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miércoles, 25 de mayo de 2016

“… la tradicional, la inenarrable hambre venezolana”


Por Ángel Arellano


Ya no sé qué decirle mano. Ni arepa con mortadela se puede comer. El aseo personal ha pasado a ser algo de poca importancia en comparación con el hambre. En el barrio las familias comen mango porque no hay comida. Así matan el hambre. No me explico por qué no ha explotado un peo.

Mango, el nuevo alimento de la patria. La dieta que impuso la crisis. Tanta es la miseria que vive Venezuela, que nuestros compatriotas se encaraman en las matas buscando frutas para mitigar la escasez que carcome sus entrañas. El hambre está en todas partes.

Los venezolanos de hoy viven una situación que nunca conocieron, pues los libros de historia carecen de referencias sobre coyunturas semejantes. Incluso la barbarie de la guerra de Independencia y las crisis posteriores no nos sirven para establecer comparaciones.
En aquel momento el Estado que nacía era sumamente pobre. No gozó de las fortunas que dos siglos después derrochó la Revolución Bolivariana. Son eventos infinitamente distintos, y aunque “el pasado se niega a ir al cementerio y se disfraza y se maquilla de presente”, en palabras de don Elías Pino Iturrieta, la actualidad nos sorprende con una catástrofe inédita.

Cuando lo que después se tradujo como “chavismo” se abría camino en la década de los noventa, condenando el bipartidismo y las realizaciones de la “Cuarta”, se trazaron las líneas de una oscura narrativa que llegado el momento de controlar el poder, el nuevo gobierno potenció al extremo haciendo uso de todos los medios a su favor para posicionar que durante la República Civil el “pueblo” sólo conocía una dieta de agua de arroz, agua de pasta y perrarina. Así lo relataron de Chávez para abajo una y otra vez sin cesar, evangelizando a la sociedad sobre las tinieblas de los gobiernos adeco-copeyanos y el contraste con la buena nueva que traía la espada de Bolívar bendecida por la bonanza petrolera. Años después, los demonios que le acuñaron a la “Cuarta” terminaron exorcizando a la “Quinta” como preámbulo de su eventual despedida de Miraflores.

Este es el cuadro actual: el consumo calórico diario en los niños bajó de 2.500 a 1.780 según el Observatorio Venezolano de la Salud y la desnutrición infantil es la más alta de América Latina con un 9%. Existe un desabastecimiento de alimentos básicos en un 80% de los supermercados y en el 40% de los hogares. Al 87% de los venezolanos no les alcanza el dinero para comprar comida.

Ha dicho Germán Carrera Damas que el proyecto nacional venezolano “es el esfuerzo implementado por los vencedores”. ¿El chavismo dejó de ser el sector vencedor luego de 17 años gobernando? La desgracia que cubre el país es el derrotero de un proyecto cuyo líder y eje cohesionador desapareció físicamente y se mantiene sostenido por los endebles andamios que provee un Tribunal tránsfuga y unas fuerzas militares corrompidas.

En 1943 el Ejecutivo abordó comunicacionalmente la crisis alimentaria a nivel nacional partiendo de que no existía tal déficit de comida, sino “avitaminosis”: falla o deficiencia en la cantidad de vitaminas que el organismo requiere. Para salir al paso, con un sonoro discurso en favor de la democracia, Rómulo Betancourt expresó desde el Nuevo Circo en Caracas que “un flagelo está destruyendo a nuestro pueblo: es el hambre que ahora tiene un nombre pedante: avitaminosis. (…) Se llama avitaminosis, pero es la clásica, la tradicional, la inenarrable hambre venezolana”.

Ni mango es comida, ni Nicolás Maduro es líder, ni el Socialismo del Siglo XXI es un proyecto viable. Los tres sujetos, cuando han estado acompañados de los predicados mencionados anteriormente, han terminado en un engaño.

24-05-16

http://www.elcolumnero.com/angel-arellano/la-tradicional-la-inenarrable-hambre-venezolana


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