A pesar de las amenazas de
quitarles la mercancía y de meterlos presos, la mafia de los bachaqueros
(revendedores en el mercado negro) sigue imponiendo su ley en toda la
populosa zona de Catia, oeste de Caracas, donde venden los productos regulados
a precios exorbitantes, ante la mirada indiferente de las autoridades. Esos
precios altamente especulativos ilustran el colapso del sistema económico de
Venezuela y de los controles del modelo socialista. Un kilo de leche es vendido
en Bs 5.000, lo mismo que gana un profesor universitario en u a quincena.
El jefe del gobierno del
Distrito Capital, Daniel Aponte, es quien ha realizado las más recientes
advertencias. Sin embargo, en lugar de eliminarlos, los vendedores informales
se han multiplicado: hombres, mujeres, jóvenes, abuelos y hasta niños se han
sumado a esta actividad.
En un recorrido por las
calles Argentina y Colombia y el bulevar de Catia, al oeste de la ciudad, se
pudo comprobar que la bolsa de leche es vendida a 5.000 bolívares, el
equivalente a la paga de una semana a salario mínimo.
“Cinco mil bolos, amiga,
usted de sabe tuvimos que subir el precio ya que este producto es el más
difícil de encontrar. Si no le alcanza el efectivo, aquí le damos protección,
le acompañamos hasta el cajero para que saque el dinero y pueda llevar el
producto, aquí estamos para servirle”, dice un revendedor, de los llamados ya
popularmente y por imposición del lenguaje oficial “bachaquero”, en alusión al
bachaco, un tipo de hormiga grande que destroza plantaciones cargando con hojas
y semillas.
Un poco más arriba
encontramos otro puesto atendido por una mujer que vestía unos pantalones de
lycra y una franelilla. En una caja de cartón mostraba la mercancía: harina de
maíz, con “precio justo” marcado de Bs 19. Pero la ofrecía en Bs 1.800, una
pasta de diente con un precio justo de Bs 26 la venden en Bs 1000, al igual que
un jabón de baño.
“El kilo de arroz cuesta Bs
1.800, el paquete de papel higiénico de 4 rollos, Bs 800 y el paquete de
toallas sanitarias en Bs 1.000 y cuando publiquen los nuevos precios, estos
productos van a ponerse más caros, así que mejor llévenselo ahora”, recomendaba
la vendedora informal a quienes se acercaban a preguntar.
En una esquina, un par de
jóvenes mostraba un bulto de café marca Fama de América y una bolsa de plástico
llena de bolsitas de un kilo con azúcar. “Pal’ que le gusta su cafecito
aproveche a Bs 3.000 el medio kilo y el azúcar a Bs 2.000 la bolsita,
aprovechen que la cosa viene más apretada”, decía ofreciendo a los transeúntes
la escasa mercancía.
El medio kilo de pasta lo
venden en Bs 1.000, al igual que la margarina y la mayonesa. “Las fórmulas para
niños recién nacidos cuestan Bs 5 mil, los pañales en paquete pequeño Bs 1.500
y el grande Bs 4.000”, dijo otra vendedora que también ofrecía jabón de lavar,
afeitadoras y champú.
En un morral con colores
tricolor, de los que el Gobierno regala en las escuelas, un jovencito de unos
13 años de edad ofrece a la venta paquetes de dos afeitadoras, con un precio
oficial marcado en Bs 25, a Bs 800, en una de sus manos sostiene un paquete de
jabón con precio regulado de Bs 30, lo ofrece en Bs 600.
En medio de las ventas de
verduras también se aprecian litros de aceite, harina de trigo, avena, con un
cartel que dice todo a mil.
“También le podemos ofrecer
el medio kilo de caraotas a Bs 2.000 y cualquier producto de higiene personal,
si no le alcanza el efectivo no se preocupe tenemos un comercio que le puede
pasar su tarjeta por el punto o para realizar adelantos en efectivo”, ofreció
otro de los vendedores, que dejó en claro que tienen convenios con los
vendedores formales de la zona.
Juanita Báez, es una ama de
casa, que por el terminal de su cédula le toca comprar los días lunes, pero
dice que le ha sido casi imposible poder adquirir cualquier tipo de alimentos o
productos regulados, un día porque no llega nada al automercado cercano a su
casa o porque las colas son demasiado grandes.
“Vivo en un barrio de Catia,
hace unos meses me enteré que el jefe de gobierno del Distrito Capital, Daniel
Aponte, había anunciado que realizaría unos operativos para acabar con los
bachaqueros, eso fue pura coba (mentira). Mira, allí están y aquí no hay
autoridad que le dé un parao a estos abusadores que tienen en su poder
cualquier cantidad de alimentos y nosotros con las ollas vacías en la casa”,
dijo indignada la señora Báez.
Alfredo Rojas, consumidor,
también se quejó: “Aquí las mafias de bachaqueros siguen igualitas o peor, uno
madruga para tratar de comprar comida y siempre son las mismas personas
agresivas los que pueden adquirir los alimentos, de verdad no sé cómo les
hacen, me gustaría ver que las autoridades hagan los mismos operativos que
realizan en los comercios ubicados en los municipios Sucre, Baruta y otros
lugares del estado Miranda”.
24-05-16
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