Por EL MOSTRADOR 24 DE FEBRERO DE 2014
"Maduro
dice que yo soy una fascista violenta de la ultraderecha que esta en una
conspiración internacional para tumbar su gobierno. Que lo diga. Yo mañana
vuelvo a salir con los muchachos, a exigir al gobierno que desarme a los
colectivos, a decir que las calles son nuestras, a recordar a la estudiante que
murió con una bala en la nuca, a darle fuerza a la otra que perdió un ojo. Y
saldré con el mismísimo exacto orgullo, inocencia y alegría con que salen todos
los estudiantes de América Latina a gritar viva la U, viva la Universidad,
muera la bo, muera la bota militar", sostiene.
La siguiente es una carta escrita por una prima
venezolana del cantautor uruguayo, Jorge Drexler, en la que explica a
su familia la grave situación en Venezuela:
“Por estos días vi la foto de los
presidentes latinoamericanos posando con Raúl Castro en Cuba. Una foto por
decir lo menos curiosa, de varios hombres y mujeres que en su mayoría pasaron
media vida tratando de convencer a sus conciudadanos de que eran la mejor
opción de gobierno en sus países, luchando por sus ideas justas o injustas,
ganando con enorme esfuerzo unas elecciones, que sonreían junto al designado
heredero de la monarquía cubana. Como siempre que veo una cosa así, me acordé
de Yoani Sánchez, me la imaginé en el piso de un carro recibiendo patadas en la
cara, aquella vez que se la llevaron por andar escribiendo un blog, y me
pregunté si la lluvia de golpes sería tal vez distinta si ella supiera que
quien iba a salir mañana a defenderla y a acusar a los esbirros del régimen no
era, digamos, la bestia de George Bush. Yo cuando pienso en los cubanos siempre
termino diciéndome lo mismo: solos, los dejamos solos”.
“Eso de la foto fue antes de que
empezaran las protestas en Venezuela. Claro que yo no iba a a protestar, no
porque no sobren razones, sino porque me parecía que se estaba llamando a
tumbar el gobierno. Entonces fue cuando otra vez, otra muchacha de la
universidad en el Táchira fue atacada por unos malandros en pleno día, estuvo a
punto de convertirse en otra de las decenas de miles de personas asesinadas por
año en Venezuela (las cifras son oficiales), y los muchachos dijeron basta. Y
salieron, protestaron, se portaron mal, quemaron cauchos, trancaron calles.
Agarraron a unos cuantos, y los mandaron, sin proceso alguno, directamente a la
cárcel de Coro a mil kilómetros de distancia. En una de esas demostraciones del
surrealismo venezolano a las que nos hemos acostumbrado últimamente, los presos
hicieron una protesta violenta y dijeron que esos muchachos no podían entrar en
la cárcel, aquí solo hay criminales, dijeron, los estudiantes no deben estar
aquí”.
“Así empezó todo, y aquí en Mérida esa
misma tarde estaban protestando los estudiantes. Y salió Leopoldo López a
llamar a una marcha. Tampoco iba a ir, no me gusta nada Leopoldo López, aunque
tengamos enemigos comunes, y pienso que Henrique Capriles tenía mucha razón y
mucho valor en llamar a que no se saliera a descargar la frustación sin ton ni
son, arriesgando la vida de los estudiantes. Pero resultó que la noche anterior
a la marcha salieron con mas fuerza que nunca los llamados “colectivos”. En
Mérida se llaman Tupamaros. Todos los conocemos. Tienen motos, andan de a dos.
El de atrás lleva el arma. Se cubren la cara. La mayoría viven en unos
edificios que antes eran residencias de estudiantes, y donde ahora la policía
no entra. Tienen también un “brazo civil”, digamos, que participa en las
elecciones. Esa tarde salieron, rompieron las puertas de un edificio donde
viven varios amigos míos, entraron con las motos. Disparando. Así en varios
edificios donde viven estudiantes que salen a protestar siempre. Se pasearon
por la ciudad, y las “ballenas” anti disturbios de la policía venían detrás de
ellos apoyando. El patrón se ha repetido en todos estos días de manifestaciones
en todo el país: sueltan a los colectivos adelante, con las motos, armados, y
la guardia nacional viene atrás. Lo que pasa es que yo vivo aquí en Mérida y
eso no lo vi en una foto de twitter: lo vi”.
