Paulina Gamus 17 de julio de 2023
«En un
sólo hecho la Instrucción debe ser Social: Para hacerla
Prudente. Corporal: Para hacerla Fuerte. Técnica: Para
hacerla Experta. Científica: Para hacerla Pensadora. Sólo
dignificando el trabajo manual y las Artes útiles hará que las grandes masas de
analfabetas, puedan convertirse en ciudadanos productores y consumidores. Por
tanto, la Enseñanza debe partir de las Primeras Necesidades y Experiencias del
hombre y, sólo a través de la Escuela es que el hombre se prepara para la
vida.»
Maestro
Don Simón Rodríguez. 1840.
«El
índice de la Miseria», un estudio del economista Arthur Okun con
base en indicadores de inflación,
pobreza y empleo, proyecta a Venezuela como
la segunda economía «más miserable» del mundo en 2023 con 164 puntos. La
primera es Zimbabue. Y el próximo año será Líbano. Venezuela lideró el ranking
por seis años seguidos hasta 2021, cuando fue superada por Cuba. La alta
inflación que se mantiene en el país desde hace años es la principal razón por
la que Venezuela aparece en los primeros puestos del Índice de la Miseria». (Finect)
Catorce aspirantes competirán en la Primaria fijada para el 22 de octubre próximo, uno o una de ellos será la ganadora o el ganador (hasta ahora todo indica que será María Corina Machado) y, de hecho, él o la aspirante a competir contra Nicolás Maduro en las eventuales elecciones presidenciales de 2024 (recordemos que en Venezuela –bajo este régimen– todo es eventual). Es de suponer que todos y cada uno de esos 14 aspirantes se ha preocupado por conocer a fondo la dramática situación de un país miserable y destruido como es el nuestro y el desafío que significa responderles a los electores desesperados y al mismo tiempo con altas expectativas de cambio.
Ojalá
esos 14 aspirantes tengan en cuenta que el desastre económico y social
provocado por 24 años de robo, indolencia, incompetencia y afán destructivo de
Chávez primero y de Maduro después, ha tenido su impacto más dramático en la
huida masiva del país de más de siete millones de compatriotas entre los cuales
están médicos, ingenieros, economistas, comunicadores sociales, arquitectos,
artistas, investigadores científicos, músicos, profesionales de la salud y de
otras áreas y maestros. Muchos de ellos triunfan en el Exterior y nos
llenan de orgullo.
Pero
también emigran pobres que bailan con la muerte por los caminos de Darién o por
los verdes hacia Colombia, y criminales como el tenebroso «Tren de Aragua»,
producto de las «Zonas de Paz» creadas por este régimen.
Voy a
detenerme en los maestros, en los que se fueron y en los que se quedan y
volveré a ser autobiográfica. Mis padres llegaron a Venezuela en 1929 huyendo
de la miseria. Mi papá oriundo de Alepo, Siria y mi mamá de Salónica, Grecia.
Ambos llegaron con todo su grupo familiar y sin volver la mirada atrás,
llegaron para quedarse. Aquí en Caracas se conocieron, se casaron y nacimos sus
cinco hijos. Mi papá había estudiado en una escuela rabínica y solo leía y
escribía en árabe y hebreo antiguo. Apenas llegó a Caracas buscó un maestro de
español. Mi mamá hablaba ladino o judeo-español por lo que no tenía mayores
dificultades de comunicación, su educación había sido rudimentaria y sin
embargo fue siempre una gran lectora. Nunca les pareció suficiente su
gratitud a Venezuela por haber podido dar educación gratuita y de calidad a sus
hijos, lo que jamás habrían logrado en sus países de origen.
¿Cómo
supo mi mamá que a dos cuadras de nuestra casa en El Conde, estaba la mejor
escuela pública del país (para mí del mundo), la Experimental Venezuela fundada
en 1937 por el uruguayo Sabás Olaizola.? No era fácil obtener un cupo en primer
grado, pero mi mamá era campeona en vencer las dificultades y logró no solo que
yo estudiara toda la primaria en esa irrepetible escuela sino también mis
cuatro hermanos menores.
Contaré
como era mi escuela. Allí no solo aprendíamos matemáticas, historia, geografía
y lenguaje. Aprendimos a ser humanos, solidarios, útiles y ciudadanos. Las
clases de danza de la profesora vienesa Stefy Sthäl eran obligatorias para
niños y niñas, igual las de carpintería y herrería para los varones y las de
costura, tejido y bordado para las mujeres. Era optativo pertenecer al coro y
lo hice. Y me inscribí en las clases de cocina cuando tenía solo 9 años. Para
las alumnas de 6º grado había clases de primeros auxilios.
Pero
lo más singular fue nuestra formación cívica: teníamos la República Escolar y
elegíamos por votación directa y secreta a nuestros representantes que serían
miembros de los tres poderes. Se llamaban Consejeros. Todos respetábamos a los
compañeros que ejercían como fiscales de tránsito a las horas de entrada y
salida de clases.
Estaba
en 3er grado cuando estalló la Revolución de Octubre. Muchos la han criticado
como un golpe de estado, pero si hay un logro que nadie podrá negarle es
la campaña nacional de alfabetización que emprendió el gremio de maestros de
Acción Democrática, comandado por Luis Beltrán Prieto Figueroa, en un país
que tenía casi un 60% de analfabetas. La era democrática (1959-1998) llenó al
país de escuelas, liceos y universidades. La masificación actuó en detrimento
de la calidad pero había oportunidades para todos.
Y el
Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, en el primer gobierno de Carlos Andrés
Pérez (1974), fue quizá la empresa educativa más extraordinaria que haya
conocido cualquier país. Miles de jóvenes sin recursos económicos accedieron a
las mejores universidades del mundo y se hicieron brillantes profesionales.
Escribo
esta nota con el dolor que me produjo saber que la nieta de la señora que me
ayuda en casa, está en 5º grado de una escuela en Catia (Municipio Libertador,
Caracas) y tiene apenas dos horas de clases un solo día a la semana. La maestra de
esas dos horas envía a las mamás lo que los niños deberían aprender en la
escuela si los maestros recibieran una remuneración decente y pudiesen atender
un horario regular.
Mientras
los niños y jóvenes pobres que son mayoría crecen en el semi analfabetismo, los
que tienen posibilidades económicas, los «ricos» como los llama con
desprecio el chavismo, se educan en colegios y universidades privados de
primera calidad. Este es el más oscuro y trágico panorama al que se enfrenta
cualquiera que se proponga mejorar el nivel de vida en nuestro país. El
futuro es para llorar precisamente porque sin educación no hay futuro.
Paulina
Gamus
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