Thaelman Urgelles, publicado el Vie, 14 de febrero de
2014
Los trágicos acontecimientos de ayer
en Caracas fueron el pico de una operación política que nos ofrece la presunta
salida inmediata de la penosa situación socio-política (y especialmente
económica) en la que se encuentra Venezuela. No me refiero a la estupenda
cadena de marchas y concentraciones efectuada en todo el país, convocadas por
las federaciones estudiantiles de todas las universidades aunque los méritos
fueron hábilmente atraidos para sí por políticos que poseen más saliva para
engullir la harina mediática que ello provocó.
Me refiero a los promotores de un
nuevo atajo voluntarista al que ellos mismos han denominado #LaSalida,
denominación muy apropiada para estimular las prisas de sectores de clase media
cuya escasa experiencia política coincide con su justificada indignación por el
desastre que sufre nuestra depauperada Venezuela. Muy directa y explícita la
consigna de #LaSalida, con hashtag incluido, para bautizarlo en el escenario
principal de su campaña publicitaria, que no es otro que las redes sociales de
Internet. La resonante convocatoria que ha tenido, a partir de las acciones
iniciales de vanguardias juveniles muy bien organizadas y localizadas, habla
del nivel de desesperación que habita en ciertas capas poblacionales de clase
media ilustrada, pues no más allá de ellas se registra, como en los años 2000 a
2004, la virulencia protestataria.
#LaSalida, presentada como una
novedosa forma de lucha en el esfuerzo democrático, no tiene componentes nuevos
respecto de otras aventuras que han abundado a lo largo de estos 15 años. Como
las anteriores, ella se vale de cinco premisas centrales: primera, que
Venezuela no soporta un día más la caótica situación en la que ha sido
sumergida por este gobierno; segunda, que ello nos obliga a sacarlos del poder
de inmediato pues los daños al país se van a hacer irreparables; tercera, que
para ello es necesaria y suficiente la movilización decidida, en la calle, de
las masas opositoras, supuestamente mayoritarias; cuarta, que el liderazgo
opositor reconocido en el momento (léase hoy, Capriles y la MUD) es cómplice
del gobierno, con quien tiene acuerdos secretos de convivencia para prolongar
esta situación a cambio de prebendas inconfesables; y quinta, que por esa razón
hay que desplazar a esa dirigencia entregada mediante la participación activa y
directa –incluso espontánea, “autoconvocada”- de las masas opositoras.
El mismo plan, nada nuevo bajo el sol.
Salvo que esta vez lograron sumar a dos valiosos dirigentes de la nuevas
generaciones de políticos –Leopoldo López y María Corina Machado- y tentado
parcialmente a otro importante líder, Antonio Ledezma, quien con gran esfuerzo
logró sobrevivir al mismo error en el pasado. Esto es muy lamentable, pues sin
duda amplifica la potencia del llamado escisionista en el campo opositor
–amplía su base, más allá de los habituales “comecandelas” añorantes de la
salida militar- y además condena a estos importantes dirigentes democráticos a
un inminente fracaso que pesará sobre su influencia social y política, la
limitará al espacio de los opositores radicalizados y les cerrará puertas en el
mayoritario universo de los venezolanos no politizados.
Se podrán recuperar y habrá que
ayudarlos en eso. En particular, hay que defenderlos desde ya de la arremetida
represiva que ya el gobierno inició contra ellos, cuyo desenlace es previsible
dada la diligencia conocida de los títeres de la fiscalía y el poder judicial.
Porque, aunque no la comparto, la generalizada protesta de calle que promueven
López y Machado ha estado, de su parte y hasta el presente, inscrita en la
Constitución y las leyes. Sino miremos hacia el Brasil, donde hace unos meses
se registraron protestas mucho más enérgicas, masivas y generalizadas, en medio
de una importante competencia deportiva internacional, y para enfrentarlas el
gobierno observó cuidadosamente los derechos humanos de los movilizados y sus
dirigentes. No tiene excusas el gobierno, más allá de sus acostumbradas
mentiras y montajes fascistoides, para detener como ha hecho a los estudiantes,
ni para perseguir, enjuiciar o inhabilitar a López, Machado u otros dirigentes.
