Paulina Gamus 04 de julio de 2022
En
2006 se estrenó en Alemania y recibió más de cincuenta premios internacionales,
la película «La vida de los otros». Habían transcurrido diecisiete años de la
caída del Muro de Berlín y, en consecuencia, del fin de la República
Democrática alemana, es decir la Alemania comunista. Pero las heridas y los
recuerdos de la pesadilla estaban frescos e inspiraron muchas películas y
abundante literatura. El resumen de «La vida de los otros» es la instalación de
micrófonos en el apartamento de Georg Dreyman, un destacado dramaturgo fiel al
régimen, como debían ser todos quienes quisieran trabajar y además evitar la
cárcel y torturas.
Para la fecha en que se sitúa la película –1984– la Stasi o policía política y secreta de la RDA, contaba con 100.000 agentes y 200.000 informantes que vigilaban la vida de sus compatriotas. La causa de la investigación contra Dreyman fue la relación amorosa que el ministro de cultura había iniciado con la actriz novia de Dreyman. No voy a narrar el resto de la excelente película porque está disponible en YouTube doblada por españoles. La recomiendo.
Se
preguntarán los apreciados lectores la causa de haber traído a colación «La
vida de los otros» que en Cuba, donde nunca fue vista, la llamaron «La vida de
nosotros». La causa es la revelación que ha hecho la empresa de telefonía
móvil, Movistar (seguramente por presión del gobierno y de las leyes de España)
de haber sido forzada a intervenir 861.000 líneas por órdenes del régimen
venezolano.
En su
confesión Movistar agrega que no menos de 1.584.547 de líneas telefónicas de su
compañía, que opera en Venezuela desde 2005, resultaron «afectadas» por
solicitudes de «interceptación legal» en 2021, por parte de «autoridades
competentes» venezolanas.
La
revelación aparece en el informe de Transparencia en las Comunicaciones 2021 de
la multinacional española. Las «intervenciones» representan más del 20% de las
líneas de teléfono y de internet. Telefónica (Movistar) también refiere que han
registrado 149.152 solicitudes de «metadatos asociados a las comunicaciones»,
lo que se refiere a los datos del suscriptor (nombre, cédula, dirección), pero
también información como número de mensajes y llamadas recibidas, de quién, a
qué hora, la frecuencia e incluso dirección de IP.
La
confesión a la que Movistar se ha visto obligada genera una cantidad de
preguntas que seguramente jamás tendrán respuesta. Por ejemplo ¿quiénes son o
quiénes somos (porque, perdonen mi inmodestia pero seguro que soy una de los
861.000) los pinchados para decirlo en lenguaje coloquial? ¿Y quiénes los
obligados a oír sus conversaciones? Otra pregunta que seguramente es la más
incómoda para el régimen: ¿cómo ha podido mantenerse incólume y sin que le
entre un sustico, un gobierno que tiene estimados 861.000 conspiradores? Y algo
que realmente me intriga: ¿quiénes son los funcionarios obligados a oír a
diario ochocientas sesenta y un mil conversaciones?
Esos
funcionarios que deben escuchar para luego denunciar, me inspiran verdadera
lástima. Creo que su destino a corto plazo es un hospital psiquiátrico. Por
ejemplo, mi familia me acusa de tener mal humor telefónico, y es cierto, toda
conversación en línea que dure más de dos minutos, me aburre. ¿Qué podríamos
pensar del humor telefónico de los movistarescuchas? Por supuesto que esa labor
en la que seguramente participan personas de todos los sexos hasta ahora
conocidos, es remunerada y si fuera con salario mínimo como ocurre con la
mayoría de los funcionarios públicos, la eficiencia sería más que dudosa. ¿Les
pagarán en divisas o trabajan bajo amenazas como los espías de la Stasi, en la
película «La vida de los otros»?
Quisiera
por esta vez, aunque alguna oposición radical me acuse de colaboracionista,
hacerle un favor al régimen de Nicolás Maduro y C.A. Ahórrense el salario del
oyente que me tienen asignado. Mis breves conversaciones telefónicas se pueden
clasificar como Domésticas: (reparación de electrodomésticos, automóvil,
plomero, compras por delivery). Amistosas: (saludo a personas de mi afecto que
cumplen años, están enfermas o se van o vienen del y al país). Familiares:
dietas (en mi familia todos estamos a dieta pero seguimos en el mismo peso),
recetas de cocina, críticas o chismes sobre algún conocido o incluso un miembro
de la familia a quien queremos mucho pero cuyos defectos son sabroso tema de
cotilleo, alto costo de la vida esto ya podría ser peligroso) y lo que
comparte el 80% de los venezolanos: sapos y culebras contra el gobierno por los
cortes y bajones de electricidad, interrupción del suministro de agua, y mucho
más graves, por las maldades que se les ocurren diariamente para
hacernos la vida casi o totalmente insufrible.
Mis
interlocutores telefónicos, salvo algunos miembros jóvenes de la familia (los
que menos llaman) son personas de la tercera y hasta cuarta edad. Algunas, como
en mi caso, aunque quisiéramos anotarnos en algún movimiento conspirativo,
seríamos una carga y nos detectarían enseguida por los bastones, las andaderas
y la cantidad de medicinas propias de la vejez. De manera que, y ya para
concluir: señores de Movistar con anuencia del régimen, sáquenme de esa lista
de 861.000 porque no hay nada que yo diga por teléfono que no escriba en esta
página. A los 860.999 restantes un consejo, hablen en cutí.
Paulina
Gamus
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