Por Vladimiro Mujica, 23/04/2016
Ya quedan pocas dudas sobre la naturaleza de la decisión del gobierno
venezolano contra su propio pueblo: desconocer la voluntad popular de cambio
que se expresó en las elecciones del 6D a la Asamblea Nacional. Las
implicaciones de esta conducta de la oligarquía chavista en el poder son
profundas y complejas, porque no solamente se viola el espíritu y la letra de
la ley sino que, en la práctica, se están bloqueando todas las salidas para que
Venezuela salga de este bache histórico pacífica y constitucionalmente.
La decisión de obstaculizar, por la vía de un TSJ atrincherado contra
la democracia, las decisiones de la AN no puede interpretarse sino como una emboscada
a la esencia misma de la Constitución. De manera deliberada se está conduciendo
al país hacia un enfrentamiento cuya única justificación parece ser la voluntad
de un grupo ebrio de arrogancia dispuesto a pagar cualquier precio por
mantenerse en el poder. La revolución bolivariana y el socialismo del siglo XXI
están amenazados de muerte como proyectos históricos por los propios errores y
la corrupción de su liderazgo. Lo único que va quedando con vida es el
aferrarse al poder con uñas y dientes, aún a expensas de la paz de la República
y jugando con la salud y la seguridad del pueblo del cual, con un cinismo sin
límites, la oligarquía chavista se sigue expresando como si todavía fuera su
centro de preocupación.
Es la hora de que hablen y actúen quienes tienen que hacerlo para
salvar a Venezuela de lo que ya no solamente se anuncia como una catástrofe
humanitaria sino como el comienzo del camino que termina en el estigma de
convertirnos en una nación fracasada: incapaz de pagar sus deudas internacionales;
imposibilitada de garantizar los espacios mínimos de convivencia de sus
ciudadanos; impedida de atender las necesidades elementales de su población en
materia sanitaria, educativa y de seguridad. La situación de las finanzas
públicas y el desastre de nuestra principal industria, y casi la única que va
quedando, generado por años de mala gerencia y corrupción auguran un escenario
de hiperinflación y bancarrota que no pueden ser ignorados.
Del lado de la oposición democrática queda pendiente por resolver una
ecuación muy importante. De los tres pilares de la acción opositora: la AN, la
MUD, y la movilización ciudadana, la última sigue siendo severamente
minusválida comparada con las dos primeras. A pesar de los monumentales avances
alcanzados bajo la dirección de la MUD, no se ha logrado integrar la protesta
de la gente y la sociedad civil a la acción política opositora. Esto se une a
un desánimo creciente por lo que se percibe como un callejón sin salida frente
a la arrogancia sin límites del gobierno por desconocer la voluntad popular en
la AN y la multiplicidad de opciones que maneja el liderazgo opositor para
resolver la crisis de gobernabilidad generada por el gobierno. Nada puede
sustituir a estas alturas el integrar a la gente a la decisión opositora, cualquiera
que esta sea y el lograr restituir su fortaleza a la MUD. Buena parte del
liderazgo de esta se trasladó a la AN y ambas organizaciones cumplen roles muy
distintos.
Del lado internacional, es innegable que se han producido importantes
avances en lograr la condena y el aislamiento del régimen chavista por la
comunidad internacional. Importantes organizaciones como la OEA y la ONU se han
pronunciado en relación a las violaciones a la Constitución y el carácter
anti-democrático del gobierno. Sin embargo, es necesario exigir mucho más. La
conducta cómplice, por acción u omisión, de muchos gobiernos debe ser
denunciada y debe apelarse cada vez con más fuerza a los pueblos de otros
países para que se entienda la tragedia que vive Venezuela. Aquí podrían jugar
un papel importante los venezolanos fuera de nuestras fronteras que deben
convertirse cada vez más en la voz de quienes no tienen voz en nuestro país.
El esfuerzo opositor conjunto en los cuatro frentes: la MUD, la AN, la
calle y el mundo internacional deberían finalmente converger para que se
produzca la fractura del chavismo y los militares de modo que la voz de quienes
están comprometidos con la defensa de la Constitución finalmente se escuche con
fuerza. No se trata de ninguna manera de llamar a pronunciamientos o golpes
militares, un mal que siempre resulta peor que la enfermedad que trata de
corregir, sino a asumir una conducta patriótica y de defensa de la soberanía
popular en un momento en que Venezuela requiere urgentemente de rescatar su viabilidad
como nación. Lo mismo se puede decir acerca de los sectores democráticos del
chavismo, que existen y que están llamados a jugar un papel determinante en la
reparación de la convivencia nacional y a asumir la defensa de su proyecto
político, severamente vulnerado por la cúpula en el poder, en un escenario
democrático.
Nos estamos deslizando peligrosamente hacia un punto de quiebre de la
República. Cualquier posibilidad de seguir construyendo una salida democrática
y pacífica a este desastre requiere que la oposición supere sus limitaciones y
que el chavismo y los militares comprometidos con la defensa de la Constitución
y el respeto a la voluntad popular dejen escuchar su voz. Eso generaría
probablemente el único espacio realista para el diálogo y la paz.
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