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domingo, 29 de mayo de 2016

40 Píldoras sobre el Diálogo, por @TUrgelles



Thaelman Urgelles 28 de mayo de 2016
@TUrgelles

El diálogo es una de las actividades más usuales de la política. De hecho, cuando ella se desarrolla en escenarios democráticos es, junto con el debate civilizado, la esencia del oficio político, su sal y pimienta, su alfa y omega.

No debe, por ello, alarmar a nadie cuando unos políticos ejercitan el diálogo como método para aproximarse a la consecución de sus objetivos, sean ellos estratégicos, tácticos u operativos.


Por supuesto que, cuando el escenario no es democrático, o cuando la política se desenvuelve en su fase posterior –la guerra- el diálogo adquiere características muy diferentes al que se efectúa en democracia. Es conocido que uno de los componentes más antiguos y cruciales de la estrategia bélica, desde que la guerra existe, es la diplomacia.

El escenario no democrático es en el que hoy se habla de diálogo en Venezuela, y en su promoción y gestión se encuentra empeñado un cada vez más poderoso entramado internacional de intereses, naciones y personajes.

Pero que el diálogo esté siendo planteado en un escenario no democrático, o netamente dictatorial como el que vivimos en nuestra patria, no significa que él sea una mala palabra o anatema al cual no se pueda acudir sin caer en los manoseados “colaboracionismo”, “traición” y otras zarandajas divulgadas desde el exterior para desacreditar a los actores que legítimamente conducen dentro de Venezuela nuestro esfuerzo hacia la democracia.

Dialogan los que tienen diferencias. Los que tienen pleno acuerdo celebran, brindan o cenan juntos. Quienes tienen diferencias irreconciliables dialogan también, en ocasiones para buscar desesperadamente un acuerdo y en otras para dejar claro que no hay diálogo posible y arrojar sobre la contraparte la culpa de ello.

No hay dudas de que la trágica situación que atraviesa Venezuela pone sobre la mesa la necesidad teórica de un diálogo. Pero también existe una larga experiencia acerca del modo como el perverso régimen apela a ese recurso y lo manipula en su favor, cada vez que se ha visto colocado contra las cuerdas por la situación política, social y económica o por las acciones de la oposición.

Está suficientemente claro que la gestión de diálogo en Venezuela que hoy encabezan los ex-presidentes Zapatero, Fernández y Torrijos, con la servil amanuencia del impresentable Samper, es una trampa montada por el régimen y sus perversos asesores foráneos para conducir a la MUD hacia un túnel en el que deba renunciar a su mayor -y casi única- ventaja estratégica, que no es otra que el Referendo Revocatorio en 2016, fundamentado en la voluntad de cambio de nuestro sufrido pueblo y en la confianza por él depositado en la alianza unitaria y sus principales líderes.

Tal constatación no significa que la MUD deba hacer un desplante al taimado llamado de los ex-presidentes y negarse siquiera a escuchar qué es lo que se traen entre manos. Los procesos políticos poseen un complicado tramado de operaciones y maniobras, cuya ejecución a menudo requiere de un complejo y medido repertorio de acciones, donde hasta el orden en que se ejecutan las jugadas puede conducirte hacia el éxito o el fracaso. Como en el ajedrez, o más modestamente en el dominó.

Es también obvio que la finalidad (inicial o última, expresa u oculta) de todo diálogo entre partes opuestas es la negociación. Aunque las dos partes lo nieguen y aunque el clima inicial de los encuentros sea crispado y hasta violento, las partes piden un diálogo o acuden a él porque encuentran que su confrontación está estancada y necesitan lograr algunos objetivos o posiciones que sólo pueden obtener de la otra parte, por supuesto entregándole algo a cambio, aunque nadie descarta obtener lo que busca a cambio de nada o muy poco.

Esto lleva al punto de los temas o agenda del diálogo. Cada parte lleva a la mesa un conjunto de planteos que desea discutir con su contraparte y es normal que cada uno los jerarquice según su importancia. Eso convierte a los temas en puntos negociables o puntos irrenunciables. La habilidad de los negociadores y su pericia para manejar la información hacia afuera puede aclarar o confundir a terceros, y a su propia contraparte, sobre cuál es su objetivo principal en el diálogo.

