Trino Márquez 17 de agosto de 2017
@trinomarquezc
Desde
1958 hasta febrero de 1999, cuando Hugo Chávez se instala en Miraflores,
Venezuela fue un país -una República, para ser más exacto- que contaba con unas
Fuerzas Armadas encargadas de defender por aire, mar y tierra la soberanía
nacional, resguardar las fronteras nacionales y garantizar la paz en el caso de
que se desataran conflictos que no pudiesen ser controlados por la policía o la
Guardia Nacional. Con el actual régimen esa ecuación se invirtió: desde hace
casi dos décadas son las Fuerzas Armadas las que tienen un país bajo sus
órdenes.
Venezuela
se encuentra sometida a una camarilla compuesta de militares y civiles,
desconectada de las necesidades e intereses de la mayoría nacional. Las Fuerzas
Armadas se convirtieron en el principal sostén de una dictadura cada vez más
agresiva y desembozada. Todos los demás soportes son adornos: el TSJ, el CNE,
la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Estos organismos podrían desaparecer
sin que el régimen se perturbara. Maduro los mantiene para darle un brochazo de
legalidad a su autoritarismo.
La inscripción del general activo Marcos
Torres como candidato a la gobernación del estado Aragua, se produjo utilizando
las claves de la insolencia. El Psuv lo registró violando los artículos 328 y
330 de la Constitución porque le dio la gana. Así, a lo mero bestia. Porque la
casta militar-política se siente dueña de Venezuela, lo mismo que sentía Juan
V. Gómez. Quiere ridiculizar a la oposición y demostrar que es el ama del
complaciente CNE, incapaz de reclamarle a ese sujeto que respete la Carta Magna,
pero guapo con la MUD a la que le prohibió presentar candidatos en siete
estados del país.
Las Fuerzas Armadas han sido sometidas a un
proceso de extranjerización jamás visto en Venezuela, ni siquiera en la época
de Pérez Jiménez, cuando el tirano integraba la Internacional de las Espadas,
promovida por los Estados Unidos en América Latina en el marco de la Guerra
Fría y la lucha contra la expansión del comunismo, luego de concluida la
Segunda Guerra Mundial. El dictador tuvo cierto decoro frente al gobierno
norteamericano, a pesar de que los oficiales se formaban en la Escuela de las
Américas en Panamá y en la Escuela de Chorrillos, Perú. En cambio, Maduro se
postró ante los hermanos Castro. El tutelaje que las Fuerzas Armadas cubanas
ejercen sobre Venezuela es inédito.
Frente a las amenazas de Donald Trump hemos
visto mucho fariseísmo. Es cierto que una invasión de las tropas
estadounidenses al territorio venezolano resulta inadmisible. Pero, igualmente
es inaceptable la arrogante presencia de los cubanos y los rusos en Venezuela.
El hecho de que sean aliados del gobierno y que Maduro forme parte de un
proyecto planetario en el que participan Putin, Castro y Bashar al-Ásad, no
hace más simpática su injerencia. El Canciller ruso ´calificó de “inaceptable”
la declaración de Trump. Lo que sí le parece muy aceptable es que Rusia siga
surtiendo al gobierno venezolano de armas para apertrecharse en el poder, a
cambio de las pocas divisas que ingresan a la nación, y que Maduro adopte esa
conducta mientras la gente sigue yéndose del país o muriéndose de hambre y mengua porque carece de alimentos
y medicinas.
A la cúpula militar le preocupa una hipotética
y lejana agresión armada, pero no le importa la destrucción sistemática y
cotidiana de la democracia y la nación por parte del régimen madurista. En
realidad le interesa mantener su hegemonía dentro de un modelo que cada vez es
más militarista y menos civil y republicano. La paranoia y el sadismo de los
militaristas alcanzaron tales niveles de perturbación, que hasta un joven con
un violín -el valiente y genial Wuilly Artega- los desequilibró. Los esbirros
de la Guardia Nacional lo detuvieron y torturaron porque no toleraban las
melodías que salían de su violín maravilloso. La barbarie no se entiende con el
arte. Luego de haber sido librada la orden de excarcelación lo retuvieron en el
cuartel de la GNB en El Paraíso durante varios días. La arrogancia militar no
respeta ni las órdenes dictadas por unos jueces y tribunales apéndices de la
dictadura.
El cambio en Venezuela no podrá darse sin las
Fuerzas Armadas, y menos contra ellas. Los militares forman parte de las
fuerzas motrices del cambio. Son pieza fundamental de la reconstrucción
nacionl, el respeto a la Constitución y la defensa de la democracia. Sin embargo,
deben entender que Venezuela necesita las Fuerzas Armadas para prosperar; no
que los militares, para prosperar, necesitan someter a Venezuela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico