Ysrrael Camero 23 de mayo de 2016
El 21
de mayo de 1993 Carlos Andrés Pérez renuncia a la Presidencia de la República
de Venezuela. Esta fecha no solo representó el cierre de un mandato accidentado
sino también el fin de un experimento de reformas institucionales de amplio
alcance que quedó truncado a la mitad de su desarrollo.
Carlos Andrés Pérez, El Gocho, político
de Acción Democrática, con una dilatada trayectoria, que gobernó Venezuela
entre 1974 y 1979, había sido electo en diciembre de 1988 con mayoría absoluta
de votos, 3.879.024 sufragios, derrotando a Eduardo Fernández, El Tigre,
de COPEI, a Teodoro Petkoff, del MAS, y a otros candidatos. El 2 de febrero de
1989 había asumido por segunda vez en su vida la Presidencia de Venezuela.
Desde que el Viernes Negro, el 18
de febrero de 1983, se inició la devaluación del bolívar y se estableció un
régimen de cambio diferencial, los venezolanos se habían venido empobreciendo,
la crisis se había expresado en pérdida del poder adquisitivo de los salarios,
inflación, fuga de capitales y endeudamiento.
Esta crisis no era exclusiva de Venezuela, la
mayoría de los países latinoamericanos estaban pasando por crisis similares, y
se estaban iniciando reformas institucionales para responder a esta situación.
EL PROGRAMA MODERNIZADOR
Al
llegar al Palacio de Miraflores, el Presidente Carlos Andrés Pérez impulsó un
amplio proceso de transformación política y económica, conocido como el Gran
Viraje. Al reformarse en plena crisis, el sistema empezaría a crujir.
Se combinaban dos grandes líneas de política en el
programa de reformas. Primero, avanzar en el proceso de descentralización, como
respuesta a la detectada crisis de credibilidad del sistema democrático.
Pretendiendo acercar la democracia a los ciudadanos. Permitiendo la elección de
los gobernadores por voto directo, restableciendo la figura del alcalde,
también electo por el voto de los ciudadanos del municipio. Impulsando también
la democratización de los partidos políticos, tradicionalmente centralizados y
verticales, estimulando procesos más transparentes a los ciudadanos.
Una parte importante de lo discutido en la Comisión
Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) desde 1984 se pondría en
práctica luego de 1989, con el impulso voluntarista del presidencialismo
venezolano.
Segundo, al mismo tiempo impulsó Carlos Andrés Pérez
un programa de reformas económicas, conocido como el Gran Viraje, que se
centraba en la apertura y liberalización de la economía venezolana, eliminación
del control de cambio, reformas legales para facilitar el ingreso de las
inversiones extranjeras, procesos de privatización de empresas públicas
deficitarias, avanzar en la incorporación de Venezuela a la Organización
Mundial de Comercio, reducción de aranceles y de subsidios para generar un
mercado más competitivo.
Para el desarrollo de su Gran Viraje construyó un
gabinete joven, con varios tecnócratas y expertos. Alejandro Izaguirre en
Interiores. Enrique Tejera París en Exteriores, quien luego sería sustituido
por Reinaldo Figueredo. Eglée Iturbe de Blanco en Hacienda. Italo del Valle
Alliegro en Defensa. Moisés Naím en Fomento. Gustavo Roosen en Educación.
Felipe Bello en Sanidad. Fanny Bello en Agricultura. Marisela Padrón en
Trabajo, luego Germán Lairet. Gustavo Rada en Transporte, luego Roberto Smith.
Luis Beltrán Guerra en Justicia. Celestino Armas en Energía y Petróleo. Enrique
Colmenares Finol en Ambiente. Luis Penzini Fleury en Desarrollo Urbano. Sonia
Essenfelf en Familia. En la Secretaría Reinaldo Figueredo, luego Jesús Ramón
Carmona. En CORDIPLAN se destacaría Miguel Rodríguez. En el Fondo de
Inversiones de Venezuela primero Eduardo Quintero, y luego Gerver Torres. En
Cultura, José Antonio Abreu. En Ciencia Dulce Arnao de Uzcátegui. Como Ministro
de Estado para la Descentralización, fue escogido Carlos Blanco, quien había
sido Secretario de la COPRE.
La terapia de shock desarrollada tuvo un primer
impacto negativo durante 1989, el PIB cayó más de ocho puntos, mientras que la
inflación se elevó a 84,5% y la pobreza se incrementó. La economía volvió a
crecer en 1990, en más de cinco por ciento, elevándose luego a 9,2% en 1991. En
1992 la economía seguía creciendo. Pero, tras un proceso de antejuicio por
corrupción, en mayo de 1993, a menos de un año de entregar la Presidencia,
Carlos Andrés Pérez se ve obligado a renunciar. A Pérez no lo tumbó Chávez.
Carlos Andrés Pérez derrotó a Chávez y sostuvo a la democracia. Al Presidente
lo derribó el sistema que quiso reformar.
LA COALICIÓN CONSERVADORA, ENTONCES Y AHORA
Prácticamente desde el inicio el gobierno de Pérez
tuvo que enfrentar importantes resistencias. Soportó una ola de protestas y
saqueos en Caracas y otras ciudades entre el 27 de febrero y el 1º de marzo de
1989, huelgas de varios gremios entre 1990 y 1991, así como dos intentos de
golpe de Estado protagonizados por militares, el 4 de febrero y el 27 de
noviembre de 1992.
Contra las reformas modernizadoras impulsadas por
Pérez se construyó una inmensa coalición sociopolítica, que incluía a sectores
conservadores de derecha y sectores de izquierda. Tanto la descentralización
como la apertura y liberalización económica generaban perdedores dentro del
sistema.
La resistencia a la descentralización formaba parte
de una corriente más ortodoxa de la mentalidad en partidos y en la
intelectualidad. El miedo a la creación de caudillos locales, a la dispersión
de la nación, a la disgregación y la anarquía en el Estado. Gonzalo Barrios en
AD, Rafael Caldera en COPEI, Arturo Uslar Pietri entre los intelectuales,
presentaron sus duras críticas a la descentralización, advirtiendo, cada uno
por su lado, sobre los peligros de debilitamiento del Estado.
Frente a la reforma económica la coalición era mucho
más dispersa, encontrándose presentes desde empresarios que habían sido
protegidos por políticas de subsidios y altos aranceles, hasta sectores
sociales que se empobrecían por el aumento de los precios de productos y servicios
públicos.
La movilización social contra las reformas marcó
todo el período, la emergencia de La Causa Radical, como actor político de
primer orden, capitalizaba políticamente esta efervescencia en la protesta.
Desde el sindicalismo hasta el magisterio, desde Guayana hasta Caracas, las
protestas se hacían recurrentes. El 27 de febrero, El Caracazo,
había creado un quiebre en la protesta social, iniciando un vasto movimiento
contra El paquete y contra Pérez.
Es importante recordar la aparición del grupo de Los
Notables, formado por intelectuales conservadores de diversos orígenes, por
empresarios e influenciadores importantes de la opinión pública. Personajes
como Luis Vallenilla, Miguel Ángel Burelli Rivas, Arturo Uslar Pietri, etc.,
hicieron una poderosa campaña atacando la moralidad del Presidente y rechazando
todo el paquete de medidas.
Esa coalición conservadora bloqueó las reformas,
contribuyó a la salida de Carlos Andrés Pérez del poder. Apoyaron en las
elecciones de 1993, divididos, a La Causa R y a Rafael Caldera. Acompañaron al
gobierno de éste último hasta 1997, por lo menos. Una parte importante de estos
grupos auparon a Chávez en 1998. Bajo el signo de esa coalición conservadora
todavía vivimos.
APRENDIZAJE: EL IMPERATIVO DE LAS REFORMAS Y LA
CERTEZA DE LA RESISTENCIA
Desde 1993 hasta la actualidad hemos vivido marcados
bajo las líneas definidas por la coalición conservadora, por el bloque
antipaquete, por los conceptos deificados y maldecidos durante ese lustro. El
chavismo se formó en medio de ese clima de opinión, antipartido, antipolítico,
antipaquete, inventándose un monstruo neoliberal y construyendo una épica en su
contra.
Es acá donde quiere dirigir la reflexión. Las
sociedades latinoamericanas vivieron en los ochenta la crisis de la deuda, una
crisis económica que obligó a un proceso de reformas del Estado en los años 90.
El tema de la estabilidad macroeconómica se convirtió en un mantra
imprescindible para sanear las economías de la región. Se cometieron diversos
errores, fue un proceso conflictivo y los resultados estuvieron por debajo de
las expectativas. Economistas y políticos mucho aprendieron de los errores de los
años ochenta y noventa. A estas alturas del siglo XXI difícilmente las reformas
se plantearían de la misma manera, a la misma velocidad.
Venezuela no superó esa crisis. De hecho no cerramos
ese ciclo, un segundo programa de reformas, la Agenda Venezuela, se
desarrolló entre 1996 y 1998, pero también quedó truncado por la caída de los
precios del petróleo y las elecciones presidenciales de 1998.
Todos sabemos la profundidad de la crisis que
vivimos en Venezuela en 2016. Padecemos la escasez de comida, de medicinas, la
inseguridad, la delincuencia impune.
La agenda que empezó a debatirse en Venezuela en
1984 aún está sobre la mesa. La integración económica con el resto del mundo,
la necesidad de inversiones privadas extranjeras, la recuperación de la
productividad y las reformas a los mercados internos para convertirlos en
oportunidades de inversión.
Palabras que se han convertido en maldiciones para
el chavismo tendrán que volver a discutirse con seriedad en nuestro país:
apertura, liberalización económica, privatizaciones, sustitución de subsidios
universales por directos, reformas en el mercado laboral. En materia política
existe hoy un consenso más amplio: la descentralización tiene hoy un amplio
apoyo.
Las condiciones institucionales hoy son mucho peores
que las que Venezuela tenía en 1989. Nada debió salir mal entonces,
todo puede salir mal hoy. El margen de maniobra de la elite política
modernizadora hoy es mucho más estrecho que en ese momento. La resistencia
estructural al cambio puede ser menor porque la sociedad ha venido aprendiendo que
el guión conservador no funciona, pero la gobernanza de las reformas será más
complicada de construir porque la sociedad se ha desinstitucionalizado y el
Estado ha retrocedido en su capacidad operativa real. Todo esto hay que tomarlo
en cuenta.
Hoy, treinta y tres años después del Viernes
Negro, veintitrés años después de la caída de Pérez y de la elección de
Caldera, dieciocho años después de la victoria de Chávez, ¿podemos superar la
presente crisis sin dar los debates postergados? ¿La coalición conservadora
cuyos conceptos han definido los mapas de nuestra política desde 1993 sigue
vigente? ¿De dónde vendrán las resistencias a un nuevo programa de reformas
modernizadoras? ¿Cómo hacer gobernables las reformas que necesita Venezuela
para salir de la crisis estructural que vivimos?
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