FÉLIX PALAZZI 21 de mayo de 2016
@FelixPalazzi
La
próxima semana hubiese llegado el arzobispo Paul Gallagher, actual Secretario
para las Relaciones con los Estados dentro de la Secretaría del Estado del
Vaticano. Es un arzobispo irlandés que trae en su carne la experiencia del
conflicto de Irlanda y el Reino Unido. Ha desempeñado cargos administrativos en
Burundi, justo cuando el continente africano se desangró en uno de sus más
dramáticos conflictos étnicos. También ha sido Nuncio Apostólico en Guatemala y
actualmente juega un papel importante en la negociación de las relaciones con
el Medio Oriente. Sin duda alguna, trae una amplia experiencia en la resolución
y mediación de conflictos. Una experiencia que será necesaria ya que nuestra
situación no puede ser más grave. La situación del ciudadano de a pie, en las
colas y en los hospitales, es indignante. Negar esta realidad o hacerse el
ciego ante ella, es socavar las bases de apoyo y respaldo popular y fomentar el
rechazo. Tampoco basta con señalarla. Hay que hacer algo y por eso urge
rescatar el diálogo.
Consecuencias
El
conflicto entre la Asamblea y el gobierno es sólo la punta de un iceberg que
supone y esconde una conflictividad y arbitrariedad institucionalizadas. Por un
parte, el gobierno no termina de aceptar las consecuencias y el impacto de las
elecciones del pasado 6 de diciembre. Por otra parte, la Asamblea se niega
legítimamente a dejar de ejercer sus funciones constitucionales. El conflicto
se agudiza cada vez más en la medida en que cada grupo se aferra más a sus
objetivos políticos. A simple vista ni el gobierno está dispuesto a dejar el
poder, ni la oposición su derecho a revocarlo. Aunque no hay que olvidar en que
todo conflicto hay muchos otros factores que intervienen y lo sostienen. Ante
esta grave situación la instauración de un diálogo puede ser una herramienta
útil de interdicción que ayude a la desaceleración del conflicto.
No se
trata de un diálogo que busque imponer al otro la propia visión. Se trata de
buscar un cambio frente a la situación de sufrimiento de la sociedad civil
venezolana. Esto es lo que hay que salvar primero que todo. Hay que lograr
hacer reconocer la gravedad de la situación social. Se necesitan ayudas que
permitan solventar la crisis humanitaria. La carestía alimenticia y médica no
son el caldo de cultivo para ganar unas elecciones. El modelo económico fracasó
y en su fracaso hay que favorecer a sus víctimas. Por ello, un principio básico
imprescindible en el diálogo es la responsabilidad de proteger a las víctimas
de este fracaso.
Dialogar
Nuestra
situación es totalmente particular. No existe una receta que pueda ser aplicada
para resolver la crisis. Hay quienes dudamos de la honestidad y la sinceridad
del gobierno a sentarse en una mesa de diálogo porque dialogar significa
reconocer la presencia y el derecho del otro. Pero no hay que desestimar la
fuerza de la historia. Es imperativo desmontar el ethos del conflicto. Hay que
seguir construyendo un piso de confianza y civilidad. La persecución, la
segregación, la marginalización y la exclusión sólo empujan al rechazo y a la
violencia.
Mons.
Gallagher hubiese sido un buen interlocutor porque no posee fuerza militar,
política o económica. Era difícil cuestionar su imparcialidad e integridad. La
suspensión de su visita sólo dilata el conflicto y lo agudiza. ¿A quién
beneficia la confrontación y la violencia? Evidentemente esperamos respuestas
claras y convincentes de las razones por la que se suspendió la mediación de la
Santa Sede.
Felix
Palazzi
Doctor
en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@FelixPalazzi
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