En todo caso, lo más lamentable de este
reincidente fallo estratégico es el sufrimiento que está representando en
términos de muerte y represión a nuestra juventud, a los valerosos estudiantes
que siempre están a la orden para acometer la faz más descarnada de la lucha,
en las calles frente a las desalmadas huestes militares, policiales y
paramilitares del gobierno. Los estudiantes asesinados, heridos, golpeados,
vejados y apresados, así como sus desesperadas familias, concitan el dolor y la
indignación de la mayoría de Venezuela, pero muy poca adhesión concreta en el
mismo terreno callejero.
No he podido contenerme de pronunciar
un pensamiento que alguna vez me resultó odioso escuchar durante mi época
estudiantil: algunos políticos utilizan a los estudiantes como “carne de cañón”
para sus planes particulares, proyectos que los utilizados no suelen conocer en
sus aspectos confidenciales. Porque razones para protestar siempre hay, y no
hay nadie más dispuesto que un joven estudiante para advertirlas y actuar en
consecuencia. Hoy sobran las razones para protestar, pero promover la
movilización de calle sin más, carente de un propósito orgánico salvo propiciar
el caos galopante “a ver” si una solución milagrosa emerge de algún lugar que
imaginamos está listo para actuar según nuestros deseos, es cuando menos una
irresponsabilidad, sino un crimen. Y mucho más cuando los objetivos del
bochinche están vinculados a proyectos de poder interno en el campo donde se
actúa, para desplazar a quienes hoy ocupan tales posiciones.
Fracasarán. Porque este nuevo intento
de forzar, por puro voluntarismo, la naturaleza de los procesos políticos
carece totalmente de sustento (a menos que los promotores más ocultos del
despropósito sepan algo que no sabemos el resto de los venezolanos, algo con lo
cual han venido amenazando en estos 15 años sin ningún resultado). Y créanme
que no me regocijo de ese fracaso; por el contrario, lo lamento muchísimo,
porque esas derrotas pesan enormemente en el desarrollo general de la lucha
democrática. Nos hacen retroceder. Por fortuna para la maltrecha oposición, el
gobierno está igual o peor que ella: también dividido, dando palos de ciego en
la economía, desesperado por la falta de credibilidad ante sus seguidores… Pero
esta ayudadita de #LaSalida no le vendrá nada mal para su designio de
sobrevivir un rato más a una crisis generalizada que no parece tener fin ni
remedio.
¿Por qué estoy tan seguro de que la
operación #LaSalida fracasará?
Porque está sustentada en una falsa
premisa central: que una mayoría de los venezolanos está deseosa de la renuncia
del actual presidente y dispuesta a movilizarse activamente para lograrlo.
Parten del supuesto de que la crisis socio-económica que vive el país, sumada a
la ilegitimidad que varios factores hacen pesar sobre el cargo de Nicolás
Maduro, son suficientes para crear las condiciones de un estallido social
creciente que produzca #La Salida deseada.
Se equivocan. Este gobierno,
innegablemente debilitado por la crisis y la ilegitimidad por él mismo
provocadas, tiene frente a sí a una oposición mucho más débil, carente de
unidad orgánica, sin conexión con importantes sectores sociales sobre los que
el gobierno ejerce un cerrado control y carente de un proyecto de país
alternativo, cuya formulación no va más allá de las generalidades estupendamente
dibujadas por Henrique Capriles en tres campañas electorales.
Con todos sus méritos, esta es una
oposición que acaba de ser derrotada en las elecciones municipales del pasado
8-N. Ella tenía todas las perspectivas de victoria apenas un mes antes de esas
votaciones; pero el gobierno se las arregló, ventajismo y maniobras arteras
mediante, para alcanzar una votación nacional claramente mayoritaria con la que
se recuperó de la estrecha desventaja sufrida el 14-A, volteada mediante los
mecanismos fraudulentos que ya conocemos. Si el resultado electoral hubiese
sido claramente favorable a la oposición, no hay duda que las condiciones para
aspirar a una salida inmediata serían hoy harto favorables. Pero no fue así. La
consigna enarbolada por Capriles días antes del 8-N -“luego iremos por ti,
Maduro”- tenía como premisa el triunfo electoral; de tal modo que ese llamado
fue sepultado por los votos adversos y postergado para otra oportunidad.