Ya el magnífico documento de la MUD luego de reunirse con Zapatero fijó cuáles son sus temas para el diálogo al que fue invitada por los ex- presidentes: fecha cierta para el Revocatorio en 2016, libertad para los presos políticos, regreso de los exiliados, aceptación de la ayuda humanitaria internacional para nuestro sufrido pueblo y respeto a la Asamblea Nacional y la Constitución. Agenda hoy mismo ratificada en la clara y oportuna declaración de Chúo Torrealba.

Los temas del régimen son más confusos pues, como suele ocurrir con los estados totalitarios, ellos prefieren mantenerse en territorios nublados y penumbrosos. Pero en todo su birlibirloque no pueden ocultar lo que buscan con esta nueva maniobra:

En primer lugar (mostrado falsamente como aparente objetivo principal) desmontar el proceso de aplicación por la OEA de la Carta Democrática Interamericana. Objetivo ya cumplido, por lo menos durante algunos días o semanas.

En segundo lugar, el principal e irrenunciable objetivo de Maduro en esta maniobra: quitarse de encima la inminente carta de defunción política representada para él y para el PSUV por el Referendo Revocatorio 2016.

Y en tercer lugar, vender muy caro –en abundantes dólares contantes y sonantes- el permiso para que la Iglesia, los organismos internacionales y gobiernos extranjeros puedan traerle a nuestra población la ayuda humanitaria que con tanta urgencia requiere.

Está, pues, muy claro cuáles es el objetivo principal e irrenunciable de cada parte en el diálogo propuesto. Aunque hay varios temas y sub-temas planteados por cada parte, en realidad todo gira en torno al Referendo Revocatorio: el régimen se quiere librar de él y la MUD cuenta con ella como el mecanismo más válido, de hecho su única ventaja estratégica en esta confrontación.

Dadas esas posiciones irrenunciables, resulta muy claro que el destino de ese diálogo está cantado desde el inicio: condenado al fracaso, pues la baza principalísima de cada parte es la misma, con objetivos opuestos.

Pero eso no basta para liquidar la maniobra de entrada. Las más recientes noticias en torno al proceso demuestran que en el mismo están comenzando a participar –o más bien a revelar su presencia- poderosos actores mundiales que le darán notable fuerza y sustento político y moral.

La llamada del Secretario de Estado Kerry a Zapatero apoyando su gestión y la audiencia concedida por el Papa Francisco a Samper nos hablan de una operación geopolítica de amplísimo mayor calado que el mostrado en sus orígenes. Y todo conduce a pensar que tales factores de poder, y los que suelen estar detrás de ellos o a su lado, están pensando inclinar su dedo inefable para favorecer la continuidad de Maduro en el poder. Me explico:

En momento en que construye minuciosamente lo que en USA se denomina “el legado de los presidentes” -en su mayoría con acciones como las relaciones con Cuba, el deshielo con Vietnam, la visita a Hiroshima y otras de mero contenido simbólico o fuertemente cargados de él- el presidente Obama no puede permitirse que su legado sea manchado por una masacre o catástrofe humanitaria en su patio trasero, como la que parece estarse gestando en Venezuela. Algo que en la historia sería atribuido a su inacción o desinterés. Obama requiere una solución más pronta y expedita que la esperable de una lucha denodada entre una ciudadanía que desea ejercer su derecho a revocar y un régimen criminal capaz de cualquier atrocidad para impedirlo.

Entonces, como buen practicante de la real-politik, el gobierno americano se afilia a un expediente más pragmático e inmediato: sacrificar el Referendo Revocatorio y sacarle a Maduro una serie de concesiones que no le resultará difícil de entregar, para rodear al acuerdo de una “dignidad humanitaria” tragable por el mundo entero.

En esta jugada parece estar siendo alineado el Vaticano. Después de todo, al latinoamericano Papa Francisco no le quedaría muy bien el traje de un Pontífice que no logró canalizar su opción negociadora (y vaya que la intentó) por la intransigencia de un régimen desalmado. Y, no ignoremos el realismo que anida en la institución más antigua de Occidente, encuentra en el proyecto descrito una vía para salvar algunos muebles de su proyecto inicial, con algunos plus que más adelante mencionaré.

