FÉLIX PALAZZI sábado 22 de febrero de 2014
Doctor en Teología Dogmática
fpalazzi@ucab.edu.ve
@felixpalazzi
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@felixpalazzi
Hemos escuchado hablar mucho de paz en
estos días pero, ¿realmente se llega a entender lo que significa la paz?
Advertía Pablo VI en 1968: «La paz no puede estar basada en una falsa retórica
de palabras, que aunque bien recibida porque responde a las profundas y
genuinas aspiraciones de los hombres, pero que pueden también servir y de hecho
han servido a veces, por desgracia, para esconder el vacío del verdadero
espíritu y de reales intenciones de paz, si no directamente para encubrir
sentimientos y acciones de prepotencia o intereses de parte». Todos deseamos la
paz pero ella es mucho más que un estado individual de abstracción del devenir
o la ausencia de todo conflicto. Entenderla como un simple estado idílico de
falta de toda tensión o producto de una ideología o esfuerzo que pretenda
instaurarla bajo el efecto de un aparente «estado de tranquilidad», es incubar
una idea deformada de la paz. Mucho más que un estado definitivo y pleno de
quietud, ella se realiza en medio de una tensión histórica permanente que nos
permite construirnos como individuos y sociedad.
Nos urge discernir, construir y encarnar una «cultura de paz» que sea capaz de exigir activamente el contenido de lo que la paz significa e implica. El 8 de diciembre de 1976, Pablo VI oportunamente recordaba: «Si quieres la paz, defiende la vida... la paz no es sino la superioridad incontestable del derecho, y en definitiva, la celebración de la vida... donde reina la violencia, desaparece la verdadera paz. Por el contrario, donde los derechos del hombre son profesados realmente, reconocidos y defendidos públicamente, la paz se convierte en la atmósfera alegre y operante de la convivencia social». El magisterio de la Iglesia desde entonces ha sido claro en sostener que para alcanzar la paz hay que defender la vida en todas sus expresiones. No puede haber paz verdadera donde la vida no es defendida, garantizada y promocionada. La paz exige la defensa y promoción de los derechos humanos, y por ende, la plena salvaguardia de la dignidad humana que no puede ser subordinada a ninguna ideología o proyecto partidista.
«Sin justicia no hay paz», recordaban nuestros obispos latinoamericanos en Medellín en 1968. La justicia presupone el interés por la verdad, no puede existir justicia donde no existe la verdad. La búsqueda de la verdad necesariamente exige un examen plural de los factores involucrados que nos permita acercarnos con mayor claridad a la realidad de los acontecimientos vividos; esto se nos ha convertido en una necesidad impostergable. De lo contrario permanecerá la sensación cierta de la manipulación parcializada de la realidad en beneficio de intereses particulares y mezquinos. Solo la verdad favorecerá la justicia y permitirá la paz. La pretensión de aplicar la justicia desde la manipulación de la realidad no será más que «el germen continuo de rebeliones y guerras» (Medellín 2,14).
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140222/paz-verdad-y-justicia
Nos urge discernir, construir y encarnar una «cultura de paz» que sea capaz de exigir activamente el contenido de lo que la paz significa e implica. El 8 de diciembre de 1976, Pablo VI oportunamente recordaba: «Si quieres la paz, defiende la vida... la paz no es sino la superioridad incontestable del derecho, y en definitiva, la celebración de la vida... donde reina la violencia, desaparece la verdadera paz. Por el contrario, donde los derechos del hombre son profesados realmente, reconocidos y defendidos públicamente, la paz se convierte en la atmósfera alegre y operante de la convivencia social». El magisterio de la Iglesia desde entonces ha sido claro en sostener que para alcanzar la paz hay que defender la vida en todas sus expresiones. No puede haber paz verdadera donde la vida no es defendida, garantizada y promocionada. La paz exige la defensa y promoción de los derechos humanos, y por ende, la plena salvaguardia de la dignidad humana que no puede ser subordinada a ninguna ideología o proyecto partidista.
«Sin justicia no hay paz», recordaban nuestros obispos latinoamericanos en Medellín en 1968. La justicia presupone el interés por la verdad, no puede existir justicia donde no existe la verdad. La búsqueda de la verdad necesariamente exige un examen plural de los factores involucrados que nos permita acercarnos con mayor claridad a la realidad de los acontecimientos vividos; esto se nos ha convertido en una necesidad impostergable. De lo contrario permanecerá la sensación cierta de la manipulación parcializada de la realidad en beneficio de intereses particulares y mezquinos. Solo la verdad favorecerá la justicia y permitirá la paz. La pretensión de aplicar la justicia desde la manipulación de la realidad no será más que «el germen continuo de rebeliones y guerras» (Medellín 2,14).
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140222/paz-verdad-y-justicia
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