¿Cómo una oposición derrotada, sin un
programa claro y conocido y sin vínculos con sectores sociales fundamentales,
va a proponer la salida de un gobierno que viene de derrotarla electoralmente?
Los acontecimientos políticos generan realidades políticas, y un claro
resultado electoral es un acontecimiento político que genera una inobjetable
realidad política. El escenario así establecido puede resultar breve o
duradero, según el comportamiento de factores objetivos que están en la
sociedad y factores subjetivos inherentes a las fuerzas en pugna. No hay duda
de que los factores socio-económicos presentes favorecen la esperanza de un
cambio político, pero los factores sicológico-sociales y el ambiente cultural
que prevalece hoy en Venezuela no parecen acompañarlos en la misma medida.
¿Está la sociedad venezolana -sus
mayorías poblacionales y organizadas, sus sectores decisivos en múltiples
aspectos- deseando un cambio inmediato de gobierno y dispuestos a movilizarse
peligrosamente para sacar del poder a un agresivo grupo que se muestra
dispuesto a cualquier tropelía (incuida la masacre) para conservar sus
privilegios? ¿Quienes clamamos por un cambio de gobierno, hemos presentado a
esta sociedad un proyecto alternativo que le dé confianza para acompañarnos en
la aventura de una salida inmediata? La respuesta evidente es NO, para ambas
preguntas. Ni la mayoría desea, ni siquiera lo imagina, que este gobierno debe
salir ya, ni la oposición está ofreciendo una alternativa sustentable de
gobierno, mucho menos de poder.
V. I. Lenin, el mayor teórico y
práctico de la insurrección, y Curzio Malaparte, teórico del golpe de Estado,
coinciden en que ambas alternativas políticas son de lenta preparación y rápida
ejecución. Y que el sentido de la oportunidad gobierna con mano de hierro su
preparación y puesta en práctica. Lenin dictaminó, respecto de su insurrección
en Octubre de 1917: “para ayer era muy pronto, para mañana será muy tarde, el
día debe ser hoy”, con lo que subrayaba la vital importancia que tienen los
tiempos en esos vitales procesos socio-políticos. Ellos requieren un laborioso
y sostenido acopio de fuerzas en todos los espacios de la sociedad, un conteo
riguroso de las propias y de las del adversario, y un ausculteo minucioso de
las pulsiones que habitan lo más profundo del cuerpo social.
Eso tienen que saberlo, o siquiera
intuirlo, los promotores de #LaSalida. Porque ellos no son neófitos políticos
(¿o militares?); y si lo fueren, poseen asesores y estudiosos especializados
que lo conocen con propiedad. Entonces, ¿por qué se comportan de esa manera?
¿Por qué lanzan una consigna que sugiere el reemplazo inmediato de un gobierno
frente al escepticismo de la inmensa mayoría social? ¿Por qué promueven una
movilización indiscriminada de los estudiantes que no tendrá otro fin que la
agresión sobre ellos de cuerpos represivos despiadados, y el desencanto de esos
muchachos al no recibir la solidaridad masiva que ellos esperan del resto de la
sociedad? ¿Cuánto va a costar que esos muchachos salgan otra vez de sus aulas,
cuando sea verdaderamente necesario y útil que lo hagan?
Al parecer, el propósito más profundo
de los promotores de #LaSalida no es reemplazar de inmediato al gobierno, sino
a Henrique Capriles como líder del pueblo democrático y a Ramón Guillermo
Aveledo como coordinador de la oposición organizada. En ese caso, el movimiento
debería tener por Hashtag el más apropiado de #LaEntrada… de ellos a las
posiciones dirigentes de la oposición. Es duro decir esto de personas sobre
quienes pesan órdenes de prisión; pero dado que nos estamos jugando la suerte
de Venezuela alguien debe atreverse a hablar claro, quizás alguien como quien
escribe, que no posee otra ambición que recuperar un país libre para sus hijos
y nietos.
Menos mal que Capriles ha sido muy
firme ante las presiones que esto indudablemente le significa y Aveledo ha
reaccionado con la misma serena convicción. Henrique ha sido muy claro al
demarcar cuál será su ruta en los tiempos inmediatos: una ruta social, para
vincularse con la Venezuela que nunca adhirió la oferta opositora, para llegar
al corazón y la cabeza de los millones de venezolanos que creyeron en la oferta
de Chávez y aún guardan una esperanza en los cantos de sirena de sus sucesores.