España, la Unión Europea y el resto del mundo occidental no tardarían en alinearse con el plan, si es que ya no lo han hecho. Rusia y China estarán encantados, si es que no formaron parte del complot. Cuba sería la primera beneficiaria y el resto de América Latina respirará complacida por salir de un brete en el que parecían obligadas a decidir un incómodo voto entre la tiranía y la libertad. De algunos bolsillos será sacado uno que otro pañuelo para cubrirse la nariz durante el empeño.

Por supuesto que, para ejecutar esta compleja maniobra se requiere nada menos que la aquiescencia de una parte de la oposición venezolana, principal o preferentemente alineada en la MUD. Y no tengo dudas de que para llegar a este estado de su despliegue, ya tal aquiescencia ha sido alcanzada entre algunos factores. Quizá no explícitamente en los partidos de la MUD y sus dirigentes, pero sí entre poderosos factores corporativos, financieros y políticos que hacen peso en su trastienda.

Como principal baza de cambio por liquidar el Revocatorio, la estelar alianza de componedores cuenta con una prenda de alto valor y singular vistosidad humanitaria: que el régimen acepte la Ley de Amnistía, con lo cual saldrían de la cárcel los presos políticos y podrían regresar libremente al país los exiliados y perseguidos. No olvidemos que entre los presos están los líderes de tres de los cinco más importantes partidos de la MUD, cuyas familias anhelan legítimamente estar con ellos y cuyos militantes los necesitan para librar en mejores condiciones la competencia política diaria, incluida la elección de gobernadores, donde serían especialmente apoyados quienes se presten a la jugada.

A estas alturas cabe preguntarse, ¿quién paga la cuenta de eso? Porque la liquidación del Revocatorio y consecuente extensión hasta 2019 de Maduro (o del chavismo, si se decidiere cambiarlo a él en 2017 mediante un revocatorio chimbo o su renuncia voluntaria) requerirá de un remedio bastante visible de la gravísima crisis de abastecimiento, inflación, atención médica y seguridad ciudadana. Ello va a requerir de varios millardos de dólares en dinero fresco, así como la postergación y refinanciamiento de los compromisos inmediatos de deuda.

Pues bien, ya la parte económica de la maniobra está en marcha, con Leonel Fernández al frente de una comisión que recorre países y organismos multilaterales para lograr que esos recursos, que ya estaban siendo considerados para dárselos al gobierno que sucediera a Maduro tras su revocación, ¡¡¡los reciba Maduro para sostener una gobernabilidad “razonable” hasta 2019!!!

Por supuesto que la pandilla reinante se robará la mitad de eso y una tajada se quedará en los bolsillos de los gestores de la ayuda, públicos y privados. Pero algo quedará para paliar de forma más o menos apreciable la tragedia que sufre nuestro pueblo y mantenerlo entretenido hasta 2018. Conste que al hablar de ganadores corporativos no estoy pensando en las muy dignas Empresas Polar, merecedoras de mi mayor respeto. Aunque no sería descabellado pensar que el respeto a la integridad patrimonial de Polar forme parte del paquete, sin que ello deba avergonzar a sus propietarios.

Se trata, como puede verse, de una ambiciosa y perversa operación geopolítica y diplomática con amplias ramificaciones. Ella dejaría réditos a casi todas las partes involucradas. El régimen de Maduro sería el gran ganador, con ventajas por donde se lo mire a cambio de concesiones adjetivas que no lesionan mayormente la esencia de su poder. Algunos dirigentes y partidos de oposición, por lo que toca a su libertad y reunión con sus familia, y nada más que eso.

El gran perdedor sería, por supuesto, el pueblo venezolano, quien tendría que soportar esta desgracia por tres (y quizá más) años, con el leve aliciente de que sus calamidades actuales serían amainadas por obra de lo que no se roben de la masiva ayuda internacional comprendida en el acuerdo. En su lugar, los ciudadanos venezolanos verían frustrada su voluntad de cambio, de esta desgracia histórica a una sociedad capaz de construir su progreso y bienestar bajo reglas de juego claras y consensuadas y con actores más transparentes que la cáfila hoy empoderada por la fuerza.

