YOANI SÁNCHEZ 20 de mayo de 2016
Todas
las señales apuntan al colapso de Venezuela. Cada minuto que pasa el país se
deshace en manos de un Nicolás Maduro que insiste en mantener con la violencia
revolucionaria un poder que no ha sabido conservar a partir de la eficiencia ni
de los resultados. Su tozudez ha llevado a una nación rica en recursos a la
miseria y su incendiaria oratoria la empuja ahora hacia un estallido violento.
Frente
a los micrófonos, Maduro dice defender un quimérico socialismo del siglo XXI
que solo ha funcionado en la cabeza de sus progenitores. Sin embargo, su
accionar político y represivo va dirigido a preservar los privilegios de un
clan que despotrica contra los burgueses mientras vive en medio de la opulencia
y del saqueo de las arcas públicas. Se cree el Robin Hood de las historias
infantiles, pero esta vez ha vuelto invivible el bosque de Sherwood, hasta para
los pobres.
Cortes
de luz, inseguridad en las calles, desabastecimiento de alimentos, una
emigración que se ha llevado a los más jóvenes y profesionales, junto a la más
alta inflación del mundo, son algunas de las señales del deterioro que ha
vivido una nación atrapada desde hace casi dos décadas en un populismo que la
ha desangrado en lo económico y ha polarizado su sociedad.
La
corrupción, los malos manejos y una recua de países vecinos que se han
comportado más como sanguijuelas que como aliados, han hundido a Venezuela en
menos de veinte años. Pocos tienen aún la desvergüenza de apoyar públicamente
al régimen delirante que se ha instalado en Miraflores y que ha puesto a la
nación a punto del quiebre. Hasta los antiguos compañeros de ruta, al estilo
del partido español Podemos o el expresidente Pepe Mujica, se han distanciado
de Maduro.
Un
miembro de la formación que lidera Pablo Iglesias ha criticado los ataques del
mandatario venezolano contra España, mientras que el político uruguayo catalogó
de "loco como una cabra" al heredero de Hugo Chávez. Otros, como Raúl
Castro, guardan silencio cómplice mientras entretejen en las sombras los hilos
del apoyo a las fuerzas bolivarianas. No en balde Evo Morales ha viajado con
prisa a La Habana, para recibir las instrucciones de cómo proceder ante el
camarada que se tambalea.
Sin
embargo, el chavismo y su mala copia, "el madurismo", han entrado en
una dinámica de final. Sus fieles motorizados pueden infundir miedo a la
población y el Consejo Nacional Electoral retrasar ad infinitum la revisión de
las firmas para un referéndum revocatorio, pero eso no logrará devolverle la
popularidad de la que gozó en aquellos tiempos en que un militar golpista
hipnotizaba a millones con su retórica revolucionaria intercalada de anécdotas
y canciones.
Nicolás
Maduro se hunde y consigo arrastra a una nación. En esa caída hacia los abismos
del estallido violento, del golpe militar u otros demonios, no ha mostrado una
sola vez la grandeza de poner por delante los intereses de Venezuela, en lugar
de su filiación partidista e ideológica. La historia lo recordará en los peores
términos y se lo merece. Ha gobernado desde el capricho y la exclusión, para
terminar insertando su nombre en esa deplorable lista de caudillos, sátrapas y
autoritarios que han pisoteado nuestro continente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico