Humberto García Larralde 11 de octubre de 2023
Si no
conociéramos los personajes, quedaríamos perplejos ante ciertas conductas
recientes asumidas desde el poder. Se supone que en estos momentos los
representantes principales del chavo-madurismo estarían abocados a explorar
posibilidades de alivio a la situación cada vez más comprometida en que se
encuentra el Estado a fin de poder ampliar su capacidad de acción y lograr
permanecer más tiempo usufructuando sus mieles.
De hecho, el argumento con el que buscan legitimarse, tanto a nivel nacional e internacional, refiere las causas de la terrible situación en que se encuentran los venezolanos a las sanciones impuestas por los Estados Unidos y la Unión Europea, no a su desastrosa e irresponsable gestión. Ello conduce a un escenario de posible negociación en el cual –ateniéndonos al discurso oficial esgrimido por el gobierno estadounidense con respecto al gobierno de Maduro– pasos perceptibles de retorno al ordenamiento constitucional que sirvieran de sustento a unas elecciones presidenciales creíbles –en las que pudiera expresarse libremente la voluntad popular a favor del cambio político–, serían compensados con el alivio paulatino de algunas sanciones que, en el ideario del chavo-madurismo, son la razón por la cual no han podido responder a las necesidades de sus compatriotas.
Se
supone que tratarían de aparentar avances mínimamente necesarios para que se
activase la flexibilización de estas sanciones. Pero, estamos
evidenciando acciones totalmente contrarias. Claro, de levantarlas, se
quedarían sin excusa para desviar su responsabilidad en la destrucción del país
La más
notoria de las acciones contrarias a la búsqueda de salidas es el anuncio del
fiscal general de Maduro, Tarek William Saab, ordenando la detención a Juan
Guaidó, con alerta roja a la Interpol. Con una increíble desfachatez, acusa a
Guaidó de haber causado pérdidas de USD 19 millardos a Pdvsa (¡!) Valiéndose de
un irresponsable comentario de quien parece estar actuando como defensor de los
acreedores que aspiran cobrar deudas comerciales, por confiscaciones,
incumplimiento de contratos y otros, incurridas por los gobiernos de Chávez y
Maduro, el flamante fiscal además le echa la culpa al otrora presidente
interino, de dejar que se perdiera Citgo –cosa que, de paso, todavía no ha ocurrido.
Luego, la
confiscación de Crystallex, el incumplimiento a operadoras petroleras y
otras deudas que el Ejecutivo (Maduro) se ha negado a pagar, son la razón de
que Citgo sea ahora objeto de remate como garantía.
En
realidad, bajo la gestión de quienes fueron designados por la
presidencia interina se pudo rescatar a una Citgo hipotecada por el expolio al
que la sometió el chavo-madurismo, convirtiéndola en una empresa altamente
rentable, que ha multiplicado varias veces su valor de mercado. Lejos de dejar
que se perdiera, bajo la gestión de unos muy calificados gerentes de la Pdvsa
de antes nombrados bajo la presidencia interina, se recuperó esta empresa.
Pero,
como el gobierno interino tuvo que cargarle a Citgo los gastos de su defensa
legal ante el reclamo de acreedores demandantes del Estado venezolano, el
irresponsable consultor a que hemos hecho referencia arriba, le acusa de
proveerle al juez estadounidense que lleva la causa, la excusa del alter
ego, es decir, que Citgo opera como una extensión del Estado venezolano,
para argumentar que sus activos pueden servir de garantía para quienes buscan
recuperar inversiones expropiadas por Chávez y/u otras deudas.
Nuevamente,
una muestra de cinismo que se pierde de vista. Desde la Pdvsa «doja-dojita» de Ramírez, se confiscó la
autonomía comercial de Pdvsa para ponerla al servicio de los intereses del
chavismo –es decir, del Estado «revolucionario»–, incluyendo los manejos de
Petrocaribe para ganar votos en la OEA, hasta las garantías dadas para el
masivo endeudamiento con China.
