Ángel Monagas 18 de julio de 2022
Caiga
Quien Caiga
En
paralelo a la profundización de la campaña «Venezuela está mejorando», otros
hechos y acciones de los ciudadanos contradicen esta tesis.
No voy
a hablar de la economía, del Producto Interno Bruto, balanza de pagos, ni
siquiera de lo más abominable como es la «inflación». Ni de los bajos salarios,
del deterioro de la moneda, del «vaivén» del dólar… No de nada de eso.
No hablaré del desastre de la salud. Con el colmo ahora de la persecución a los médicos, a las enfermeras, al personal de salud. La inexistente cobertura de los seguros, hoy día con poca utilidad. Ni mencionaré la miseria de los educadores, del gremio educativo. El aumento del cobro de matrículas en colegios privados, para que los muchachos medio aprendan. Ni de las Universidades públicas abandonadas, que parecieran campos de guerra luego de la batalla. Tampoco de la destrucción de PDVSA. La desaparición del fondo de pensiones.
De los
presos políticos, de la justicia «mercenaria» chavista, castrista y comunista
que rige en el país.
Tampoco
en detalles sobre la «matraca» policial, transformada públicamente en el «cobro
de vacuna» a cielo abierto.
Del
tema de la gasolina, de la electricidad y del agua.
No
escribiré sobre tantas y tantas realidades que se burlan de esos que señalan la
«mejoría nacional». Estos son apenas unos poquitos.
Señores
políticos, líderes, dirigentes, sociedad civil en general, quiero pedir,
solicitar acciones para el tema migratorio. Todos los días miles y miles de
venezolanos abandonan el país. La mayoría aduce «persecución», lo cual para mí
ya es una costumbre para luego justificar un asilo, que realmente un reducido
grupo nos merecemos.
Los
otros tienen razones para irse o huir de la economía, del hambre, de la
miseria.
Emprenden
el viaje, tras la búsqueda de mejores condiciones. Saben que van a seguir
siendo «pobres» pero con derecho a soñar, a tener lo básico para vivir y
oportunidades de mejorar. Ser parte de una sociedad muy justa: Si tienes dinero
puedes y si no tienes, sencillamente no. En Venezuela como la novela mexicana,
donde era protagonista Verónica Castro, titulada «Los ricos también lloran».
Nadie escapa de la crisis, salvo los «amigos» del régimen.
Hasta
allí apoyo la migración.
Sobre
todo porque yo hace casi dos años también emprendí el camino, no por las mismas
razones pues en Venezuela yo no pasaba hambre, sino para proteger mi vida y la
de mi familia.
La
campaña de que «Venezuela mejora», encuentra su talón de Aquiles en la
realidad.
Si la
economía fuera «buena», los hijos de Bolívar como era característico, no
hubiera inmigración. A estos niveles no.
No
hacía falta. En Venezuela con problemas y todo lo demás, estábamos bien, aunque
desde 1983 iniciaron algunas señas del desastre que venía. Tardó algo. En 1998
iniciamos la ruta del desastre de 23 años que parece no llegar al final.
Lo que
no puedo como ser humano es aceptar las muertes que todos los días veo de
venezolanos, cruzando la Selva de Panamá, los ríos y pasos en México, Chile,
Bolivia, Perú, las costas de Trinidad y del caribe en general.
Capítulo
aparte merece lo del Darién. Los cuentos no tienen nada que envidiarle a la
tragedia judía con los nazis. Me atrevería a asegurar que hay más víctimas en
estas travesías, que las sufridas por los ucranianos escapando de su reciente
conflicto.
Es urgente
que los países limítrofes, los organismos multilaterales, la inútil OEA, o las
burocráticas comisiones de la ONU hagan algo para cesar este particular modo de
migrar.
Por
mucha hambre y necesidad, nada justifica migrar de esta manera. Hacerlo vía aérea,
con una visa, un permiso, es otra cosa.
Someterse
a mafias que muchas veces los venden por una cantidad de dinero, a grupos de
«tratas de personas» especialmente mujeres, o de los carteles de la droga para
utilizarlos como «mulas» y luego le quitan la vida para que no revelen la ruta,
no tiene sentido.
Familias
enteras de venezolanas han desaparecido o muerto.
Lo
peor de todo es que viendo lo que ocurre, en conocimiento de la tragedia de
otros paisanos, aun así no desisten, todo lo contrario. No hay argumentos que
los convenzan en abandonar ese plan.
Las
mafias de coyotes y de grupos operan al margen y en complicidad de muchos
funcionarios corruptos de gobiernos de la zona. En México ya hay ventas de visa
y ni hablar de la libertad con la que operan los «coyotes». Son de manera
evidente «Agencias de viaje». Muchos te ofrecen de todo y en el camino te
abandonan. No hay primera clase ni clase turista.
Lejos
de hacerle daño, a los que ejercen el gobierno conviene que esa población se
vaya del país. Nicaragua tenía tremendo negocio, igual Cuba y no se queda
detrás Venezuela.
También
hay políticos de oposición que justifican las fundaciones que detentan a través
de terceros, con este tipo de situaciones. El asunto es que realmente el
«migrante de a pie», por denominarlo de alguna manera, es muy poco lo que ve de
ayuda del «gobierno de internet» y de esas «fundaciones», meramente de papel.
Las
historias sobran y no bastan.
Ángel Monagas
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