Ismael Pérez Vigil 16 de julio de 2022
Entre
los misterios insondables de la política nacional debo señalar que me sorprende
la popularidad y opinión favorable que de los empresarios hoy reflejan varias
encuestas de opinión, pues como todos bien sabemos, los empresarios, las
empresas y sus gremios, junto con los políticos y partidos, han sido el objeto
favorito de la maledicencia pública cuando las cosas no salen bien o cuando es
necesario sacudirse la culpa en alguien. Ambos, empresarios y políticos, son un
blanco favorito, entre otras razones, porque nadie va a salir en su defensa o
lo hará muy tímidamente.
Merecida
opinión favorable.
En lo personal, dado que conozco bien su mentalidad, posiciones y trayectorias, por haber trabajado con ellos casi toda mi vida profesional −primero como consultor y luego como funcionario de una importante cámara− creo que esa opinión hoy favorable está bien merecida. Pero es raro, debo reconocerlo, debido a la campaña a mansalva en contra de los empresarios y las empresas, desarrollada por una izquierda trasnochada desde hace más de un siglo. En todo caso, me siento en deuda con este sector y creo que merecen un análisis, no objetivo, porque no puedo serlo, sino favorable.
Por
eso sería lamentable que −por miopía, por una falsa interpretación del momento,
por una estrategia equivocada−, ese reconocimiento, merecido como ya dije, se
puede perder. Veamos por qué.
Tipos
de estrategias.
Hace
ya cuatro meses en La Ilusión Económica, 9 de abril, me referí a la
posición de distintos grupos de empresarios con relación al tema de la
“mejoría” económica del país (ver: https://bit.ly/36YQeLf),
la supuesta apertura que habría traído un bienestar económico al país, que está
muy lejos de estar generalizado.
Aclaro
que cuando hablo de empresarios excluyo, desde luego, de ese grupo a los
llamados “bolichicos” o “enchufados”, que no son tales empresarios sino
cómplices del régimen, que han medrado a su sombra y respondido a sus
intereses, aunque representen ciertas oportunidades de negocios para algunos
otros empresarios, pertenecientes a los llamados “Amos del Valle”.
Como
expliqué en el artículo mencionado, es un despropósito, una fantasía que no
resiste un análisis serio y formal que algunos empresarios, alentados por sus
“asesores” políticos y de imagen, propugnen por autoconvencerse y convencer a
otros, que es necesario o posible “estimular” la economía y la inversión más
allá de lo que algunos indicios y unas pocas “mejoras”, casi todas en el ámbito
macroeconómico, permiten asegurar. Esto no puede ser el basamento de una
actitud o posición política que desconozca la realidad de un país arruinado,
con su población sumida en la pobreza, sin servicios básicos de agua,
electricidad, salud, educación, transporte público, etc. Aparte de ser una
total ficción, lo grave es que se ha pretendido que sea la base de una estrategia,
políticamente equivocada, aunque pueda tener algún asidero económico temporal,
más allá de obtener algún resultado insostenible en el tiempo, que nadie puede
garantizar.
Sumarse
a la estrategia de buscar un cambio político permanente, es muy distinto a
pensar que se puede lograr que el actual gobierno deje de ser lo que es, que
cambie su naturaleza autoritaria y busque un cambio meramente cosmético,
táctico, que se puede revertir en cualquier momento y que le permite seguir
manteniendo el control. Asumir una u otra estrategia, conduce a conductas y
prácticas sociales, de relación con otros sectores de la sociedad civil, muy
distintas.
Excusas
innecesarias.
Lo
equivocado de esa estrategia se basa en que los empresarios venezolanos, que
han sobrevivido a 23 años de oprobio, ignominia y cerco económico, no necesitan
una excusa para reunirse a dialogar con el gobierno, para negociar algunas
regulaciones y leyes, para solicitar que se levanten controles de precios y
regulaciones asfixiantes. Si se presenta algún resquicio, lo tienen que tomar;
si hay alguna apertura, la deben aprovechar; si hay algún chance u oportunidad
para invertir, deben invertir; esa es su obligación, su responsabilidad, eso es
lo que le deben a sus accionistas, a sus asociados o copropietarios, a sus
empleados, trabajadores y a las familias de éstos, cuyo sustento y bienestar
depende de que los empresarios cumplan con su papel, con su misión de
empresarios, de generar ingresos, bienestar y riqueza.
Además,
el gobierno es el socio no deseado, que se lleva sin hacer nada, casi el 25%
del negocio, a través de los impuestos. ¿Cómo no se va a negociar, a dialogar,
con el socio que te arruina, para tratar que reflexione acerca del mal que está
causando y que, en el fondo, se autoinflige? Siendo, además, como lo es, el
socio que te da “licencia” para operar, que “registra” y autoriza tu actividad,
que te la regula, etc.
De
manera que, es una estrategia política equivocada y no tiene mucho sentido que
los empresarios −y sobre todo sus asesores− estén buscando pretextos o
justificaciones para aprovechar cualquier ventaja que ofrezca eso que el
gobierno llama “mejoría” y que bien sabemos que solo llega a unos pocos
sectores de la economía y a un porcentaje muy pequeño de la población.
Aprovechar
oportunidades.
En
resumen, los verdaderos empresarios, maestros en la sobrevivencia a los embates
del “Socialismo del Siglo XXI” −que ha arruinado al país con un cerco tendido
sobre las industrias y las empresas desde hace varios años− siempre deben
tratar, como he dicho, de aprovechar los resquicios de apertura que se les
brindan y también tratar siempre −como reprochárselos− de colarse por los
intersticios que deja la ineficacia del gobierno, que ni siquiera sus propios
controles sabe aplicar, y aprovechar cualquier oportunidad que se presente,
para dos cosas, para crecer, para mejorar sus beneficios que es una manera de
beneficiar al país, con productos, servicios y empleos de calidad; y para
buscar un cambio permanente, no meramente cosmético, o táctico, que se puede
revertir en cualquier momento y sobre el cual el régimen es quien tiene el
control.
Lo
primero es eso que muchos llaman la “responsabilidad social empresarial”, pero
el segundo es mucho más profundo y necesario, es la responsabilidad política
frente a un país, que es también el de ellos. Y para eso es imprescindible que
se comprenda, repito, que se puede hacer política sobre utopías, pero no sobre
ficciones o deseos de que las fantasías sean realidad.
Conclusión.
Aparte
de la acción individual, imprescindible, a partir de la empresa, como ya he
dicho, generando riqueza para ellos y sus empleados y trabajadores y buenos
servicios y bienes para el país, los empresarios no pueden renunciar a
desarrollar dos estrategias, la imprescindible negociación permanente con el
gobierno, de manera individual, por empresa y de manera colectiva, por
sectores, a través de su instrumento fundamental de acción política, que son
sus asociaciones y gremios. Ese, los gremios, es el espacio para mantener la
posición crítica contra “el cerco” destructivo que se les ha tendido durante 23
años y contra una política económica y social que ha arruinado a las empresas y
a todo el país. Tema este, de empresarios y gremios, que abordaré en mi próximo
artículo.
Ismael
Pérez Vigil
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