequeño
fenómeno de la capital, se ha extendido a todo el territorio.
Los
migrantes fueron el pasado, son el presente y serán claves en el futuro de este
pequeño gran país en el sur. La diversidad lo enriquece y lo hace un mejor
lugar.
Ángel
Arellano
@angelarellano
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