Isayen Herrera y Frances Robles 21 de marzo de 2023
@IsayenHG y @FrancesRobles
Tras años de escasez extrema, algunos
venezolanos viven con lujos mientras otros sobreviven con dificultad. El país
se ha convertido cada vez más en una nación de ricos y pobres.
En la
capital, una tienda vende bolsos de Prada y un televisor de 110 pulgadas por
115.000 dólares. No muy lejos, un concesionario de Ferrari ha abierto, y un
nuevo restaurante permite que los comensales acomodados disfruten de una comida
sentados encima de una grúa gigantesca con vistas a la ciudad.
“¿Cuándo
fue la última vez que hicieron algo por primera vez?”, gritaba por el micrófono
el anfitrión del restaurante a los clientes emocionados, mientras cantaban una
canción de Coldplay.
Esto no es Dubái ni Tokio, sino Caracas, la capital de Venezuela, donde una revolución socialista prometió igualdad y el fin de la burguesía.
La economía de Venezuela colapsó hace casi una década, lo que provocó
un enorme flujo de emigrantes en una de las peores crisis de la historia
moderna de América Latina. Ahora hay indicios de que el país se está asentando
en una nueva y rara normalidad, con productos cotidianos fácilmente
disponibles, una pobreza que empieza a disminuir y asombrosas áreas de
opulencia.
Esto
ha dejado al gobierno socialista del presidente autoritario de Venezuela,
Nicolás Maduro, liderando un país en el que la economía está mejorando, la
oposición batalla por unirse y Estados Unidos ha comenzado a reducir las
sanciones petroleras que habían contribuído a obstaculizar las finanzas.
Las
condiciones siguen siendo terribles para una gran parte de la población, y
aunque la hiperinflación que paralizó la economía se ha moderado, los precios
siguen triplicándose anualmente, una de las peores tasas del mundo.
Pero
con la relajación por parte del gobierno de las restricciones al uso de dólares
estadounidenses para hacer frente al colapso económico de Venezuela, la
actividad empresarial está volviendo al que fue el país más rico de la región.
Como
resultado, Venezuela es cada vez más un país de ricos y pobres, y una de las
sociedades más desiguales del mundo, según Encovi, una respetada encuesta nacional
realizada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la
Universidad Católica Andrés Bello.
Maduro
se ha jactado de que la economía creció un 15 por ciento el año pasado, con
respecto al anterior, y de que la recaudación de impuestos y las exportaciones
también aumentaron, aunque algunos economistas subrayan que el crecimiento de
la economía es engañoso porque se produjo tras años de enormes caídas.
Por
primera vez en siete años, la pobreza está disminuyendo: la mitad del país vive
en la pobreza, frente al 65 por ciento en 2021, según la encuesta de Encovi.
Pero
la encuesta también reveló que los venezolanos más ricos eran 70 veces más
ricos que los más pobres, lo que pone al país a la par con algunos países de
África que tienen las tasas más altas de desigualdad en el mundo.
Y el
acceso a los dólares estadounidenses está limitado a personas con vínculos al
gobierno o a quienes están involucrados en negocios ilícitos. Un estudio del
año pasado de Transparencia Internacional, una organización anticorrupción,
halló que negocios ilegales como el contrabando de comida, gasolina, personas y
gas representaban más del 20 por ciento de la economía venezolana.
Aunque
algunas zonas de Caracas están llenas de residentes que pueden adquirir una
creciente variedad de productos importados, uno de cada tres niños en toda
Venezuela sufría desnutrición en mayo de 2022, según la Academia Nacional de Medicina.
Alrededor
de siete millones de personas se han dado por vencidas y han huido de su patria
desde 2015, según las Naciones Unidas.
A
pesar del nuevo mensaje del gobierno de Maduro —“Venezuela se arregló”—, muchos
sobreviven con el equivalente a solo unos pocos dólares al día, y los empleados
del sector público han salido a la calle para protestar por los bajos salarios.
“Tengo
que hacer maromas”, dijo María Rodríguez, de 34 años, analista de laboratorio
médico en Cumaná, una pequeña ciudad ubicada a 400 kilómetros al este de la
capital. Rodríguez dice que, para pagar la comida y la matrícula escolar de su
hija, dependía de dos trabajos, un negocio paralelo de venta de productos de
belleza y el dinero de sus familiares.
Yrelys
Jiménez, profesora de preescolar con estudios universitarios en San Diego de
los Altos, una localidad ubicada a media hora en coche al sur de Caracas,
bromeaba diciendo que su salario mensual de 10 dólares significaba “pan para
hoy y hambre para mañana”. (El restaurante que permite que los comensales coman
a 45 metros sobre el suelo cobra 140 dólares por comida).
A
pesar de estas penurias, Maduro, cuyo gobierno no respondió a las solicitudes
de comentarios, se ha centrado en promover los crecientes indicadores
económicos del país.
“Parece
que el enfermo se recupera, se para, camina y corre”, dijo Maduro en un
discurso reciente, comparando a Venezuela con un paciente de hospital que se
cura repentinamente.
El
cambio de estrategia de Estados Unidos hacia Venezuela ha beneficiado en parte
a su gobierno.
En
noviembre, después de que el gobierno de Maduro accediera a reanudar las
conversaciones con la oposición, el gobierno de Biden concedió a Chevron una licencia de seis meses, prorrogable, para
extraer petróleo en Venezuela. El acuerdo estipula que los beneficios se
utilicen para pagar las deudas que el gobierno venezolano tiene con Chevron.
