Por René Núñez, 25/05/2016
Se vive un proceso de país nada fácil de comprender o entender en su
justa dimensión política, económica y social. Los daños estructurales han sido
tan severos que nada funciona, no hay resultados, no hay responsabilidades
reconocidas menos sanciones para castigar a los culpables. Todo recicla con
normalidad política e institucional. Y nos estamos acostumbrando.
Las decisiones políticas tomadas en estos 17 años por los nuevos
impostores de la democracia, no cabe duda, resquebrajaron la institucionalidad,
la gobernabilidad, el orden, la disciplina, la economía y lo sociabilidad.
Llegaron al poder con la excusa de la transformación de la política y
del estado como condición -sine qua non- para asegurar a todos los venezolanos
una vida más justa, buena y eterna.
El “futuro edén” prometido no llegó nunca; lo que sí construyeron fue
un “presente tártaro” que tiene a un 80% de la población empobrecida e
invocando un referendo como salida para superar la vulnerabilidad y exclusión
social.
Ante esta deprimente realidad histórica, propicia la oportunidad para
aprovechar no solo un cambio en la conducción de los destinos de la nación sino
también para asegurar la transformación institucional que impida de caras al
futuro a que otro político felón se aferre a las instituciones, las modifique a
su conveniencia y desconozca la voluntad del voto soberano del pueblo.
Empero, lo más importante y clave, además de fortalecer y asegurar la
autonomía e independencia de los poderes públicos; acelerar la descentralización
política administrativa del Estado para empoderar gobernaciones, alcaldías,
parroquias o consejos comunales; igual se hace impostergable un cambio de
modelo económico que nos reduzca la dependencia de los ingresos petroleros
mediante el aprovechamiento inteligente, racional y eficiente de las riquezas y
ventajas comparativas (naturales, humanas, demográficas, ambientales,
geográficas) favorables que tenemos de sobra: Asimismo el imperativo de
la construcción de una estructura económica diversificada sólida y altamente
competitiva, donde la mano de obra e ingresos nacionales superen los
provenientes de la renta petrolera.
Los noruegos lo entendieron y lo lograron. Con los altos beneficios
obtenidos de la venta de petróleo y gas, destinaron una parte al Fondo Nacional
de Petróleo, para protegerse de eventuales desequilibrios presupuestarios,
económicos y garantizar el desarrollo de los intereses de las generaciones
futuras. Hoy tienen en contingencia más de 800.000 millones de dólares, si estar
en la OPEP, fijando su propio plan de política energética nacional.
El presupuesto nacional de Noruega lo financia el petróleo en un 3%. La
educación y la salud, son responsabilidades casi absolutas del sector público,
lo que hace que el peso de éste en la economía llegue a alcanzar el 20% del
PIB. Un modelo de desarrollo humano compartido.
¿Por qué ellos sí, nosotros no? ¿Qué tienen los noruegos de especial
que no tenemos nosotros? ¿Cultura de vida? ¿Imaginación creadora? ¿Valores
morales y éticos? ¿Eficiencia y transparencia en el manejo de los recursos del
Estado? ¿Controles? ¿Independencia económica del Estado? Son respuestas que en
este país los venezolanos debemos darnos si de verdad queremos transformar el
país o quedarnos simplemente en el simple cambio de gobierno, como hasta ahora
ha sido característica.
Alguien me dirá por qué no nos compararnos más bien con otro país
de la región; pues no, tenemos que compararnos con uno de resultados positivos
y de excelencia pública. Ya basta, de continuar con el viejo paradigma de
conformarnos con ser líder del tercer mundo. Menos hoy cuando tenemos los
peores índices: económicos (inflación, bajo poder adquisitivo), sociales
(pobreza), de violaciones de derechos humanos, de transparencia y eficiencia
administrativa pública del mundo.
“Las
personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las
cosas”. Paulo Coelho
René Núñez
Presidente del Ifedec Capítulo Bolívar
@renenunez51
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