SERGIO DAHBAR 25 de abril de 2016
Hasta
la fecha nunca había oído la curiosa teoría sobre cómo el actor y campeón de
artes marciales Chuck Norris (héroe de películas americanas clase B) venció al
comunismo en Rumania. Parece una de esas ideas brillantes que suele disparar
Pedro Carreño cuando quiere que la tierna grada chavista se entusiasme y pida
sangre.
Es un
documental –coproducción británica, alemana y rumana– dirigido por Ilinca
Cálugáreanu: Chuck Norris contra el comunismo. Y lejos de ser un desatino, se
trata de una obra importante, que puede verse entre las novedades que ha
colgado la empresa Netflix. Antes, este trabajo fue presentado en el festival
de cine de Sundance.
¿Qué
es lo que cuenta Ilinca Cálugáreanu en esta película que se ha instalado en los
grandes certámenes de documentales del mundo (Hotdocs, Toronto, Canadá) como
una referencia ineludible?
Dos
cosas fundamentales: una, que en momentos autoritarios de censura a la libertad
de expresión la gente se las ingenia para ver lo que está prohibido. No importa
las trabas que les pongan por delante.
Y dos
(quizás pueda sonar a un lugar común): el cine es una vía de escape para huir
de unas vidas cotidianas miserables; es una forma de encontrar la libertad que
no respiramos a diario; es un espacio para dejar ir tensiones y dificultades.
¿Cuál
es el contexto de Chuck Norris contra el comunismo? En 1967 apareció Nicolae
Ceauşescu. Al principio fue percibido como un político independiente (y
dictatorial): promovió la disolución del Pacto de Varsovia. Fue crítico con las
intervenciones de Checoslovaquia y Afganistán.
Pronto
se aisló de Occidente y encontró un modelo a imitar en Corea del Norte, con su
culto a la personalidad. En los años ochenta intentó acabar con la deuda
externa a través del método de la “racionalización”.
Comenzaron
a desaparecer artículos de primera necesidad como la carne, la leche, los
huevos, el agua corriente y la luz eléctrica. No tardó en incendiarse el país.
Brasov, primero, y luego Timişoara, fueron el caldo de cultivo de la rebelión
que arrasó con el gobierno. Nicolae Ceauşescu perdió el apoyo del ejército y
fue ejecutado en navidad con su esposa.
En los
años ochenta la libertad de expresión había llegado a su peor momento: el canal
del estado sólo disponía de dos horas al día para difundir mensajes políticos.
Un empresario, Teodor Zamfir, se aprovecha de los sobornos para ingresar 7.000
películas americanas en VHS. Y contrata a la verdadera heroína de esta
historia, la traductora Irina Nístor.
Nadie
conocía a Nístor y por eso quizás creían que era un personaje misterioso, una
mujer glamorosa que estaba relacionada con el mundo del cine. Era la voz de
Julia Roberts en Mujer bonita, pero también le ponía personalidad a Richard
Gere. Entre esas producciones, comenzaron a aparecer las de Silvester Stallone,
Chuck Norris y Jean Claude Van Damme, donde estas estrellas luchaban contra
gobiernos rojos corruptos y déspotas.
Viendo
este documental, no me queda claro que Chuck Norris haya vencido a Nicolae
Ceauşescu. Como el modelo que representaba, era ineficiente y obsoleto, y sus
propios compañeros –sabiendo que debían sacarlo del medio para salvarse– lo
eliminaron.
Pero
el cine clandestino en VHS, doblado por la misteriosa voz de Irina Nístor,
abrió una ventana de renovación en ciudadanos que no resistían más censuras.
Ilinca
Cálugáreanu recoge testimonios estupendos, como unas ancianas que cuentan que
la primera película que vieron fue El último tango en París. Ellas perdieron la
cabeza igual que María Schneider. Y otro joven que al descubrir en la
adolescencia al primer Rocky, comenzó a beber huevos crudos en la mañana y a
correr por las calles de Timişoara como si fuera el semental Stallone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico