JEAN MANINAT viernes 21 de febrero de 2014
@jeanmaninat
El régimen ha sumido a Venezuela en
una larga noche de los cuchillos largos. Sus huestes armadas emergen de las
alcantarillas para asesinar y golpear, para mancillar y aterrorizar con
especial saña a los estudiantes que valientemente han salido a protestar en
contra de la calamitosa situación que vive el país. El rojo que pretende
identificar los colores del llamado "proyecto revolucionario" será un
recuerdo permanente de la sangre que hicieron correr cuando desataron a su
jauría. El estamento militar que ha permitido la matanza a cuentagotas de
jóvenes estudiantes, tendrá un recordatorio permanente de su desapego por la
moral ciudadana, cada vez que se vean reflejados en el rostro de sus hijos y
nietos. Por lo demás, es difícil afeitarse cada mañana sin confrontar el
espejo.
Una vez que se disipe el humo de las bombas lacrimógenas y de los cauchos quemados, una vez que se elabore el duelo por las vidas perdidas, habrá que hacer un inventario de lo que se avanzó y también de lo que se dejó perder en el camino. Quienes dirigen a la oposición en estos momentos, están obligados a darle un respiro a las frases aguerridas, a los mantras de autohipnosis y, en medio de la urgencia que los ocupa, ubicar bien por dónde queda la salida. Los más veteranos saben -porque ya se han dado de bruces en el pasado con una calle ciega- que no hay un sendero rectilíneo y despejado en la lucha política, menos aún ante un régimen sin escrúpulos y desalmado. Saben muy bien, que el final no está a la vuelta de la esquina. Toda la solidaridad del mundo con los estudiantes protestando en la calle -¡qué duda puede caber!- pero el papel de los líderes es orientar, indicar el camino a seguir, así no sea el que con justa indignación se corea con rabia en las concentraciones. Esa es la responsabilidad por la cual tendrán que rendir cuenta en algún momento. No basta con arengar las marchas en la mañana y desaparecer en las tardes cuando la guarimba despierta.
Es mucho lo que se ha logrado para mostrar al mundo la calidad del régimen aposentado en Miraflores. A pesar del silencio vergonzoso de los mandatarios de la región -con las excepciones que conocemos- el régimen cívico-militar ha quedado expuesto en su ignominia frente al mundo. Pero hace falta convertir a la oposición en un referente sólido y representativo de la mayoría del país y allí se está en deuda todavía. Hay quien quiere obviar ese paso bajo la suposición de que el tener la razón moral es suficiente para doblegar la realidad. Nunca más apropiado el llamado de Gramsci a compaginar: "el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad" para desenredar el avance de las opciones políticas. Es justo reconocer que salir a las calles ha logrado instalar un optimismo que se había perdido en la derrota. Y ese ha sido un gran logro. Precisamente por eso, la inteligencia debería guiar los próximos pasos para hacer que la energía que renació no decaiga o peor aún se transforme en frustración y apatía. Esa es la tarea en los tiempos que vienen.
Ojalá que para cuando este artículo salga, alguien en el Gobierno haya tenido la sensatez de ordenar la libertad de Leopoldo López. Él asumió las consecuencias políticas de entregarse y debería estar afuera y no adentro.
A nadie escapa que la unidad ha salido maltrecha de este trance. Ni que el liderazgo de Capriles es revisado por algunos. Pero lo que ha venido diciendo con responsabilidad y valor ya encontró eco en otros. Nuestra oposición tiene una pulsión suicida que emerge cada cierto tiempo, roguemos a la deidad que haya que rogar que sepa disiparla.
Ya es hora de empezar a darle una salida a la calle antes de que sigan cayendo más vidas jóvenes. Y la desembocadura no es una guarimba permanente. Es la hora de actuar responsablemente y no dejarse llevar por el embeleso de sus propias palabras y los aplausos. Quienes tienen que actuar que actúen ya.
Hacen falta más neuronas y menos testosterona.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140221/mas-neuronas-menos-testosterona
Una vez que se disipe el humo de las bombas lacrimógenas y de los cauchos quemados, una vez que se elabore el duelo por las vidas perdidas, habrá que hacer un inventario de lo que se avanzó y también de lo que se dejó perder en el camino. Quienes dirigen a la oposición en estos momentos, están obligados a darle un respiro a las frases aguerridas, a los mantras de autohipnosis y, en medio de la urgencia que los ocupa, ubicar bien por dónde queda la salida. Los más veteranos saben -porque ya se han dado de bruces en el pasado con una calle ciega- que no hay un sendero rectilíneo y despejado en la lucha política, menos aún ante un régimen sin escrúpulos y desalmado. Saben muy bien, que el final no está a la vuelta de la esquina. Toda la solidaridad del mundo con los estudiantes protestando en la calle -¡qué duda puede caber!- pero el papel de los líderes es orientar, indicar el camino a seguir, así no sea el que con justa indignación se corea con rabia en las concentraciones. Esa es la responsabilidad por la cual tendrán que rendir cuenta en algún momento. No basta con arengar las marchas en la mañana y desaparecer en las tardes cuando la guarimba despierta.
Es mucho lo que se ha logrado para mostrar al mundo la calidad del régimen aposentado en Miraflores. A pesar del silencio vergonzoso de los mandatarios de la región -con las excepciones que conocemos- el régimen cívico-militar ha quedado expuesto en su ignominia frente al mundo. Pero hace falta convertir a la oposición en un referente sólido y representativo de la mayoría del país y allí se está en deuda todavía. Hay quien quiere obviar ese paso bajo la suposición de que el tener la razón moral es suficiente para doblegar la realidad. Nunca más apropiado el llamado de Gramsci a compaginar: "el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad" para desenredar el avance de las opciones políticas. Es justo reconocer que salir a las calles ha logrado instalar un optimismo que se había perdido en la derrota. Y ese ha sido un gran logro. Precisamente por eso, la inteligencia debería guiar los próximos pasos para hacer que la energía que renació no decaiga o peor aún se transforme en frustración y apatía. Esa es la tarea en los tiempos que vienen.
Ojalá que para cuando este artículo salga, alguien en el Gobierno haya tenido la sensatez de ordenar la libertad de Leopoldo López. Él asumió las consecuencias políticas de entregarse y debería estar afuera y no adentro.
A nadie escapa que la unidad ha salido maltrecha de este trance. Ni que el liderazgo de Capriles es revisado por algunos. Pero lo que ha venido diciendo con responsabilidad y valor ya encontró eco en otros. Nuestra oposición tiene una pulsión suicida que emerge cada cierto tiempo, roguemos a la deidad que haya que rogar que sepa disiparla.
Ya es hora de empezar a darle una salida a la calle antes de que sigan cayendo más vidas jóvenes. Y la desembocadura no es una guarimba permanente. Es la hora de actuar responsablemente y no dejarse llevar por el embeleso de sus propias palabras y los aplausos. Quienes tienen que actuar que actúen ya.
Hacen falta más neuronas y menos testosterona.
Tomado de: http://www.eluniversal.com/opinion/140221/mas-neuronas-menos-testosterona
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