Por Luis Pedro España
Todo lo repiten. Los
ministros, las políticas, las citas y hasta las poses. Lo único inédito son los
chistes malos; del resto, todo es igual a como decía, hacía o pensaba el
presidente Chávez. Falta de imaginación, competencia estética o la pureza
revolucionaria, inseguridad o simple temor, todo ello debe estar confluyendo en
que tengamos un gobierno que lo que hace es agravar los problemas. Llevan tres
años repitiéndose, sin importar cuál sea el contexto.
El certamen de repetición
cubre todas las temáticas. Desde el pan hasta el abastecimiento de papel
higiénico, pasando por la inseguridad, los servicios públicos o la atención
social. Ante los problemas que tenemos, la respuesta es la misma: controles,
amenazas, guerra a mafias y enemigos inexistentes. Sorprende qué tan
repetitivos son. Ante la ineficacia de las recetas aplicadas la respuesta es
pretender profundizarlas. La culpa de los desaciertos es que no han hondado
suficientemente en el error. No importa qué tanto se les muestre la evidencia
de sus desaciertos o el desierto que dejan tras cada “enemigo enfrentado”. Lo
que expropian lo pulverizan; lo que toman lo destruyen. Llámese Kimberly-Clark,
Lácteos Los Andes, Aceite Diana, Café El Peñón, todas las cementeras, Sidor,
Cantv, las centrales azucareras, los cientos o miles de hatos y haciendas, no
importa lo que sea; son como la langosta, son el diluvio.
Pero lo que más sorprende es
la imposibilidad de reconocer las equivocaciones. Es una terquedad socialista
la que los cobija. Ahora, la nueva moda, la oleada comunicacional (que de eso
sí saben) son los CLAP. No hay forma de verificar en cuánto mejora la nutrición
de los hogares que hayan podido ser beneficiarios. Se trata de toneladas,
millones de unidades, cientos de miles de beneficiados pero, con el cuento de
las misiones, no hay una sola corroboración de impacto. Carecen de evidencias
para sostener las afirmaciones, son la sustitución del hecho por el verbo,
importa un bledo la realidad, lo importante es la propaganda, la tendencia en
las redes sociales, el acto y la cadena de radio y televisión.
Pero lo más sorprendente, lo
probablemente más hipócrita, es que detrás de cada política de voluntarismo
socialista, disfrazado de pueblo, parece esconderse un guiso, un negocito, una
transacción de miles de millones de dólares que finalmente se constituye en el
verdadero objetivo de la acción gubernamental.
Los beneficios de la
trastienda son la razón de la vocación del repitiente. Tanto control,
regulación e intervención tiene el incentivo de la excepción, la
discrecionalidad y el arbitraje. Todos ellos son vehículos para la corrupción.
Por eso todos los socialismos de Estado son tan corruptos y se mantienen (hasta
que caen), según una madeja de intereses inconfesados, de comisiones y
privilegios que generan lealtades utilitarias muy poderosas. Ese fue el caso de
todos los gobiernos de la Europa del Este, de la Rusia soviética, de los países
africanos que pertenecieron a esa órbita, así como de todas las dictaduras
latinoamericanas que usufructuaron el poder político y controlaron los hilos
económicos en nombre del pueblo, pero para su provecho.
Estos sistemas cerrados de
gobierno no pueden hacer sino mantenerse dentro de la lógica de la repitencia.
La nomenclatura no puede cambiar (por eso tantos enroques y tan pocas caras
nuevas) y, mucho menos, sus políticas. Lo que comienza siendo una consecuencia
de los controles, es decir nuevos controles, se termina convirtiendo en una
parcela de beneficios que no puede vulnerarse, so pena de pisar algunos cayos
de poderosos camaradas.
Están condenados a repetirse.
No importa incluso si se dan cuenta del error. No hay posibilidad de escape,
mucho menos de enmienda. El cambio es solo una mueca para luego volver a lo
mismo. Solo el fin del gobierno posibilita la transformación, solo la pérdida
del poder rompe el repetitivo círculo de los privilegios.
La historia demuestra que
estas repeticiones algún día llegan a su final, lo que no sabemos es si sus
consecuencias serán relativamente superadas, o si viviremos por mucho más tiempo
a merced de los intereses que provocaron, para ese entonces disfrazados de lo
que haya triunfado.
16-03-17
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