Y,
mientras Estados Unidos sigue prohibiendo las compras a la petrolera estatal,
el país ha aumentado las ventas de petróleo en el mercado negro a China a
través de Irán, según los expertos en energía.
Maduro
también está saliendo del aislamiento de sus vecinos latinoamericanos porque un
giro regional hacia la izquierda ha provocado el deshielo de las relaciones. Colombia
y Brasil, ambos dirigidos por líderes de izquierda recientemente elegidos, han
restablecido las relaciones diplomáticas. El nuevo presidente de Colombia,
Gustavo Petro, ha sido particularmente cálido con Maduro, reuniéndose con él en
repetidas ocasiones y acordando un acuerdo para importar gas venezolano.
Con
las elecciones presidenciales previstas para el próximo año y la reciente
disolución del gobierno paralelo de la oposición, Maduro parece cada vez más
confiado en su futuro político.
La
tasa de inflación del año pasado, del 234 por ciento, sitúa a Venezuela en el
segundo lugar del mundo, por detrás de Sudán, pero palidece en comparación con
la hiperinflación registrada en 2019, cuando la tasa se disparó hasta el
300.000 por ciento, según el Banco Mundial.
Con la
producción y los precios del crudo al alza, Venezuela también ha empezado a
experimentar un aumento de los ingresos procedentes del petróleo, su
exportación clave. La producción del país, de casi 700.000 barriles al día, es
superior a la del año pasado, aunque fue dos veces mayor en 2018 y cuatro veces
mayor en 2013, dijo Francisco J. Monaldi, investigador de política energética
de América Latina en la Universidad Rice.
La
flexibilización por parte del gobierno venezolano de las restricciones sobre
los dólares ha facilitado que algunas personas puedan usar el dinero enviado
desde el extranjero. En muchos casos, no se intercambia dinero en efectivo. Los
venezolanos con medios utilizan cada vez más aplicaciones digitales como Zelle
para usar dólares en cuentas del extranjero para pagar bienes y servicios.
Aun
así, los funcionarios estadounidenses califican el panorama económico de
Venezuela de ilusorio de alguna manera.
“Fueron
capaces de ajustarse a muchos de sus problemas tras la aplicación de las
sanciones a través de la dolarización”, según Mark A. Wells, subsecretario de
Estado adjunto, “por lo que con el tiempo empieza a parecer que son capaces de
alcanzar un estatus que básicamente ayuda a las élites de allí, pero los pobres
siguen siendo muy, muy pobres”.
“Por
lo tanto, no es que todo sea más estable y mejor ahí”, agregó Wells.
Maduro
asumió el cargo hace casi 10 años y fue reelegido en 2018 en unos comicios
ampliamente considerados como una farsa y que fueron repudiados por gran parte
de la comunidad internacional.
La
creencia generalizada de que Maduro ganó fraudulentamente llevó a la Asamblea
Nacional elegida democráticamente a declarar vacante la presidencia en 2019 y
utilizar una disposición de la Constitución para nombrar a un nuevo líder, Juan
Guaidó, un exdirigente estudiantil. Fue reconocido por decenas de países,
incluido Estados Unidos, como gobernante legítimo de Venezuela.
Pero
como figura principal de un gobierno paralelo que supervisaba las cuentas
financieras internacionales congeladas, carecía de poder dentro del país.
En
diciembre, la Asamblea Nacional destituyó a Guaidó y eliminó el gobierno
interino, una medida que algunos observadores consideraron como un impulso a
Maduro. Varias figuras de la oposición han anunciado que se presentarán a las
primarias previstas para finales de octubre, a pesar de que muchos analistas políticos
son escépticos de que Maduro permita una votación creíble.
“Lo
que Maduro tiene hoy es una oposición desarticulada y dispersa”, dijo Guaidó en
una entrevista telefónica. “También tiene a la mayoría del pueblo en su contra.
Sigue siendo un dictador sin apoyo popular, una economía destruida por su
propia culpa, con profesores, enfermeras, ancianos y trabajadores protestando
ahora mismo mientras hablamos”.
Incluso
gente como Eugenia Monsalves, propietaria de una empresa de suministros médicos
en Caracas y que envía a sus dos hijas a colegios privados, está frustrada con
el rumbo del país.
Aunque
es de clase media alta, dice que tiene que cuidar cómo gasta su dinero.
Sale a
comer de vez en cuando y ha visitado algunas de las nuevas tiendas de lujo de
la ciudad, pero sin comprar nada.
“La
gran mayoría de los venezolanos viven una situación complicada, muy
complicada”, dijo.
Monsalves
cree que el gobierno de Maduro debe irse, pero le preocupa que los mejores
candidatos hayan sido forzados al exilio o descalificados. La oposición, dijo,
no se ha unido en torno a lo que más necesita: un líder que pueda energizar al
electorado.
“Eso
es lo que yo más quisiera, así como muchísimos otros venezolanos”, dijo. “Pero
la verdad es que de esta manera, y sin un panorama claro de la oposición, una
propuesta clara de un candidato, lo veo muy difícil”.
Tomado
de: https://www.nytimes.com/es/2023/03/21/espanol/venezuela-ricos-pobres.html
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