Por Gregorio Salazar
Que Tibisay está criando una
insólita especie de morrocoy ya nadie lo duda. No hace falta que nos lo diga
Animal Planet mediante uno de sus famosos videos llenos de colorido y
espectacularidad, porque a ese triste animal desde hace rato se le están viendo
las cuatro patas.
La cosa es que Tibisay,
sempiterna e impúdicamente conchuda, tiene su particular ejemplar de morrocoy.
Y no es una mascota cualquiera, ni mansa ni inofensiva. Todo lo contrario,
ellas y sus jefes están desafiando todas las leyes de la ecología política, del
ecosistema de una democracia por el empeño de permanecer en el poder, reinando
en un territorio que ellos mismos devastaron y cuya población hace esfuerzos
por sobrevivir en medio del hambre y todo tipo de calamidades.
Me duele tener que usar la
figura de un tipo tan buena gente como es el morrocoy para hacer gráfico el
inmenso abuso que se está cometiendo contra el sentimiento mayoritario de los
venezolanos. Y es que a este personaje de caparazón acampanada, de andar tan
decente y parsimonioso, como asegurándose de cada paso que da, sin agredir a
nadie para perpetuar la permanencia de su especie, uno lo quiere y lo admira.
Nuestra indignación no es, por
lo tanto, contra el quelonio que nos regaló el reino animal, sino contra la
repudiable, detestable, condenable, delictuosa y, en consecuencia, inaceptable
maniobra de dilación con la cual se pretende facilitar que Maduro burle la
voluntad de un pueblo que agobiado por el fracaso, la corrupción y los abusos
de su Gobierno exige un cambio de rumbo.
La gente, la más humilde y
sencilla gente de nuestro pueblo sólo aspira a vivir, progresar, convivir,
aprender, procrear y ver crecer a sus hijos y los hijos de sus hijos en sana
paz. ¿Por qué los ciudadanos de otros países tienen derecho a eso, señora
Lucena, y nosotros no?
Lo que estamos viendo es una
infame operación o “misión morrocoy” que el Gobierno le exige a sus cuatro
dúctiles piezas del ente electoral y que ellas aceptan dócilmente, pretendiendo
convertir la demostración de fuerza de la oposición, que recogió nueve veces el
número de firmas necesarias para echar a andar el revocatorio, en una
desventaja.
Lo anterior quiere decir que
mientras más gente hubiera expresado su voluntad de convocar un referéndum más
tortuoso y difícil, por no decir imposible, sería llegar a la consulta popular.
Mientras más firman ustedes, más nos tardamos nosotros, mientras más gente
quiera el revocatorio más lo vamos a retrasar, revela el absurdo e ilegal
comportamiento del CNE.
¿Cómo puede ser bautizado,
entonces, el extravagante ejemplar que están criando en el CNE? ¿El Tibicoy?
¿El Morrosay? Sea como sea, lo resultante es un adefesio que está causando
honda indignación en el pueblo venezolano. Basta ver las etiquetas que se han
posicionado últimamente, de lado y lado, en el Twiter para percatarse de que la
temperatura del clima político está subiendo peligrosamente.
De manera canallesca se atiza
el fuego: “el referéndum es una opción, no una obligación”. “La Asamblea
Nacional perdió vigencia histórica”. “Este año no habrá revocatorio”. Y han
llegado a insólito extremo de decir que las firmas han sido recogidas de forma
tramposa, a pesar de que todo el planeta vio la forma abrumadora como la gente
se volcó a estampar su rúbrica hasta cumplir tan sólo en horas con este primer
requisito.
El pueblo venezolano se ha
lanzado a la calle. Mientras hilamos esta nota vemos a la multitud enarbolando
el tricolor nacional y desplazarse a lo largo de la avenida Libertador bajo una
nube de gases lacrimógenos. La represión, que en otras oportunidades ha sido
ejercida con ferocidad, es el último recurso que le queda a este Gobierno que
sucumbirá estrepitosamente bajo el peso de su descomunal fracaso y entreguismo:
la mayor operación de empobrecimiento y traición a la patria que se ha visto en
Venezuela.
22-05-16
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