Quien
durante años no levantó ni una ceja ante el descomunal desguace de las finanzas
públicas, la confiscación de empresas y/u otros activos privados, y el saqueo y
destrucción progresiva de Pdvsa –hasta que estalló el escándalo, imposible de
ocultar, asociado a la rapiña de Tarek el Aissami y sus acólitos—, ahora
pretende traspasar a un joven diputado elegido presidente de la AN legítima, y
quien valientemente asumió el liderazgo en defensa de la democracia venezolana,
la responsabilidad de estos crímenes contra los medios de vida de los
venezolanos. Pensar que en los años ’90, este implacable Torquemada,
acusador de inocentes, se hacía reconocer como defensor de derechos humanos
(¡!).
El
otro incidente que llama la atención es el anuncio de Maduro de crear un centro
para combatir «planes contra la paz» que no dejó de señalar estarían
organizados por una «extrema derecha». Se activó en él una especie de acto
reflejo, propio de toda mentalidad fascista, que inmediatamente invoca la
creación de falanges para «defender» la «revolución» contra quienes acusa de
querer desestabilizar el país.
Es
obvio que este anuncio tiene como «target» el esfuerzo de realizar unas
primarias para elegir el candidato(a) de las fuerzas democráticas ante las
elecciones presidenciales el próximo año. El hecho de poner al frente a
Diosdado Cabello, el más conspicuo promotor de las prácticas fascistas del
régimen militarizado que nos (des)gobierna, reafirma esta suposición. Pero,
como siempre, el neolenguaje del doublespeak Orwelliano que
tanto los caracteriza, cobija esta pretendida movilización de sus huestes, como
un acto de paz, ante el odio vociferado por una oposición violenta:
«Esto
va a dar grandes resultados para la paz, la tranquilidad, el funcionamiento de
la sociedad, para desarticular cualquier plan. Ya basta de planes perversos, ya
basta de odio, ya basta de venganza, basta de planes encubiertos para llenar de
violencia a Venezuela».
El
llamado de Maduro revive, además, el manido espectro de supuestas
conspiraciones que justificaría acciones represivas del Estado como respuesta,
preparando el escenario para el aumento de las persecuciones y detenciones de
líderes opositores, si los avances del proceso de primarias son percibidos como
un peligro a su permanencia en el poder. Y bajo la manga tiene argucias como
las de Luis Ratti, listas para ser activadas ante un tsj abyecto para sabotear
las primarias. Es su naturaleza.
En
fin, para quienes se sienten dueños del país y conciben la política como una
guerra sin cuartel, por otros medios, la tentación de patear el tablero cuando
perciben que los vientos no soplan a su favor, es grande. Si bien puede
afirmarse que están confesando su propia desesperación, ello no borra el hecho
real de que todavía están bajo su control los aparatos represivos del Estado,
estamentos militares que han traicionado su misión para con la patria, y que
cuentan con la aquiescencia de jueces corruptos y estados paria «amigos», para
hacer valer sus «razones» para seguir expoliando a Venezuela desde las alturas
del poder. Como amenazara Cabello, «Ni por las buenas ni por las malas» se van
a ir.
Dicen
que una bestia acorralada es mucho más peligrosa. El fracaso de su supuesta
«revolución» y su imposibilidad manifiesta de tomar ni las mínimas medidas
requeridas para comenzar a salir del profundo abismo en el cual han hundido el
país, representan los barrotes del corral político que se estrecha cada vez más
alrededor del chavo-madurismo.
Ni los
chinos le pararon. Ahora, con la reactivación de una fuerza democrática
empoderada con el apoyo popular y de una claridad de propósitos, y con unas
primarias que auguran ser exitosas, su desesperación habrá de aumentar.
Pero
esta bancarrota notoria, política, económica y social de su proyecto, no nos
debe servir de consuelo en esta contienda si la desesperanza termina empujando
a Maduro a emular al incalificable Daniel Ortega en las tropelías con que ha
cerrado los canales para que pudiera expresarse la voluntad democrática de los
nicaragüenses.
De
manera que, junto a los esfuerzos denodados por fortalecer, con los pies bien
afincados en la tierra, esa alternativa democrática empoderada, es menester ir
asumiendo en los meses venideros una estrategia que ofrezca, de una manera u
otra, posibilidades de salida, sujetas siempre, desde luego a la posibilidad de
avanzar a una transición democrática. Un plan «B» que puede ser indispensable.
Humberto
García Larralde
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