El liderazgo democrático quedaría descabezado casi en su totalidad; a saber: Capriles, porque moriría en sus manos la promesa que nos hizo de conducirnos a un victorioso Referendo Revocatorio que abriría las compuertas del cambio. Y porque ya están viéndose los intentos de culparlo de nuevo a él –pagapeo predilecto de los fracasos de la oposición radical- por esta operación “colaboracionista” a la que él ha enfrentado con toda valentía.

Otros perdedores serían los tres dirigentes presos –López, Rosales y Ledezma- porque el logro de reunirse con sus familias y partidos se vería irremediablemente empañado por la convicción de que el mismo habrá sido alcanzado a cambio de una entrega vergonzante del futuro de todos, algo que Venezuela no les perdonará, en el corto y sobre todo en el largo plazo.

Quizá haya un dirigente opositor que algo pudiese obtener de esto, en un plano inmediato, aparente y transitorio. Sería Ramos Allup, porque el paquete de concesiones del gobierno pudiera incluir el reconocimiento de varias de las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional y bloqueadas por el TSJ: la de Amnistía en primer lugar y luego varias de las leyes sociales cuyo financiamiento saldría de la ayuda internacional que no se roben. Esto daría prestancia y legitimidad a la AN y, en primer lugar, a quien ha sido su figura protagónica. Pero el fracaso posterior, a corto plazo, de lo que de allí salga, también lo cobraría como víctima. OJO: no estoy sugiriendo que esta ventaja no buscada está influyendo en la conducta de Henry en el episodio; la desconozco, pero tengo confianza en su rectitud.

¿Cómo enfrentar ese enorme desafío? En primer lugar, privilegiando la receta que ha producido los mayores éxitos y avances de la oposición democrática: la Unidad. Con pocas excepciones, cada quien en la MUD, sus alrededores y hasta en factores de oposición que usualmente la combaten, tiene en el paquete del diálogo un caramelo que puede resultarle atractivo; un “peón envenenado”, se lo llama en ajedrez. Pero un examen más detallado muestra que detrás de tales luminarias lo que hay es sombra y derrota cantada.

Henrique Capriles y Primero Justicia tienen ante sí el desafío de mantener en alto la bandera del revocatorio, contra todo pronóstico y toda intentona de arriarla. Leopoldo, Ledezma y Rosales tienen la oportunidad de mantener su intachable conducta de presos de conciencia, ella les rendirá frutos más pronto de lo esperado y les será reconocida por la nación, por sus hijos y sus partidos, aunque de inmediato pudieran desear otro desenlace. De Ramos Allup debe decirse lo mismo, la envergadura y madurez de su liderazgo se crecerá al máximo si sabe ver más allá de la ventaja inmediata, como ha demostrado saberlo hacer.

De asumir las conductas aquí sugeridas, la MUD debe sin embargo transitar la ruta del diálogo tramposo para el que está siendo cercada. Ignorarlo y rechazarlo sin más la conduciría al aislamiento y al rechazo internacional que ya conocimos luego de los errores de 2002 a 2005, incluida la abstención en las parlamentarias. Transitarlo con inquebrantable unidad, y con la transparencia que ya está mostrando la MUD, conducirá a demostrarle a quienes -de buena, regular o mala fe- están llamando a ese diálogo o creyendo en él, que el mismo no es posible con la satrapía desalmada y corrupta que enfrentamos. Ello nos conducirá a nuevos y favorables escenarios, incluidos las cartas democráticas (no solo de la OEA sino en primer lugar de Mercosur, según creo) y una mayor combatividad y participación en las movilizaciones ciudadanas por el Revocatorio.

Más allá de la MUD, la oposición que suele ser radical en sus posiciones y crítica de la alianza formal tiene razones visibles para rechazar la maniobra que aquí hemos descrito. Ella tendría que controlar su tentación de aprovechar esta coyuntura para atacar de colaboracionista y otras lindezas a quienes aquí deben tomar cruciales decisiones.

Es más, este desafío supremo presenta también la oportunidad de sentar a todos los sectores de oposición a efectuar su propia negociación. Un acto de mutuo reconocimiento, de examen sincero de posiciones divergentes, para encontrar en ello lo que podemos desarrollar en conjunto y establecer reglas más leales para aquello en lo que no podamos coincidir.

Quizá sea mucho pedir, pero no está demás sugerirlo en momentos en los que, ahora sí, nos estamos jugando irremediablemente a nuestro amado país.

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