Laureano Márquez P. 07 de noviembre de 2023
El
tiempo es lo único que no se puede apresar. No hay autoridad humana capaz de
detenerlo, devolverlo ni trastocarlo. La ciencia ficción ha especulado siempre
con viajes a tiempos pretéritos, pero sabemos que es lógicamente imposible,
porque su linealidad es irreversible. Lo contrario sería intervenir la historia
con lo cual cambiaria también el futuro de quien viaja al pasado para
alterarlo, lo cual termina siendo un oxímoron.
De todas maneras, Rosa, como divertimento y como juego es siempre interesante. Podemos siempre volver con la imaginación a las etapas primarias de la humanidad. Uno de mis sueños irrealizables, por ejemplo, es viajar a la prehistoria, antes de la invención del fuego y solo dejarle un yesquero a un antepasado y enseñarle su uso, para luego regresar a mi tiempo a ver qué consecuencias produjo ese solo detallito.
Muchas
otras inquietudes podrían plantearse: ¿qué habría sido Alejandro Magno con
tanques de guerra?, ¿de Julio Cesar con chaleco antibalas?, ¿de Constantinopla
con un portaviones anclado en el Cuerno de Oro? En fin, las posibilidades son
infinitas. Pero definitivamente los viajes al pasado son imposibles de
realizar, también en política.
Hay
gente que vive en el pasado, es decir, su presente queda tan marcado por
momentos que ya transcurrieron, que no pueden librarse de ellos en el desempeño
de su vida, viven, pues, en permanente introspección retrospectiva. Otros traen
al presente previsiones del futuro y viven como si esas presunciones ya fuesen
un hecho consumado.
El
miedo al futuro puede ser paralizante y la negación del pasado nos puede
conducir a decisiones erráticas.
La
negación es según los psicólogos, un mecanismo de defensa consistente en negar
o restar importancia a las situaciones conflictivas o amenazantes. Se afronta el
pasado como si ciertos hechos nunca hubiesen existido, lo cual pone en
evidencia la ansiedad y el miedo que tales hechos producen en sus negadores,
incapaces de asumirlos y afrontarlos. Al omitir la realidad, el afectado por
sus resultados adversos, cree poder cambiar lo sucedido, pero no es así.
El
hecho es que uno no puede cambiar los sucesos del pasado. El refranero está
lleno de dichos que nos lo recuerdan: «llorar sobre la leche derramada» o
«tarde piaste pajarito», por citar un par de ejemplos. Lo que uno si puede
hacer es decidir como lidia con el pasado y parece que negarlo, suprimirlo o
declararlo ilegal es la opción menos acertada, porque como dijo Lord Byron: «El
mejor profeta del futuro es el pasado».
Laureano
Márquez P.


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