En el camino iba mucha gente. Unos con un maletín, otros con maletas grandes. Algunos con niños pequeños. A todos se les veía cansados. Pero no se paraban. La gente se va del país porque siente que aquí ya no puede sobrevivir. No se trata de la pandemia, se trata de lo que ya había antes de la pandemia.
Entre los miles de caminantes, la señora Belkis, maestra, le llamó la atención una pareja joven. Ella se veía muy cansada. Y una pequeña, Fabiana, siempre muy observadora, le dijo a su mamá: “Mami, esa señora barrigona que viene atrás no está así por comer mucho. Ella está embarazada, como la vecina que dejamos en el campo. ¿Te acuerdas? Es muy bonita”. Y su madre asintió: sí, la barriga era de embarazo, no de comida o de obesidad.
Decidieron ir a conversar con la pareja en cuestión. “¿Y usted cómo se llama?”, preguntaron. Y la señora, amablemente, dijo: María “¿Y su esposo?”. Y él contestó: José.
Y el señor aclaró. “Mi esposa está en estado. Fuimos a varios hospitales y CDI, pero solo aceptaban gente con unos carnet, o en emergencia, o que tuvieran ya todas las cosas para atenderles, pero no era nuestro caso, pero además, en la casa no tenemos ni agua, ni gas, y las cloacas desbordadas. María se podía enfermar. Entonces nos acordamos que una vecina muy querida se fue a Colombia y siempre nos ha dicho que allí nos recibe. Y agarramos algo de ropa, y decidimos agarrar camino. Yo lamenté dejar la cuna, que ya estaba lista, pues yo soy carpintero. Venimos siguiendo una estrella. Ella nos guiará”. La noche ya se acercaba y la estrella comenzaba a iluminar el camino.
Mientras escuchaban el relato, la pequeña Martina, de 8 años, y su madre, se miraron: eran muchas coincidencias, María embarazada, José, carpintero, buscando posada… Las dos se separaron un poco, pero ambas ya habían pensado: ¡eran José y María, y quien nacería sería el Niño Jesús!
Ya se acercaba la noche del 24… había que apurarse. Martina y su hermana morocha, Samantha, saben mucho de esas historias de José, María y el Niño, porque son monaguillas en su parroquia.
Belkis, que algo sabía de partos porque vivía en zona rural y ahí no hay hospital, pensó que podía ayudar a parir a María, pero, de todas maneras, empezó a preguntar entre los caminantes: ¿algún médico, alguna enfermera? Hay una señora que ya va a parir, ¿puede alguien ayudar?
Había que prepararse. Tal vez no sería hoy, podría ser mañana, pero había que preparar el momento.
“Son José y María”, le decía Martina a todo el mundo. “Son José y María. El carpintero, andan buscando posada, el Niño tiene que ser el Niño Jesús”. Y sus amiguitas, hechas en el trayecto, prestaban atención a su relato. “Aquí no tenemos ovejas, ni mula ni el buey, que no sé ni cómo es, pero eso sale en los libros, y la maestra siempre nos canta: San José y la virgen, la mula y el buey, fuero los que vieron al niño nacer”. Pero aquí seremos más los que veremos nacer al Niño. Y tenemos que cantarle aguinaldos para que nazca feliz. Y comenzaron a buscar a niños que llevaran sus instrumentos. Lorena apareció con su violín, y se trajo a dos primitas, Amanda y la pequeña Luisa, que cantan muy lindo, y más atrás Any con una tambora. Todos cantaban Mi burrito sabanero y Corre, caballito.
Unos caminantes, más adelante, venían de Carora y traían unos chivos y unas cabras, y dijeron que podían ayudar. Una señora, Del Valle pero que todos llamaban Vallita, venía del estado Bolívar y dijo que ella traía una pimpina de agua y lo ponía a la orden, y además sabía cantar aguinaldos que podrían arrullar al Niño.
Había que buscar un lugar seguro, pues podía pasar la Guardia y los detendría. Pero hubo una luz en el camino. Una pareja de abuelos, cuyos hijos ya habían emigrado el año pasado, les dijeron que podían alojarse en su casita, para que María no diera a luz caminando. Así se fueron pasando la voz y José y María consiguieron posada. Los niños cantaban Nació el redentor y Niño lindo, y el niño nació, y María y José sonrieron al ver los regalos: arepas, queso y leche de cabra, y unos carritos para el recién nacido.
También fueron llegando organizaciones que ayudan a los caminantes, para protegerlos, para que pasen menos trabajo en esos trayectos que pueden volverse peligrosos. Uno dijo, “somos los nuevos pastores, no cargamos ovejas, pero si leyes, cosas así para ayudarles. Somos del Servicio Jesuita de Refugiados”. Y también llegaron de otras organizaciones de ayuda a los caminantes.
Y ahí siguieron llegando caminantes, con pequeños regalitos para José, María y el Niño que nació en ese camino. “Al Niño Jesús/ en la navidad/ le traemos todos/ solidaridad/”. Cantaban. Y si José y María sonreían, y hasta pidieron unas maracas para acompañar. Lo leí en el Facebook/ de José y María/ que el Niño Jesús/ migrante nacería// y luego cantaron: Al Niño Jesús/ en la navidad/ pido que nos traiga/ más fraternidad.
https://correodelcaroni.com/opinion/hagamos-las-paces/otro-cuento-de-navidad/
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