Por Sixto Medina
Los resultados de la consulta
popular convocada por la MUD el 16 de julio, son signos inequívocos de una toma
de conciencia del ciudadano en relación a sus derechos. Venezuela dio ese día a
América el testimonio ejemplarizado de una sociedad que si bien está
profundamente agraviada por un gobierno que ha hecho del abuso de poder un
sistema político, se ha comprometido a luchar sin descanso por la
democratización del país. Conscientes de las dificultades y de la magnitud de
la tarea, el acto responsable de cada ciudadano y su convicción cívica de
participar en la consulta popular por sí mismo fue un hecho de gran
importancia, un reflejo de la expresión ciudadana; demostrando que la solución
al avance totalitario del régimen de Nicolás Maduro es la sociedad civilmente
organizada: la única capaz de impedir que el régimen se radicalice por
completo. Organización que, como sabemos sólo se alcanza hoy con una salida
pacífica, constitucional, democrática, y electoral, tal como lo han suscrito
los líderes y partidos de la oposición venezolana, porque ese camino no sólo
contribuye a oxigenar la lucha, sino que acelera la incorporación de la sociedad
y hace que esta se vuelva más participativa; produzca importante consolidación
de la conciencia y cultura democrática.
Si se profundizara un poco más
en lo que sucedió ese día en el país, habría que llegar a la conclusión de que
la respuesta que los venezolanos están dando es la más lucida, la más
democrática y la más sabía, pues la difícil coyuntura venezolana ha estado
siempre en trance de estallar en forma de violento sacudimiento colectivo. Una
vez más el pueblo acierta en sus ideales. Sin mucho ruido, sin actos de
violencia se está posesionando de su destino. Pareciera como si estuviésemos
asistiendo a los albores de un nuevo 23 de enero.
Nicolás Maduro ha convocado a
elecciones regionales para la renovación de las 23 gobernaciones. Frente a ese anunció,
la MUD ha definido una actitud positiva: la de participar con la finalidad y
voluntad decidida de ensanchar el campo democrático. En este sentido, conviene
recordar que el voto es el universal derecho de resistencia a la opresión. Es
el derecho de rechazar la arbitrariedad por todos los medios al alcance del
ciudadano. Es un legado histórico de nuestra nación, y precepto constitucional
en nuestra Carta Fundamental.
Por las razones que la opinión
pública conoce, Venezuela está atravesando una gran crisis que previsiblemente
se agudizará en los próximos meses. En este contexto no se puede perder de
vista el rumbo que ha tomado el proceso de lucha en la conciencia del pueblo
venezolano, más aun cuando tiene en sus manos la mejor herramienta para decidir
en las urnas. Esa actitud de responsabilidad política, de presencia en las
urnas nos proporcionaría la oportunidad de desembocar en la formación de una
verdadera fuerza política.
Cabe destacar, que las
coyunturas para hacer grandes cambios positivos en favor de las grandes causas
no se presentan continuamente. Si la oportunidad se desperdicia, acaso pasaran
muchos años para que surja una coyuntura igualmente propicia. Esta debemos
aprovecharla para hacer realmente de Venezuela y del continente americano un
reducto del mundo libre, inmune definitivamente al contagio totalitario.
Hay que estar conscientes de
nuestros derechos y de la marcada importancia que tiene para la vida de la
República el actual momento político. Hay que aprovechar las limitadas libertades
concedidas para la lucha cívica y el imprescindible contacto con la gente.
Utilizar al máximo, la mínima rendija que el régimen permita para el uso del
derecho al voto, pues la acción política ha de saber darse a sí misma cuenta y
razón de la “naturaleza”, de la “necesidad”, de la “posibilidad”; pues sin ello
se aniquila en la misma transformándolos en agitación estéril o en
frustración.
16-08-17
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