“Por eso yo fui a la marcha, vestida
de blanco como todos. No porque hay una conspiración del imperio para tumbar a
Maduro en la que yo participo, ni porque me convencieron con un folletito de la
CIA de dejar de ser la hija de un exiliado político de la dictadura uruguaya
para convertirme en una fascista de la ultraderecha, para usar el término con
que me llama nuestro presidente. Salí, con miedo eso sí porque las balas no me
gustan, a decirles a los criminales de las motos que la ciudad no es de ellos,
es nuestra, que podemos caminar por sus calles cuando queremos, que no pueden
decirnos con sus motos y sus pistolas adónde no ir. Salí porque si mi padre
estuviera vivo, habría salido conmigo del brazo con los estudiantes. Y fue
hermoso, y cantamos, y se nos unió toda la ciudad en la manifestación más
grande que se había visto hasta entonces. Y entonces vino la noche, y de nuevo
salieron las motos. Me llamó una amiga, atrincherada en su apartamento: vienen
los “tupas”, y la policía los proteje, y quién nos defiende a nosotros”.
“Los tupas. No escogieron el nombre
por casualidad. Lo escogieron sabiendo que hay muchos, demasiados, tristes
intelectuales de la así llamada izquierda latinoamericana, para quienes el
discurso y el nombre lo es todo. Usted dice tupamaro, y ellos piensan en los
torturados de la dictadura uruguaya, no en los muchachos que salieron ayer
mostrando las heridas que la Guardia Nacional Bolivariana les hizo cuando los
detuvo. Son el tipo de gente que si usted le dice guerrillero, ellos piensan en
un joven buenmozo de barbita con una boina negra y su estrellita blanca, no en
un anciano narcotraficante colombiano sin escrúpulos que es capaz de secuestrar
niños para llevarlos a pelear a la selva. Son el tipo de gente que piensa que
Chávez nacionalizó el petróleo venezolano y nunca se fijaron en la fecha. Son
gente a la que usted les dice que los políticos venezolanos de oposición no
salen en ninguna televisión venezolana desde hace meses porque está prohibido,
y dicen: ah, pero. Y uno sabe que si mañana en su país prohibieran aparecer a
los políticos de oposición, se indignarían. Que no estarían contentos si
supieran que la tercera parte de los ministros de su país son militares, que
oficialmente no hay separación de poderes, que el jefe del ejército juró que la
oposición jamás ganaría una elección en este país, que la presidenta del
Consejo Nacional Electoral celebra todos los años el aniversario del golpe de
estado que quiso dar Chávez, y me paro porque la lista es larga”.
“En este momento en las calles de
Venezuela está ocurriendo una tragedia. No es que hay disturbios y la policía
antimotines dispara bombas lacrimógenas y muere alguno, no es eso, que
lamentablemente pasa en todo el mundo a cada rato. Es que hay grupos armados
financiados por el estado, disparando y matando. Y hay una censura informativa
total. Debería bastar que se supiera eso, debería bastar saber que en Táchira
cortaron internet y sobrevuelan las ciudades aviones de guerra, que cerraron
las emisoras de cable que daban noticias, debería bastar saber que están
atacando a los periodistas, que hay estudiantes muertos, para que el
intelectual de izquierda levante por fin los ojos de su enésima edición de “Las
venas abiertas de América Latina” y mire alrededor, descubra que el siglo es el
21, que el muro de Berlín cayó, que los muchachos de la Sierra Maestra
envejecieron y ahora no dejan a sus nietos gobernar, ni escribir un periódico
nuevo, ni salir de su país, ni fundar un partido político, ni gritar abajo el
gobierno. Que si en Venezuela no hay ni pan ni medicinas ni leche no es porque
Obama está conspirando día y noche contra nosotros. Que somos perfectamente
capaces de hundir económicamente un país sin ayuda de ninguna transnacional
imperialista. La gente aqui piensa que los gobiernos latinoamericanos no dicen
nada ante las atrocidades de este momento en Venezuela porque tienen intereses
económicos. Yo pienso que no, yo pienso que es por la misma razón por la que se
sacaron la foto aquella: porque viven en el siglo pasado”.
“Sí, Maduro dice que yo soy una
fascista violenta de la ultraderecha que esta en una conspiración internacional
para tumbar su gobierno. Que lo diga. Yo mañana vuelvo a salir con los
muchachos, a exigir al gobierno que desarme a los colectivos, a decir que las
calles son nuestras, a recordar a la estudiante que murió con una bala en la
nuca, a darle fuerza a la otra que perdió un ojo. Y saldré con el mismísimo
exacto orgullo, inocencia y alegría con que salen todos los estudiantes de
América Latina a gritar viva la U, viva la Universidad, muera la bo, muera la
bota militar. Y no, no les voy a explicar a los izquierdistas nostálgicos lo
que pasa, ni les voy a mostrar los videos y a jurarles que es verdad, ni me voy
a sentar a discutir con ellos cosas tan elementales como el derecho a la
libertad de expresión, porque estoy, estamos, hartos. Está a la vista, mírenlo,
mírennos. Estoy segura de que habrá (que hay) muchos que entiendan, y que esos
no nos dejarán solos”.
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