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martes, 26 de abril de 2016

Cómo acabar con el comunismo, por @sdahbar



SERGIO DAHBAR 25 de abril de 2016

Hasta la fecha nunca había oído la curiosa teoría sobre cómo el actor y campeón de artes marciales Chuck Norris (héroe de películas americanas clase B) venció al comunismo en Rumania. Parece una de esas ideas brillantes que suele disparar Pedro Carreño cuando quiere que la tierna grada chavista se entusiasme y pida sangre.


Es un documental –coproducción británica, alemana y rumana– dirigido por Ilinca Cálugáreanu: Chuck Norris contra el comunismo. Y lejos de ser un desatino, se trata de una obra importante, que puede verse entre las novedades que ha colgado la empresa Netflix. Antes, este trabajo fue presentado en el festival de cine de Sundance.

¿Qué es lo que cuenta Ilinca Cálugáreanu en esta película que se ha instalado en los grandes certámenes de documentales del mundo (Hotdocs, Toronto, Canadá) como una referencia ineludible?

Dos cosas fundamentales: una, que en momentos autoritarios de censura a la libertad de expresión la gente se las ingenia para ver lo que está prohibido. No importa las trabas que les pongan por delante.

Y dos (quizás pueda sonar a un lugar común): el cine es una vía de escape para huir de unas vidas cotidianas miserables; es una forma de encontrar la libertad que no respiramos a diario; es un espacio para dejar ir tensiones y dificultades.

¿Cuál es el contexto de Chuck Norris contra el comunismo? En 1967 apareció Nicolae Ceauşescu. Al principio fue percibido como un político independiente (y dictatorial): promovió la disolución del Pacto de Varsovia. Fue crítico con las intervenciones de Checoslovaquia y Afganistán.

Pronto se aisló de Occidente y encontró un modelo a imitar en Corea del Norte, con su culto a la personalidad. En los años ochenta intentó acabar con la deuda externa a través del método de la “racionalización”.

Comenzaron a desaparecer artículos de primera necesidad como la carne, la leche, los huevos, el agua corriente y la luz eléctrica. No tardó en incendiarse el país. Brasov, primero, y luego Timişoara, fueron el caldo de cultivo de la rebelión que arrasó con el gobierno. Nicolae Ceauşescu perdió el apoyo del ejército y fue ejecutado en navidad con su esposa.

En los años ochenta la libertad de expresión había llegado a su peor momento: el canal del estado sólo disponía de dos horas al día para difundir mensajes políticos. Un empresario, Teodor Zamfir, se aprovecha de los sobornos para ingresar 7.000 películas americanas en VHS. Y contrata a la verdadera heroína de esta historia, la traductora Irina Nístor.

Nadie conocía a Nístor y por eso quizás creían que era un personaje misterioso, una mujer glamorosa que estaba relacionada con el mundo del cine. Era la voz de Julia Roberts en Mujer bonita, pero también le ponía personalidad a Richard Gere. Entre esas producciones, comenzaron a aparecer las de Silvester Stallone, Chuck Norris y Jean Claude Van Damme, donde estas estrellas luchaban contra gobiernos rojos corruptos y déspotas.

Viendo este documental, no me queda claro que Chuck Norris haya vencido a Nicolae Ceauşescu. Como el modelo que representaba, era ineficiente y obsoleto, y sus propios compañeros –sabiendo que debían sacarlo del medio para salvarse– lo eliminaron.

Pero el cine clandestino en VHS, doblado por la misteriosa voz de Irina Nístor, abrió una ventana de renovación en ciudadanos que no resistían más censuras.

Ilinca Cálugáreanu recoge testimonios estupendos, como unas ancianas que cuentan que la primera película que vieron fue El último tango en París. Ellas perdieron la cabeza igual que María Schneider. Y otro joven que al descubrir en la adolescencia al primer Rocky, comenzó a beber huevos crudos en la mañana y a correr por las calles de Timişoara como si fuera el semental Stallone.

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