Muchos de ellos se distancian y desengañan a diario de la farsesca revolución,
pero no encuentran en el mapa una oferta, una palabra o un líder que los motive
a participar en otra causa.
Que Capriles y Henry Falcón y Liborio
Guaruya, entre otros, asuman ese camino me llena de esperanzas y también de
orgullo. Porque es lo que hemos venido proponiendo desde que en marzo de 2001
publicamos el manifiesto fundacional de sitio web “El Gusano de Luz”,
conjuntamente con la Organización Procatia. Documento de plena vigencia que
está a la orden de quienes lo quieran revisar en el siguiente link:
https://docs.google.com/file/d/0B3V1-t1wgBr_VkY3WFplUS1fbjA/edit
Finalmente, el período no electoral
que transita por estos meses Venezuela ofrece la oportunidad de un debate
abierto sobre las mejores alternativas de lucha para el éxito del esfuerzo
democrático. De tal discusión emanaría con transparencia el liderazgo más
conveniente para el futuro inmediato; y la necesidad de unidad no debe ser un
obstáculo para que el mismo se efectúe con la mayor franqueza, en el marco del
respeto y altura y sin el chantaje de los hechos cumplidos por delante.
Es más, existe una vía expedita y
transparente para dilucidar, en el marco del referido debate, el asunto nada
deleznable del liderazgo. ¿Por qué no se convocan unas elecciones internas de
la Venezuela democrática, en la cual el líder y los principales coordinadores y
voceros sean electos por el voto universal de todos los que quieran participar?
Como las primarias de febrero de 2012. Unas elecciones que, como propuso hace
una semana Oscar Arnal, sirvan además de primarias para elegir a todos los
candidatos de la oposición unida a la Asamblea Nacional y el Parlamento Latinoamericano.
Elecciones primarias en todos los estados, circuitos y para todas las listas.
Esta idea le parecerá necia y
descabellada a las mentalidades frívolas e inmediatistas que abundan en las
redes sociales, una parte de las cuales (no muy grande por cierto) se encuentra
hoy en las calles. “Falta un siglo para las elecciones parlamentarias”,
responderán. Pues no, en términos de política concreta las elecciones
parlamentarias de septiembre 2015 están ahí mismo, a la vuelta de la esquina.
Si queremos buenos candidatos con opción triunfadora en la mayoría de los
circuitos y estados del país, hay que pensar en ellos desde ya y elegirlos por
lo menos con 10 meses de anticipación. Para que tengan tiempo de hacer sus
campañas en el seno de las bases sociales.
La pronta convocatoria de estas
primarias obligaría a todos los políticos y aspirantes a serlo, que deseen ser
diputados o dirigentes de la Unidad, a moverse desde ya en los espacios que
cuentan para ello -las bases comunitarias, laborales, estudiantiles y
profesionales de cada región- para alcanzar primero la candidatura y luego el
triunfo ante el adversario pesuvista. Y sobre todo, evitaría que las planchas
para la Asamblea Nacional sean confeccionadas nuevamente en los mezquinos
cotilleos partidistas, como acaba de ocurrir con los candidatos a concejales,
donde las cúpulas de 5 o 6 partidos de dudosa fortaleza deciden quién entra y
quién sale de las planchas, dejando por fuera a valiosos ciudadanos
(independientes, pero también de sus propios partidos) que jugarían un papel
mucho más válido y eficiente, tanto en la elección como en el parlamento.
El logro de una elección como esa para
el mes de noviembre, por ejemplo, y un congreso ideológico o programático de la
Unidad opositora a comienzos de 2015 (con todo este año para prepararlo, sin
los encierros cupulares a los que nos tiene acostumbrados la MUD), puede
constituir un proyecto muy atractivo para la sociedad civil y para la
ciudadanía en ejercicio que tanta angustia presenta en el momento actual. Es
una idea que bien puede comenzar a ser discutida luego que finalice el
aspaviento –conmovedor y digno de solidaridad en el caso de los estudiantes
muertos, heridos, golpeados y detenidos- generado por #LaSalida.
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