Opus Dei 04 de marzo de 2023
@OpusDeiVE
Evangelio del Domingo 2º de Cuaresma
(Ciclo A) y comentario al evangelio. “Señor, qué bien estamos aquí; si quieres
haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. La
petición de Pedro expresa el deseo de todo corazón humano de permanecer para
siempre contemplando con gozo la gloria de Dios. A eso hemos sido llamados, a
la bienaventuranza.
Evangelio
(Mt 17,1-9)
Seis
días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y
los condujo a un monte alto, a ellos solos. Y se transfiguró ante ellos, de
modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos
como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. Pedro,
tomando la palabra, le dijo a Jesús:
—
Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía
estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube
dijo:
— Éste
es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.
Los
discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. Entonces se acercó Jesús
y los tocó y les dijo:
—
Levantaos y no tengáis miedo.
Al
alzar sus ojos no vieron a nadie: sólo a Jesús. Mientras bajaban del monte,
Jesús les ordenó:
— No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre
los muertos.
Comentario
El
evangelio de Mateo sitúa esta escena en un momento delicado para los apóstoles.
Justo antes, Jesús les había manifestado claramente “que él debía ir a
Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los
sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer
día” (Mt 16,21). A la vez, les había dicho, también con toda crudeza, que “si
alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y
que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,24-25). Es comprensible el desconcierto y
temor de sus discípulos ante advertencias tan graves.
Por
eso, ahora quiere alimentar su esperanza, manifestando su gloria ante Pedro,
Santiago y Juan. Sube a un monte alto, acompañado en primer lugar por tres
discípulos, de modo análogo a como Moisés subió al monte Sinaí acompañado por
Aarón, Nadab y Abihú, seguidos por los ancianos del pueblo (Ex 24,9). Estos
mismos tres apóstoles serían aquellos a los que llamaría en Getsemaní para que
lo acompañasen más de cerca, mientras los demás quedaban algo más retirados del
lugar donde Jesús rezaba en agonía (Mc 14,33). Contrastan las escenas de
esplendor gozoso y sufrimiento angustiado en las que Pedro, Santiago y Juan lo
acompañan, pero, a la vez, ambas están inseparablemente relacionadas. No hay
gloria sin cruz.
Moisés
y Elías, que habían contemplado la gloria de Dios y recibido su revelación en
el monte llamado Horeb o Sinaí (cf. Ex 24,15-16 y 1 R 19,8), acompañaban a
Jesús en este monte alto cuando “se transfiguró ante ellos, de modo que su
rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz”
(v. 2). Ahora contemplan la gloria y hablan con aquel que es la revelación de
Dios en persona.
Pedro
no puede acallar su alegría y exclama: “Señor, qué bien estamos aquí; si
quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías” (v. 4). Su petición expresa el deseo de todo corazón humano de
permanecer para siempre contemplando con gozo la gloria de Dios. A eso hemos
sido llamados, a la bienaventuranza. Con esos mismos sentimientos clamaba San
Josemaría haciendo oración mientras predicaba: “¡Jesús: verte, hablarte!
¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no
cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh. Cristo, quién te viera! ¡Quién
te viera para quedar herido de amor a Ti!”[1].
Desde
la nube de luz que los envuelve se oyen unas palabras llenas de significado:
“Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle” (v. 5). La
expresión “mi Hijo, el Amado”, es un eco de aquella en la que Dios se dirige a
Abrahán para pedirle que le sacrifique a su hijo Isaac: toma a “tu hijo, el
amado” (Gn 22,2). De este modo se establece un paralelo entre la dramática
escena del Génesis en la que Abrahán está dispuesto a sacrificar a Isaac, que
lo acompaña sin resistencia, y el drama que se consumará en el Calvario donde
Dios Padre ofreció a su Hijo en sacrificio asumido voluntariamente para la
redención del género humano. En efecto, en la escena de la Transfiguración la
Iglesia ha visto una preparación de los apóstoles para sobrellevar el escándalo
de la Cruz. Por su parte, el añadido “escuchadle” tiene resonancias claras de las
palabras que el Señor dirige a Moisés en el Deuteronomio: “el Señor, tu Dios,
suscitará de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo; a él habéis de
escuchar” (Dt 18,15). Aquel que es el Hijo al que su padre Dios entrega a la
muerte, Jesús, es a la vez aquel profeta como Moisés al que hay que escuchar.
“De
este episodio de la Transfiguración quisiera tomar dos elementos significativos
–decía el Papa Francisco–, que sintetizo en dos palabras: subida y descenso.
Nosotros necesitamos ir a un lugar apartado, subir a la montaña en un espacio
de silencio, para encontrarnos a nosotros mismos y percibir mejor la voz del
Señor. Esto hacemos en la oración. Pero no podemos permanecer allí. El
encuentro con Dios en la oración nos impulsa nuevamente a ‘bajar de la montaña’
y volver a la parte baja, a la llanura, donde encontramos a tantos hermanos
afligidos por fatigas, enfermedades, injusticias, ignorancias, pobreza material
y espiritual. A estos hermanos nuestros que atraviesan dificultades, estamos
llamados a llevar los frutos de la experiencia que hemos tenido con Dios,
compartiendo la gracia recibida”[2].
[1] San
Josemaría, Citado en Santo Rosario. Edición critico-histórica,
comentario al 4º misterio de luz.
[2] Papa
Francisco, Ángelus 16 de marzo de 2014.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2023-03-05/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico