Por Marcelino Bisbal
I
Parafraseando al escritor
español Javier Marías a propósito de su columna en el País Semanal: “La
realidad es tan repetitiva que a todos nos obliga a serlo, sobre todo cuando se
trata de una reiteración siempre a peor”. O a Umberto Eco cuando expresaba que
los tiempos que nos está tocando vivir a todos son oscuros y las costumbres son
corruptas, que ya estamos cansados de dar saltos hacia atrás y que la pequeña
historia del presente es la historia de los pasos de cangrejo. ¿Qué diremos los
venezolanos de este tiempo? Ya vamos perdiendo la capacidad de asombro ante
todo lo que acontece. Hay quienes dicen que un sketchdel desaparecido
programa televisivo Radio Rochela se quedó pendejo.
Sin embargo, ocurren eventos
que nos hablan de que no todo está perdido o dejado al azar. Hace quince días
–a partir del domingo 3 de abril– la noticia más reiterada –que según han dicho
se convirtió en tendencia mundial global–, la más comentada, fue la de los
reportajes publicados bajo el rótulo de #PanamaPapers o los
Papeles de Panamá. Se trata de una serie de trabajos periodísticos producto de
una filtración realizada al periódico alemán Süddeutsche Zeitung de
poco más de 11,5 millones de documentos en soporte digital de la firma panameña
Mossack Fonseca que lidera, a nivel mundial, la colocación de empresas en
paraísos fiscales (es lo que se llama, en terminología económica,
compañías off shore).
Entre los detalles del
trabajo de investigación periodística destacan: la coordinación general le
correspondió al Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ,
por sus siglas en inglés); un total de 300 comunicadores fueron los encargados,
en 109 medios en distintas partes del mundo, de darle forma de reportaje
investigativo; los primeros papeles fueron publicados en 107 medios de unos 76
países del planeta; en nuestro país se convocó a 11 periodistas de medios
digitales, a través del portal de investigación Armando.Info. Este portal
fue el que coordinó toda la operación que consistió en: tamizar, seleccionar,
contextualizar la información destacada y, sobre todo, interpretar –verificando
y reporteando– lo encontrado en 241.000 documentos filtrados donde aparece un
grupo de venezolanos que estuvieron ligados, algunos todavía lo están, al poder
político gubernamental y a la gestión del gobierno. También se descubrieron
documentos digitales de empresarios privados que de manera repentina se
enriquecieron y expandieron sus fortunas a expensas del gobierno chavista.
Otros portales de información se unieron a este trabajo colaborativo como
Runrunes, El Pitazo y Efecto Cocuyo. Estamos en presencia de una primera
entrega y desde ella hemos podido leer las historias de 9 venezolanos que
fueron pillados con fortunas hechas a través de la apropiación indebida de
dineros públicos que son de todos nosotros.
Se nos informa que viene una
segunda parte, como en las series televisivas que tan de moda están en estos
tiempos. En todos los documentos trabajados el tema principal es el de la
corrupción de altos funcionarios del gobierno bolivariano, así como empresas e
individuos cercanos a él. El reporte presentado hasta los momentos se pregunta:
¿cómo es posible que personas que ocuparon puestos en el gobierno, así como sus
cómplices, se hagan con fortunas que sobrepasan su capacidad salarial y de
ahorro? La información procesada demuestra que los nombres allí reseñados
estuvieron involucrados en hechos de malversación de dineros públicos.
Pensar que cuando llegan al
poder, en 1999, su principal bandera política, que se publicitó hasta el cansancio,
era acabar con ese flagelo. En aquel momento se le dijo al país que “el intento
de construir un país democrático nació en el rumbo torcido y con la semilla de
su propia degeneración en las entrañas” y que “lo social es el escenario por
excelencia donde el Estado irresponsable olvida que gobernar es rendir cuentas,
que quien maneja dineros y recursos públicos debe rendir cuentas públicas. Las
cuentas en educación, salud y vivienda traducen una deuda social que precisa
ser honrada por el nuevo Estado”.
II
El tiempo es traicionero con
las palabras. Estas se desgastan por la acción pública. Las palabras, producto
del lenguaje, nos revelan mucho, a veces más que cualquier otro rasgo, nos dirá
el poeta Rafael Cadenas. También apunta que: “El lenguaje está cargado hasta
los bordes de tiempo. Nos sumerge en el pretérito o nos lo trae a nuestro hoy.
Rezuma formas de vida por todos sus poros, y él mismo es forma”. Si asumimos
esta apreciación como cierta, vemos cómo el tiempo trascurrido –diecisiete
años– nos está hablando de quiénes son los que gobiernan y desgobiernan al país
y lo que han hecho con él.
El lenguaje muchas veces es
un reflejo de la realidad social, pero esta se empeña en contradecir lo
expresivo de las palabras. Esto es lo que ha pasado a lo largo de todo este
tiempo. Pienso que todavía falta mucho más por descubrir para confrontar esas
palabras, esos discursos que emanan desde las esferas públicas. Esto es lo que
ha logrado hacer, a pesar de todos los obstáculos y barreras, el periodismo de
investigación. Aquel que no se conforma con solo dar noticias, sino que va más
allá por medio de la indagación y el análisis serio. “El buen periodismo vale…”
nos dice Moisés Naím. En este caso vale porque nos ofrece datos y referencias
bien documentadas, porque devela cómo se tejen grandes capitales desde altos
niveles y porque toda esa información revelada es de interés público.
Lo que hemos podido leer y
escuchar por intermedio de algunos medios, tanto los convencionales
(especialmente la prensa y la radio) como los llamados digitales, es que en
Venezuela todavía podemos contar con un periodismo que no se ha inmovilizado a
pesar de las políticas establecidas desde la dirección política del país.
Frente a un periodismo oficial monolítico, está este otro periodismo que le
planta cara al poder, que penetra la realidad para escrutarla y no para
embellecerla o para ocultarla por razones ideológicas o por miedo. Los medios
oficiales ocultaron la información y una buena cantidad de medios privados la
obviaron autocensurándose, pienso que por presiones o por ser parlantes
del chavismo.
Uno de los periodistas que
está participando en el trabajo investigativo de los Panama
Papers (capítulo Venezuela), Alfredo Meza, nos dice que: “La perversidad
del poder en Venezuela ha despertado unacuriosidad exótica en otras
latitudes. ¿Qué nombres podrían salir de allí? Seguramente, una lista de pobres
de solemnidad convertidos en millonarios de la noche a la mañana. O de
burócratas con poder, que ante la destrucción de las instituciones venezolanas,
con Pdvsa en primerísimo orden, sacaron su tajada, sin muchos escrúpulos, pero
con deseos de ocultarla. Claro, hay otros nombres, de procedencia y
filiación opositora, a quienes también les gusta el secretismo y aman la
opacidad. Así que nuevos personajes saldrán de la oscuridad”. El periodista
Meza remata diciendo, de manera tajante, que el periodismo no puede ser el
megáfono del poder y que “su papel fundamental es hacer contraloría,
criticar y contar historias que le permitan a la sociedad estar mejor
informada”.
Ante el des-orden que campea
libremente por todo el territorio nacional y en todas las esferas de la vida
pública, las revelaciones que nos han dado un buen y calificado grupo de
periodistas venezolanos, todos ellos venidos de medios que fueron comprados por
ocultos empresarios ligados al chavismo, nos hablan de que todavía es posible
tener el Principio de Esperanza del que nos habla el alemán Ernst
Bloch, el filósofo de las utopías concretas,
de las ensoñaciones, de las esperanzas. Todo porque este tipo de periodismo
cumple funciones relevantes en la sociedad al definir la realidad y darla a
conocer desde las representaciones que de ella se hace y desde la información
profundizada y contrastada.
El des-orden coloca todos
los obstáculos posibles para limitar la libertad de comunicar, pero esta se
filtra por donde menos se lo espera el poder. Los Papeles de Panamá son una
buena muestra.
29-04-16
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