Por Ibsen Martínez
María Corina Machado, valerosa y
siempre muy articulada líder de la oposición venezolana, ha sido desde siempre
uno de los blancos favoritos de la violencia política del régimen chavista. En
esto somos literales: la diputada más votada de la Asamblea Nacional en 2010
fue golpeada a mansalva, dentro del hemiciclo, y enviada al hospital, por una
energúmena acreditada como parlamentaria chavista.
El capitán Diosdado Cabello, mientras
presidía la corporación parlamentaria despojó arbitrariamente de su curul a
María Corina –como la llamamos cariñosamente todos los venezolanos–, merced de
un retorcido tecnicismo. Su presencia de ánimo ante las arremetidas de los
grupos paramilitares y su gran predicamento en los sectores populares acreditan
razonablemente para ella un futuro presidenciable.
Me apresuro a decir que he votado
por ella, tanto en las primarias de la oposición de 2012, como, anteriormente,
en las mencionadas parlamentarias de 2010, cuando la oposición comenzó su
sostenido ascenso electoral. Me ha movido a ello la consistente postura de
María Corina a favor de la economía de mercado y la democracia liberal, sin
esguinces centroizquierdistas.
Luego de este caveat de casi 200 palabras, creo que puedo
entrar a discrepar, sin ser tenido por desleal francotirador, de una las
últimas iniciativas de Machado. Pues bien, María Corina ha publicado y hecho
circular en las redes sociales, durante la semana pasada, un manifiesto dirigido
a la Fuerza Armada Nacional.
El manifiesto es indistinguible,
en letra y espíritu, de los muchos aldabonazos que algunos civiles venezolanos
han dado en la puerta de los cuarteles, clamando por la intervención militar en
los asuntos públicos, durante todo el siglo XX, y con resultados siempre
catastróficos, en lo que va del XXI.
En su manifiesto, después de
considerandos muy pertinentes sobre la desesperada situación que vive
Venezuela, Machado afirma que “ante la ilegal pretensión de emplearlos ahora como
carceleros y eventuales verdugos de un pueblo hambriento en especial a la
Guardia Nacional, es imperativo recordarles nuevamente cuál es la esencia de
las FAN y qué espera la nación de sus ciudadanos militares”.
Habla también Machado de una
presunta “reserva moral” que alienta en el seno de los mismos fanatizados
gorilas que asesinan estudiantes y golpean diputados electos. No ha sido
Machado, por cierto, la única en exhortar a esos militares a estar “a la altura
de las graves circunstancias”.
Logias de longevos militares en
retiro suelen hacer el mismo tipo de exhorto, invocando el honor militar y el
juramento que etcétera, etcétera, etcétera. Y, por supuesto, también los
“guerreros de Internet” que, desde Miami, instigan a la masa opositora a la
lanzarse, sin más, a la calle, a la usanza ucraniana. La premisa básica de
todos estos exhortos es mitológica.
Se apoya en el pensamiento mágico
y parte de la idea de que, en alguna parte, en una caverna situada en lo más
profundo de los cuarteles, y nunca detectados por el G2 cubano, laboran como
incansables nibelungos unos oficiales integérrimos, que además de ser leales al
juramento que etcétera, etcétera, son abogados constitucionalistas.
Ellos solo esperan que la
ciudadanía civil dé el primer paso y se inmole en un sangriento estallido
social que haga tan ingobernable el país como para justificar la entrada en
acción de esa, repito, mitológica “reserva moral” de las Fuerzas Armadas que
nos salvará de la barbarie chavista; barbarie militar por definición.
La verdad, si se trata de creer
en unicornios azules, prefiero marchar por el problemático revocatorio y
aguardar a las elecciones regionales que de seguro barrerán con los 11
gobernadores militares.
29-04-16
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